De mal estudiante a novato en la universidad Princeton
En cuatro años Jordy Rodríguez, hijo de una madre soltera que trabaja en un taller de costura, dio un giro académico tan impresionante que logró ser admitido a la universidad Princeton de New Jersey
Tan bajas eran las calificaciones de Jordy Rodríguez que no participó en la ceremonia de graduación de su escuela intermedia. Fue el resultado de una etapa en que las amistades eran prioridad.
“Me importó más hacer amigos que enfocarme en mis estudios, así que mis grados empezaron a bajar”, contó Rodríguez, ahora alumno del grado 12 de la secundaria chárter Animo Pat Brown, en el Sur de Los Ángeles.
Pero en cuatro años Rodríguez, hijo de una madre soltera que trabaja en un taller de costura, dio un giro académico tan impresionante que logró ser uno de los 1,800 estudiantes que el próximo ciclo escolar entrarán a la universidad Princeton de New Jersey, considerada la mejor de Estados Unidos.
Mientras estudie física en Princeton no pagará un centavo de colegiatura (que oscila los 43,000 dólares anuales).
“Todavía no me lo puedo creer, que de más de 30,000 estudiantes que aplicaron haya una tasa de aceptación del 6.4%, que son los más inteligentes del país. Es algo que nunca pensé que podría lograr”, dijo quien hace unas semanas viajó a su nueva escuela para un recorrido por el campus.
Escuela chárter vs. pública
Rodríguez, de 18 años, duda que hoy estuviera celebrando este mismo logro si hubiese ingresado a la secundaria pública tradicional que está a una cuadra de su casa, Fremont, donde se han concentrado algunos de los males del distrito escolar angelino –deserción, pandillerismo, bajo rendimiento.
“Todo cambió cuando entré a esta escuela porque sentí que había decepcionado a mi mamá, porque no era el estudiante que ella quería, así que entré determinado a tener buenas calificaciones”, dijo el joven.
El estudiante atribuye su avance académico a distintos factores: las clases pequeñas en su secundaria, el compromiso de sus profesores, su participación en actividades extra escolares, su amor por la lectura, su reenfoque en el estudio y no prestar tanta atención a la vida social.
“En una clase de física en el noveno grado me enamoré de las ciencias y las matemáticas, y empecé a aprender más. Como me gustaba estudiar, las clases se me hacían más fáciles”, comentó el hijo de una mexicana que emigró a este país hace más de 20 años y que no concluyó la secundaria.
A la par de la controversia en torno al plan para abrir cientos de escuelas chárter en zonas marginadas de Los Ángeles, el mes pasado se publicó un reporte que concluye que estos planteles han elevado la tasa de ingreso de alumnos de minorías a universidades públicas de California.
El análisis cita que el nivel de aceptación de alumnos latinos y afroamericanos graduados de escuelas chárter en el sistema de Universidades de California (UC) es del 19%, casi el doble que el de sus similares en planteles tradicionales. Mientras que su tasa general de aceptación es del 21%.
“Las escuelas chárter están sobresaliendo al proporcionar la visión de educación y un fuerte apoyo de preparación necesario para que todos los estudiantes asistan a la universidad”, indicó Jed Wallace, director ejecutivo de la Asociación de Escuelas Chárter de California (CCSA).
No obstante, hay diversas críticas contra estos institutos: que al expandirse privatizan la educación pública, que no tienen mejor desempeño académico que las escuelas tradicionales, que tienen instalaciones inadecuadas y que acaparan parte de los recursos destinados a los distritos escolares.
Ajeno a esta polémica, Rodríguez aconseja a otros estudiantes latinos enfocar su prioridad en la escuela.
“Les debe gustar más el estudio que juntarse con amigos, salir y divertirse”, expuso.