El extraño fenómeno atmosférico que inspiró la pintura “El grito” de Munch
Una de las pinturas más famosas del mundo tiene el cielo rojizo detrás de la figura central del cuadro y no es sólo un símbolo de la angustia que atormenta al personaje, dicen investigadores noruegos. Es un reflejo de un raro fenómeno que ocurre en el norte de Europa
El cielo de intensos colores rojizos detrás de la figura central de la pintura “El grito” no es solo un símbolo de la angustia que atormenta al protagonista de esta famosa obra pintada por Edvard Munch en 1892.
Según una nueva teoría propuesta esta semana por un equipo de investigadores noruegos, las líneas rojas y amarillas que aparecen en el cielo son probablemente una descripción realista de un raro tipo de nube que aparece de tanto en tanto a grandes alturas en el norte de Europa.
Las nubes nacaradas -como se conoce coloquialmente a las nubes estratosféricas polares – habrían tenido un gran impacto en cualquiera que las haya visto por primera vez, aseguran estos científicos.
“Hoy en día, el público en general dispone de mucha más información científica que en esa época y él seguramente nunca había visto estas nubes”, explica Helene Muri, investigadora de la Universidad de Oslo quien presentó los resultados del estudio durante el congreso anual del Sindicato de Geociencia Europea en Viena.
“Como artista, no hay duda de que esto pudo haberle causado una gran impresión“.
Sorpresa
Esta inusual imagen del cielo en el cuadro había sido atribuida anteriormente a los efectos de la poderosa erupción del volcán Krakatoa, en Indonesia, ocurrida 9 años antes de que Munch lo pintara.
Ésta fue la mayor erupción registrada en la historia, y sus emisiones sulfúricas rodearon el planeta, creando atardeceres de una belleza excepcional.
Sin embargo, los investigadores argumentan que la forma de las ondas pintadas por Munch se asemejan en mucha mayor medida a las nubes estratosféricas polares de tipo 2.
Éstas se producen cuando las temperaturas rondan los -80º o – 85º, hay un alto grado de humedad, y siempre en altitudes de entre 15 km y 20 km.
La corriente atmosférica sobre las montañas también contribuye a la formación de estas nubes ya que puede inyectar humedad de la troposfera en la estratosfera.
Y estas gotas de humedad se transforman por el frío en diminutos cristales.
“Estas nubes son muy delgadas y se observan mejor antes del amanecer y después del atardecer, cuando el Sol está por debajo del horizonte”, señala Muri.
“Se crean estos colores muy particulares por la combinación de la dispersión y la difracción y refracción interna de la luz del Sol a través de los pequeños cristales de hielo”, agrega.
Muri, quien vive en Oslo desde hace 25 años, ha visto estas nubes nacaradas con sus propios ojos solo una vez, pero sabe cuándo pueden producirse.
Pero este fenómeno, dice, pudo haber tomado a Munch completamente por sorpresa.