COLUMNA COMBATE: Ali Forever
Hay tantas maneras de respetar y guardar la memoria de Ali como sentimientos expresados en esta semana de duelo que culminó este viernes con su destino final en un cementerio de Louisville
‘Ali para siempre’ leímos ayer en un cartelito que portaba un menor llevado por su madre para ver pasar sobre la vía el féretro de Muhammad Ali. Un homenaje a un héroe de su raza. Que también puede ser el halago a alguien porque es de su mismo pueblo. O explícitamente de alguien que ama el boxeo. O de manera más rotunda también puede ser el homenaje de alguien que ama decir la verdad con la mirada desde lo alto y sin ningún temor.
Hay tantas maneras de respetar y guardar la memoria de Ali como sentimientos expresados en esta semana de duelo que culminó este viernes con su destino final en un cementerio de Louisville.
El lugar es lo de menos, porque la presencia de Ali en la Historia no se perpetúa porque alguien deje una oración en su tumba o visite un museo.
El “Ali por siempre” del cartelito del niño negro ayer en su pueblo es también una forma de magnificar ese sentimiento de pena que nos embarga a tantos.
Todos en algún momento desde que se supo de su muerte llevamos ese cartelito para dejar un puñado de reflexiones acerca de la dimensión humana de un hombre al que sin duda el mundo valora y extraña tanto por lo que hizo como boxeador, como por todo lo que fue lejos de los cuadriláteros.
Esa es la verdadera razón del “Ali Forever”.
Eramos niños los que lo vimos pelear, los mismos entre mayores y viejos de hoy, a los que nos golpeó asumir el mundo del boxeo después de Ali. Porque después de él nadie tuvo el tamaño moral ni deportivo para hablar por otros desde la tribuna de su propia gloria.
Lo insólito es que básicamente sin él nos quedamos desde que dejó de pelear o acaso desde 1984 cuando se supo que tenía el mal de Parkinson. O sea lo que nos lastima es el cara a cara con la crudeza de la realidad, porque en rigor a Ali hacía más de treinta años que lo habíamos perdido .
Ahora vemos más claro que al menos dos generaciones se quedaron sin las lecciones de vida de un inmortal al que apenas vieron pasar frente a su puerta y eso nos golpea aún más.
Luego la seguimos.