Los otros envenenadores de barrios latinos en Los Ángeles
Dos de cada diez habitantes de el sureste angelino viven junto a fuentes de contaminación
Hay cierto nivel de plomo en la sangre de Arturo Zaragoza, de apenas un año de edad.
El niño vive en un apartamento en la ciudad de Commerce, dentro del radio de 1.7 millas hasta donde habría contaminado con sustancias tóxicas la planta de reciclaje de baterías Exide de Vernon.
El pequeño Arturo ha crecido al lado de otro enemigo. A sólo unos pasos de su vivienda está un lote baldío donde por décadas operó una fábrica de utensilios metálicos que habría dejado un legado tóxico a esa comunidad latina. Y detrás de su hogar hay otra fuente de polución: la congestionada carretera 5.
La madre del niño, Monserrat Mota, cree que tanta contaminación habría afectado el desarrollo cognitivo de Arturo, diagnosticado con aprendizaje lento. Tiene un hijo mayor con lenguaje tardío.
“Me preocupa porque mis hijos están recibiendo clases porque tienen problemas de desarrollo”, dijo Mota, quien se hará una prueba para detectar el nivel de plomo en su organismo por el caso Exide.
Pero con el cierre de esta planta de baterías y los trabajos de análisis de sustancias tóxicas y limpieza en 10,000 casas de la zona, un esfuerzo que se realizará con una inversión estatal de $176.6 millones de dólares, no termina la pesadilla ambiental en el sureste del condado de Los Ángeles.
“Exide era el Goliat que había que tumbar, pero hay otros espectros diabólicos en Vernon, Huntington Park y otras ciudades”, dijo José Vallejo, dirigente del grupo Comunidad por un Ambiente Mejor (CBE).
Este jueves se anunció la continuación de otra batalla ecológica: el Departamento estatal de Finanzas aprobó un gasto de 115,000 dólares para realizar pruebas de sustancias tóxicas en el lote donde operó la fábrica Eastern Triggs/Specific Plating en Commerce, a un costado del apartamento de Mota. Esto se logra después de años de pleitos legales, negociaciones e inacción gubernamental.
“Mi principal objetivo es acelerar el proceso de pruebas de cualquier tipo de contaminación contenida en el sitio y proteger al público”, dijo la asambleísta estatal Cristina Garcia.
Lucía Pérez ha vivido en la zona la mayor parte de sus 89 años y recuerda que en ese terreno estuvo una fábrica de tornillos que se quemó un 4 de julio.
“Después hacían tenedores, cuchillos y cucharas, y tenían una zona donde hervían y olía a azufre”, contó.
Ana Mascarenas, subdirectora en la oficina de justicia ambiental del Departamento de Control de Sustancias Tóxicas de California, precisó que parte del fondo estatal para resolver el caso Exide prevé identificar otras fuentes contaminantes en la región.
“Si hay otras industrias emitiendo plomo y las identificamos, el departamento también buscará una recuperación del costo” por resolver el problema, dijo Mascarenas a La Opinión.
Quienes han crecido en el sureste angelino, ahora habitado principalmente por migrantes hispanos, están acostumbrados a los olores que emanan de refinerías, plantas de reciclaje y fábricas. Además les rodean cuatro autopistas grandes (10, 710, 105 y 110). Todo esto genera un cóctel tóxico.
Según reportes, dos de cada 10 habitantes de esa zona viven junto a fuentes de contaminación.
“Los más vulnerables, quienes más reciben carbono, plomo y otros contaminantes, es gente marginada, inmigrantes, personas de color”, señaló el presidente del Senado estatal, Kevin de León, durante un evento este viernes que agradeció a los activistas del sureste su labor para resolver el caso Exide.
En comparación con el resto del condado, los adultos y niños que viven en códigos postales del sureste angelino tienen las mayores tasas de hospitalización y visitas a la sala de urgencias por asma.
Este viernes, el pequeño Arturo quería jugar con la tierra en la banqueta frente al lote baldío que el estado analizará por posible contaminación y su madre le advirtió de inmediato: “¡No toques eso!”.