California: ¿Estamos preparados para un terremoto?

El fuerte sismo en Ecuador obliga a una reflexión para los que vivimos en tierra de temblores

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Crédito: Suministrada

Escribo estas líneas con profundo dolor. Al momento una tragedia afecta a mi país de origen, Ecuador. Un terremoto de magnitud 7.8 en la escala de ritcher ha azotado sin compasión a varias provincias. Particularmente la provincia de la que es originaria mi familia, mi provincia, Manabi.

Manabi no es solo un pedazo de territorio, para muchos es parte de nuestra alma, de nuestra esencia, de nuestro ser. El recuerdo de aquellos a quienes amamos y se nos adelantaron en el camino yace en sus playas, sus montes y valles.

La naturaleza se ha ensañado con Ecuador y las muertes hasta ahora se cuentan por un par de cientos, desafortunadamente con el pasar de los días ese número aumentará considerablemente. La destrucción material es inmensa, cientos de casas y edificios reducidos a la nada. Pero al fin y al cabo lo material se recupera, las pérdidas humanas son invaluables. Las comunicaciones colapsaron como era de esperarse, contactarse con los seres queridos ha sido difícil, poco a poco nos vamos enterando de que están conmocionados pero bien.

En California, una tragedia como la ocurrida en Ecuador, está pendiendo de un hilo, dicen los entendidos. No se trata de si ocurrirá mencionan, sino de cuando ocurrirá. Y la pregunta recurrente es: ¿estamos preparados?

Como saberlo. No voy a entrar en análisis técnicos, lo cierto es que es imposible estar preparados totalmente para una tragedia de la magnitud de un gran terremoto. Leía hace poco que los californianos vivimos en un estado absoluto de negación. Sabemos a conciencia que vivimos al límite, que un terremoto va a ocurrir en cualquier momento, pero pareciera que la mentalidad es “a lo mejor ocurre, pero si ocurre, no me va a pasar a mí”.

La proyección de los que conocen del tema, sin embargo, es que un posible terremoto de 8 grados o más destruiría ciudades completas en California y produciría al menos 1,800 muertes, 50,000 heridos y varios cientos de miles de millones en pérdidas materiales.

Tragedias como estas nos hacen ver cuan frágiles somos, cuan insignificantes somos. Podemos ser el más humilde de los cristianos o el más poderoso de los humanos, pero cuando la naturaleza se enfurece no hace distinciones. Cuando la muerte decide que es la hora, no hay categorías ni jerarquías, reparte por igual dolor y sufrimiento.

Mi país vive horas de pánico, de caos, de  desolación, de desconcierto. Mi corazón con mi familia, mi corazón con mis amigos, mi corazón con mis paisanos, mi corazón con la tierra fecunda, generosa y noble de mi Manabi añorado, de mi Ecuador querido.

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