Editorial: Un gran peso sobre el estudiante
La deuda que deja el alto costo de la universidad es un lastre difícil de llevar para los alumnos
La deuda acumulada por estudiantes en la educación terciaria, 1.2 billones de dólares, es la más grande por arriba de tarjetas de crédito, préstamos para vehículos e hipotecas inmobiliarias. Es un buen negocio para una industria pagada por el gobierno para cobrar a los morosos, mientras que un gran peso para los jóvenes afroamericanos y latinos.
La administración Obama hizo cambios positivos como quitar a los bancos del medio, ampliar la posibilidad que el pago esté de acuerdo con el ingreso del deudor y ahora con el perdón de 7,700 millones de dólares a unos 400 mil deudores que están discapacitados.
Estas son medidas positivas, pero insuficientes para lidiar con una crisis de esta magnitud. Cerca de 40 millones de estadounidenses deben el total de la deuda. Se estima que el 40% de ellos, 22 millones, no paga a tiempo, según el Departamento de Educación. No hay bancarrota para ellos, como con otra deudas, excepto en casos específicos, a través de un proceso tan oneroso que son menos de mil casos al año.
Detrás de las cifras se formó una industria para atender esta, con empresa de cobro, refinanciamiento de deuda, empresas que ayudan a no caer en incumplimiento y las escuelas con fines de lucro que reciben millones de dólares. Es tan buen negocio que hasta los bancos quieren regresar a él con la excusa que serán más eficientes en el cobro.
Los latinos y los afroamericanos son usualmente los más perjudicados en este sistema, allí está el nivel más alto de incumplimiento. Ellos son quienes más asisten a los colegios con fines de lucro, a los que le interesa más el dinero federal del préstamo que acompaña al alumno, sin importarle si se gradúa con conocimientos o si abandona el estudio. Estos ex estudiantes luego tienen dificultades para hallar empleos y, si lo encuentra, el pago es muy bajo para abonar la deuda. Además, estos deudores de minorías son desproporcionalmente más perseguidos por las agencias de cobranza, lo que levanta acusaciones de racismo.
El problema de la deuda estudiantil se agravó cuando el poder adquisitivo general quedó congelado mientras que el costo de la educación se multiplicó. Es hora de ver a la educación como una inversión social que traerá beneficios económicos a todos, en vez de ser un negocio de unos pocos a costa de los sueños de superación de los jóvenes.