México está en problemas por dependencia económica, no por Trump, aseguran expertos
Diversos analistas coinciden en que los problemas financieros del país es porque el gobierno adoptó, desde hace décadas, una dependencia hacía la nación vecina, a través del ofrecimiento de mano de obra barata, en lugar de preocuparse por hacer crecer a sus propias industrias
El problema en México no es que compañías como Ford o General Motors cancelen inversiones, sino que aquí se haya convertido a ese tipo de ensambladoras extranjeras, sobre todo norteamericanas, en motor casi único de la economía nacional.
Así lo plantearon académicos entrevistados sobre la política del nuevo presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, que hizo pilar de su campaña electoral, la promesa de regresar a ese país los empleos que las transnacionales han creado México.
“Se fue dando a lo largo de estos años, porque las empresas se fueron convirtiendo en maquila: traen todo, lo arman aquí con la mano de obra barata y se van. Y ya, en la etapa del Tratado de Libre Comercio, este no las obliga a buscar proveedores nacionales, la empresa compra donde ella quiere y, ¿qué sucede? Las empresas buscan integrar a su propio corporativo y se compran a sí mismos”, explicó Arroyo, también fundador de la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC).
Antonio Payán, director del Centro de Estudios sobre México del Baker Institute for Public Policy, de la Universidad Rice, agregó que en esta apuesta única por las inversiones extranjeras, México participa, además, solo con mano de obra barata, por lo que su papel en las cadenas de manufactura norteamericanas es cada vez menos relevante.
“En la plataforma manufacturera norteamericana, México se ha colocado en los peldaños más bajos, donde lo que contribuye México es finalmente con una mano de obra extremadamente barata, y no ha reformulado su sistema económico para incentivar la adquisición de habilidades más tecnológicas, de mayor educación, preparación para ir escalando los peldaños de la cadena productiva manufacturera mexicana”, dijo Payán.
“Y esa ha sido la estrategia económica de México: el apostarle a mano de obra barata, y ha sido un error en dos maneras. La primera, es por si llegaba alguien como Trump que dijera ‘esos empleos se quedan en Estados Unidos’; y, por otro lado, el hecho de que la automatización o robotización de las cadenas de manufactura obviamente implica que México se hará cada vez más prescindible. En ese sentido, México está pésimamente preparado y no previno absolutamente nada. Entonces, creo que hay un pánico justificado, pero merecido”, agregó.
Esta semana, en el contexto de los amagos de Trump contra las compañías que ensamblen sus productos en México, Ford anunció la cancelación de una inversión de mil 600 millones de dólares prevista para iniciar en una nueva planta de San Luis Potosí.
La historia de la industria maquiladora en México, sin embargo, muestra que las compañías norteamericanas llegan o cancelan inversiones con base, sobre todo, en la economía de ese país.
Así lo expuso desde 2003 un análisis del Gobierno norteamericano sobre la contracción de casi un 30 por ciento en la producción de esta industria en México y la pérdida de casi 290 mil empleos entre 2000 y 2002.
Entonces, como ahora, los motivos del declive fueron cambios registrados en el extranjero: la recesión económica norteamericana, a donde va la mayor parte de la producción de estas maquiladoras; y, a partir de diciembre de 2001, la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio, que significó más competencia para México por este tipo de inversiones foráneas.
“Cerca del 98 por ciento de la producción maquiladora está destinada al mercado de Estados Unidos. Entonces, no sorprende que las maquiladoras sean muy sensibles a las fluctuaciones en la fabricación y demanda en Estados Unidos”, advierte el reporte titulado “El declive de la maquiladora de México afecta a las comunidades fronterizas y el comercio”, elaborado por la Oficina General de Contabilidad del Gobierno estadounidense (GAO, sus siglas en inglés).
“China y México parecen estar en una competencia directa por muchas categorías de importaciones. Aún cuando es difícil establecer una relación causal, China parece estar ganando partes del mercado de Estados Unidos, al mismo tiempo que México las pierde, como juguetes, muebles, electrodomésticos, equipos y partes para televisión y video, ropa y textiles. Las maquiladoras están concentradas donde China parece haber ganado acceso al mercado norteamericano (…) México perdió también mercado en la producción de equipos de telefonía, tanto en el 2001 como en el 2002, y la ganancia que tuvo el sector de la producción de hardware en el 2001 estuvo más que opacada”, agrega el documento.
Juárez, que es el municipio mexicano donde vive la mayor cantidad de población ocupada en este tipo de industria, absorbió una amplia proporción de la pérdida y, para 2003, se estimaba en cien mil el número de personas desocupadas directamente por las plantas maquiladoras; más otras miles por otros sectores afectados por la caída del poder de compra de los obreros desempleados, como el comercio, el transporte o los servicios.
Otro periodo en el que la industria maquiladora resintió de manera inmediata los acontecimientos políticos y económicos registrados en el exterior fue 2008, año de la quiebra de la compañía Lehman Brothers y de la crisis financiera en Estados Unidos. De acuerdo con El Diario de Juárez, esa ciudad fronteriza perdió, en ese momento, 20 mil empleos.
Y es que la vulnerabilidad de México ante los vaivenes de la economía norteamericana es casi absoluta, afirma Arroyo Picard.
“Del 2% que crecemos, más o menos, como un 1.4% depende del sector exportador. Y ahora es mucho más la dependencia”, señaló.
“Antes de la etapa neoliberal, había una dependencia más estructural, pero ahora es inmediata y es básicamente porque el motor de la economía está afuera, y apostamos a un solo mercado y no diversificamos nuestro mercado. Chile es igualmente neoliberal que México, pero, primero, tiene un mercado interno más fuerte; y segundo, tiene más o menos equilibradas sus zonas de exportación: una cuarta parte la envía a Asia, otra cuarta parte a Europa, otra al Mercosur, otra a Estados Unidos. Entonces, ya que toda la economía entre en recesión es más difícil, y se equilibra. Pero aquí no: el 80 por ciento de las exportaciones y el 60 por ciento de la inversión es de Estados Unidos; entonces, dependemos totalmente de la economía de Estados Unidos”, agrega.
México, sin alternativa
Las inversiones norteamericanas en México entraron de nuevo en amenaza durante la campaña presidencial norteamericana del año pasado, cuando tanto la derecha como la izquierda del espectro político hicieron notar la pérdida de miles de empleos en Estados Unidos, sobre todo a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
“Los automóviles solían estar hechos en Flint, y no podías tomar el agua de México. Ahora, los automóviles se hacen en México y no puedes tomar el agua en Flint”, dijo en septiembre pasado el entonces candidato republicano Donald Trump en esa localidad del Estado de Michigan, y que desde hace meses es noticia por la contaminación de sus redes de agua potable.
Trump concentró sus críticas en la compañía automotriz Ford, con la cual el ahora presidente electo ha presumido diversos acuerdos para que retire inversiones de México y que el pasado martes 3 de enero anunció la cancelación de mil 600 millones de dólares para una planta que preveía construir en San Luis Potosí y que se usarán, precisamente, en la expansión de sus operaciones en Michigan.
“En lugar de alejar los empleos y la riqueza, América se convertirá en el gran imán del mundo para la innovación y la creación de empleos”, publicó esta mañana Trump en su cuenta de la red social Twitter, donde minutos antes había colocado un vínculo a la noticia de Ford.
Desde su triunfo el pasado 8 de noviembre, sus amagos a las empresas automotrices instaladas en México y su anuncio de revisar el TLCAN, analistas y documentos consultados por este medio indicaron que, pese a los ciclos de declive asociados a la condiciones externas y pese a tener acuerdos de libre comercio con varios países, México no cuenta con un plan alterno para enfrentar su dependencia de las inversiones procedentes de Estados Unidos.
“No hay nada que lo sustituya; tendría que haber un cambio no solo para generar ingreso de dólares, sino para generar nuevas ramas productivas que puedan crecer no a partir de las exportaciones sino del consumo interno, y para eso se necesita subir los salarios, distribuir mejor el ingreso e impulsar la construcción de infraestructura a cargo del Estado”, explicó a SinEmbargo Saúl Escobar Toledo, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia y autor de diferentes análisis sobre el impacto de la apertura económica en el salario y el trabajo en México.
“Entonces, este cambio de modelo exportador al mercado interno, desde luego, es un objetivo, pero necesitaría una conducción política acorde, y no veo en el PRI ni en el PAN esta mentalidad”, agregó entonces.
Rescatando la dependencia
En México, advirtió por separado Arroyo Picard, la conducción política y macroeconómica mexicana va en sentido contrario a la creación del mercado interno, debido a que hace 30 años se ha concentrado en obtener riqueza solo a través de la apertura de diversos sectores productivos a los mercados extranjeros.
“Por un lado, aumentó un poco el salario mínimo (no es suficiente por sí mismo, pero si se mantiene un aumento significativo por varios años sí lo sería), pero por otra, sube la gasolina, lo que lleva a un aumento en la inflación”, dijo Arroyo.
Por eso, agrega Payán, en lugar de plantearse reconstruir el mercado interno, la actitud del Gobierno mexicano ante Trump ha sido la de rescatar lo que sea para seguir manteniendo la dependencia de ese país.
“Pienso que las élites políticas y económicas de México están apostando a tratar de convencer a Trump de que México puede ajustarse, hacer concesiones, políticas, diplomáticas y económicas para tratar de congraciarse con su administración”, dijo.
“No es un esfuerzo orquestado para tratar de crear una economía nacional, un mercado nacional, una base económica nacional, una clase consumidora mexicana, sino para rescatar lo poco que puedan rescatar de un plan manufacturero completamente de Estados Unidos. Es como una desesperación por rescatar la dependencia”, agregó.
Desde el triunfo de Trump y su posterior anuncio de revisar el TLCAN, también la médico social Assa Cristina Laurel, que se ha enfocado en investigar el impacto de la apertura económica, comentó a SinEmbargo que parte de la problemática es la negativa del gobierno federal para aceptar el descontento que había en Estados Unidos por la fuga de empleos y la vulnerabilidad en la que se queda México sin ellos.
“Hay personas enojadas con la política neoliberal, por eso están votando por Trump, pero aquí dicen que vamos muy bien y que el loco es Trump”, dijo Laurell.
“El problema es que el surgimiento de la ultraderecha está aprovechando el descontento de la gente por el impacto que ha tenido este tipo de globalización sobre la población. ¿Cuánto tiempo llevamos hablando del uno por ciento (proporción de población que se estima se benefició ampliamente del libre mercado)? No nada más en México; en Estados Unidos, en Europa (…) Nadie puede decir que no se les ha dicho; se les ha mostrado el impacto con datos, con la destrucción de aparato productivo, del campo, etcétera”, agregó.