El legado de La Opinión: una gran institución de la comunidad latina en EEUU
"En 1980, los colegas sajones que cubrían la Convención Demócrata en Nueva York, me preguntaban que cuál era el enfoque de mis informaciones. Nadie entonces hablaba del voto latino, sólo La Opinión".
En este ambiente político contaminado por una retórica nefasta que prevalece en nuestros días, considero que el principal legado de La Opinión es el hecho de que el periódico fue fundado el 16 de septiembre de 1926 por un inmigrante mexicano y que el diario de Los Angeles, California, se ha convertido en una gran institución de la comunidad latina en Estados Unidos.
Como empresa, La Opinión, a través de sus 90 años de existencia, ha dado empleo a miles de personas; junto con sus millones de lectores, a través del tiempo, ha beneficiado y enriquecido a un sinnúmero de negocios a los que les ha acercado clientela; ha sido un ejemplo y baluarte de emprendimiento y progreso para miles de pequeños negocios. Todo esto, gracias a la visión, trabajo y esfuerzo de un brillante joven inmigrante mexicano: Ignacio E. Lozano.
Como institución, La Opinión ha sido una fuente de información confiable y segura para millones de personas que se desempeñan en diferentes capacidades y en todos los ámbitos del quehacer nacional. Ha sido también referente informativo para millares de personas de otras etnias en el país quienes, a través del tiempo, se han acercado a las páginas de La Opinión para enterarse sobre lo que acontece en la comunidad latina o en América Latina. Los hay también lectores de las diferentes latitudes del continente quienes también se asoman a La Opinión para saber lo que pasa con sus hermanos de raza en este país.
El legado importante en este renglón es que La Opinión, a través de la información publicada, ha creado entendimiento, comprensión y acercamiento de gentes de toda índole. A sus lectores de la edición en papel, además de información, les ha dado las armas necesarias para actuar y tomar las decisiones que mejor convenga y los beneficie a ellos y a sus seres queridos; ha defendido con valentía e integridad todas las causas dignas de defender.
La Opinión ha sido también una escuela de periodismo para cientos de periodistas. En una ocasión, en 1986, José Pagés Llergo, reportero estrella de La Opinión en sus inicios, me comentaba en la ciudad de México que La Opinión para él había sido “una escuela de periodismo y de humanismo. Todos en la redacción del periódico éramos como una familia, como hermanos”. Y tenía razón. Históricamente, esa ha sido la realidad en la sala de redacción de La Opinión, un centro de concentración de los amantes y apasionados del periodismo en español en este país que hemos trabajado juntos y nos hemos ayudado uno al otro como hermanos.
Y hablando del periodismo en español, es éste otro de los grandes legados de La Opinión. El diario ha venido haciendo periodismo en español durante 90 años, pasando por periodos sumamente difíciles para los latinos, en general, y para los periodistas hispanos en particular. En mis tiempos, era difícil acercarse a algunas fuentes de información y que le hablaran a uno. En otras ocasiones no nos daban el lugar que nos correspondía como medio periodístico establecido. Y en otras ocasiones hasta nos perseguían. Fue necesario que el señor Ignacio E. Lozano Jr. demandara al Servicio de Inmigración en la década de 1980 por hostigamiento de uno de nuestros fotógrafos. La Opinión ganó esa demanda y las cosas cambiaron radicalmente en su trato con los periodistas latinos en muchas agencias del gobierno y otras instituciones. Si esto que te cuento ocurrió en épocas relativamente recientes, imagínate el grado de dificultad con la que tuvieron que trabajar por muchos años los periodistas de La Opinión desde 1926 hasta los 80. Basta con recordar las deportaciones masivas de mexicanos realizadas a finales de la década de 1920 y principios de los 30; la persecución de los Pachuchos y los motines en el Este de Los Angeles, entre otros muchos ejemplos más. Creo que los periodistas latinos de hoy en día tenemos una deuda muy grande con todos esos valientes colegas nuestros que escribieron en La Opinión durante los tiempos difíciles.
Otro legado de La Opinión, creo, es que entre sus millones de lectores y en varias generaciones de ellos, ha podido crear conciencia del orgullo de ser latino, de hablar español, y de ser parte importante en la sociedad estadounidense. Creo que ha sabido hacer entender a sus lectores la importancia de participar activamente en esta sociedad. Les ha ayudado a hacerse residentes con su guía sobre la llamada Ley de Legalización de 1986, a hacerse ciudadanos de este país a los que califican y a quienes han hecho desidia por muchos años, a registrarse y votar en las elecciones. En 1980, los colegas sajones que cubrían la Convención Demócrata en Nueva York, me preguntaban que cuál era el enfoque de mis informaciones. Al saber que eran los latinos, me contestaban: “¿a quién le interesan los votantes latinos? Los políticos saben contar y los latinos no suman”. Nadie entonces hablaba del voto latino, sólo La Opinión. Hoy en día, no hay medio que descuide ese ángulo informativo.
Y si hablamos de legado, como dejar de lado el libro de historia del devenir de la comunidad latina en este país en el que se ha convertido La Opinión. Los eventos más importantes y trascendentes ocurridos en la comunidad latina desde 1926 hasta la fecha están reseñados en las páginas de La Opinión. Este es el ejemplo más contundente del legado de un periódico. Y como botón de muestra los invito a consultar el archivo del diario: ese testigo mudo de nuestra historia en este país.
Y ese mismo archivo revela otro legado: el de todos los colaboradores que a través de 90 años ha tenido La Opinión. Resulta sorpresa para muchos en este país, en México y otros países de América Latina encontrar las firmas te tantos escritores y periodistas brillantes que han publicado en las páginas de La Opinión: Nemesio García Naranjo, José Vasconcelos, Victoriano Salado Alvarez, René Capitán Garza, Alfonso Junco de la Vega, Martín Luis Guzmán, Regino Hernández Llego, José Pagés Llergo, Ignacio Herrerías, José Valadez, Alfredo González W., Rodolfo B. García, Dr. Octavio Costa, Otho Castillo, Nicolás Avila, Antonio Méndez Lomelí, Rodolfo Uranga, José Luis Sierra, Jaime Olivares, Jesús Hernández-Cuéllar, María del Pilar Marrero, Maribel Hastings, Josefina Vidal, Juan José García, María Luisa Arredondo, Francisco Robles y tantos más cuyos nombres se escogen ahora en los recovecos de mi memoria.
Y creo que aquí le dejamos porque, como puedes ver, el legado de La Opinión, en 90 años, es tremendo, profundo y variado.