Trump no merece ser Presidente

En el útimo debate demostró que sólo sabe intimidar y que no tiene capacidad para gobernar

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Crédito: KENA BETANCUR/AFP/Getty Images

El segundo debate presidencial fue uno de los más predecibles a pesar de la intriga general de cuál será la respuesta de Donald Trump al video que lo muestra hablando como un hostigador sexual.

El republicano estuvo al ataque, lo que significa intimidar a cada momento a Hillary Clinton, mientras que la demócrata prefirió para mostrar el conocimiento de los temas principales que necesita tener el próximo presidente, en vez de caer en las provocaciones.

La intimidación de Trump fue al mejor estilo de un matón. Cuando Clinton hablaba, el lenguaje físico del millonario era de estar cerca de ella, a sus espaldas mirándola desde arriba; Trump le puso en primera fila las mujeres que acusaron a su marido de impropiedades sexuales y remató la noche con la amenaza de meterla presa si él gana la elección.

Al mismo tiempo, el candidato republicano a la presidencia mostró una inmadurez sorprendente para alguien que aspira llegar a la Casa Blanca. Se defendió de la acusación de ser un hostigador sexual, diciendo que otros son peores, luego aceptó comportarse a los 59 años como un adolescente inseguro que necesita de hacer alardes sexuales en un vestuario y pataleó como un niño a cada momento quejándose sin razón de que no lo dejaban hablar, de que todos estaban contra él, cuando él era que interrumpía su rival.

Si Trump falló en actitud y carácter, en conocimiento fue nulo. Toda la noche evitó responder sobre temas importantes para solo atacar a Clinton. Dos ejemplos fueron las preguntas sobre Aleppo y Obamacare donde la vaguedad ante situaciones importantes fue un trampolín para arremeter contra la demócrata.

Lo más significativo fue la diferencia de visión expresadas. Clinton fue positiva del presente y habló de un futuro de respeto en una sociedad pluralista, Trump repitió que todo está mal y que las minorías viven en un infierno del cual él las sacará.

La estrategia de Trump fue reforzar esa base política que celebra sus insultos, los ataques implacables contra la demócrata, y nos les molesta que esté peleado con la verdad. La de Clinton fue mostrar lo que sabe, no caer en el lodo de Trump y escurrirse de sus propias controversias.

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