Editorial: La obstrucción de Marco Rubio
El senador bloqueó otra vez la designación de Roberta Jacobson como embajadora ante México
La relación con México es primordial para Estados Unidos a nivel económico y geopolítico, con numerosos intereses comunes que requieren atención al más alto nivel. A lo largo del tiempo, la relación pasó por las críticas del político de turno que quiso, o quiere como ahora Donald Trump, sacar provecho atacando tanto al país como a los inmigrantes. En esos momentos se combatió a los demagogos mostrando la solidez de esa relación.
En la actualidad, esta relación está sufriendo por la ausencia de un embajador estadounidense en México. El obstáculo es el senador Marco Rubio. Sí, el mismo que gastó más de 110 millones de dólares en una campaña presidencial donde no pudo ganar ni siquiera en su propio estado. Ahora, en el último año de su único período en Washington, se dedica a ser un estorbo a falta de algún logro legislativo.
Desde hace tiempo está vacante el puesto de embajador en México debido a la reticencia del Senado de mayoría republicana. Por ejemplo, la anterior nominada, María Echaveste, fue ignorada por los legisladores debido al respaldo de la exfuncionaria de Bill Clinton a una reforma migratoria.
En junio pasado se designó a Roberta Jacobson, la actual subsecretaria a de Estado para Asuntos Occidentales, que cubre la política estadounidense hacia el continente americano. Las primeras objeciones fueron de Rubio y del senador demócrata Bob Menendez por la participación de Jacobson en la apertura hacia Cuba.
Este martes, el senador republicano Jeff Flake propuso avanzar con la nominación de Jacobson. La única objeción fue la de Rubio que, como no pudo influir en la política hacia Cuba, ahora quiere negociar con la Casa Blanca sobre las sanciones contra el gobierno venezolano.
Es triste que Rubio hoy esté bloqueando la designación de Jacobson ya no por la labor misma de la funcionaria, ni para demostrar -aunque sea por principio- su oposición al régimen cubano. Ahora repite lo que ha demostrado en la campaña presidencial, una facilidad para cambiar de postura y una ambición desmedida de querer obtener algo sin importarle el costo. En este caso es la relación plena con México.
Es inadmisible que ya lleve mucho más de un año vacío el puesto de embajador en México. Especialmente en esta época de críticas al país vecino. Con esta actitud Rubio confirma que nunca estuvo a la altura para el Senado y muchísimo menos para presidente.