Muchas dudas y una certeza por la que Río 2016 parte con ventaja
La recta final a los Juegos Olímpicos es casi siempre una combinación de incertidumbre, urgencias, tensión y pronósticos agoreros que a veces se cumplen y otras veces no
Río de Janeiro se prepara para recibir los Juegos Olímpicos en agosto. Crédito: EFE
Atlanta 96 tuvo dos muertos debido a un ataque con bomba, Sydney 2000 se celebró a la sombra de las protestas de los aborígenes, Atenas 2004 enloqueció al COI hasta el último instante, Pekín 2008 fue la negación de varios ideales olímpicos y Londres 2012 se convirtió en fortaleza ante la amenaza terrorista.
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Río 2016 puede estar tranquilo: en cierto modo, Brasil no es diferente al Reino Unido, China, Grecia, Australia o Estados Unidos, porque la recta final a los Juegos Olímpicos es casi siempre una combinación de incertidumbre, urgencias, tensión y pronósticos agoreros que a veces se cumplen y otras veces no. Si algunos economistas culparon a Atenas 2004 del colapso griego, nadie podrá decir que Río 2016 frenara la mayor economía de América Latina. Los Juegos brasileños tienen problemas, sí, pero el problema de Brasil no son los Juegos.
A cien días de su comienzo, Río 2016 mantiene abiertas un buen puñado de incógnitas y sostiene una certeza.
¿Podrá evitarse que los regatistas tengan la sensación de competir en una fosa séptica al atacar las aguas de la Bahía de Guanabara? ¿O se infectará un remero en la contaminada laguna Rodrigo de Freitas? ¿Funcionará el extraño esquema que sitúa al atletismo fuera del corazón de los Juegos? ¿Se podrá caminar tranquilo por las noches en focos turísticos como Copacabana e Ipanema? ¿Cuánto tiempo se pasará en autobuses, taxis y autos particulares ante los inevitables embotellamientos derivados de la gran promesa fallida, el subterráneo hasta Barra de Tijiuca? ¿Serán confiables los controles antidoping en un país que viene fallando y fallando en el tema? ¿Presidenta o presidente: quién inaugurará los Juegos?
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Preguntas y preguntas, aunque algo es innegable: los Juegos llegan por primera vez a Sudamérica. Y, sólo por eso, parten con ventaja.
