Editorial: El despido del director del FBI
Trump cree que todos trabajan para protegerlo de sus errores y defender lo que no es cierto. Cuando esto no ocurre, los despide con todo el desprecio de un dueño que se siente traicionado por su empleado
El principal valor que rige al Buró Federal de Investigación es la independencia de su accionar ante el presidente de turno. Su liderazgo está estructurado para este funcionamiento, por eso solamente en dos ocasiones despidieron a su director en los 111 años de la agencia.
En el primer caso de despido, fue el expresidente Bill Clinton, por cuestiones éticas; el segundo es el presidente Donald Trump. Sin embargo, para hallar una situación parecida hay que remontarse a Richard Nixon, ya que ambos republicanos despidieron a funcionarios que investigaban sus administraciones.
Este último caso tiene todos los detalles del estilo de Trump.
El despido de James Comey fue humillante al enviarle una carta por mensajero cuando el director del FBI estaba en otra ciudad. Fue un maltrato innecesario, un desprecio que contradice el argumento de que el despido es para elevar la moral dentro de la agencia federal.
Es muy difícil creer que el despido se debe al disgusto por la manera en que Comey manejó el año pasado la cuestión de los mensajes de correo electrónico de la candidata demócrata Hillary Clinton. El director del FBI tuvo un papel cuestionable por sus desaciertos, pero es incomprensible que la mismas acciones que le ganaran las alabanzas de Trump, sean las que le cuesten su trabajo seis meses después.
Lo distinto es que hoy hay una investigación del FBI sobre la influencia rusa en la pasada elección para ayudar a la campaña de Trump.
La cuestión rusa hoy creó un caos en la administración Trump. En poco tiempo de gobierno, el caso llevó a situaciones extraordinarias como la autoexclusión del secretario de Justicia de la investigación,y a una serie de despidos de alto nivel que llegaron ahora a Comey.
Al presidente le hubiera gustado que Comey lo defienda ante el Congreso en vez de reconocer que sí hay una investigación alrededor de su campaña y que diga que es cierto que Obama interfirió su teléfono.
Trump cree que todos trabajan para protegerlo de sus errores y defender lo que no es cierto. Cuando esto no ocurre, los despide con todo el desprecio de un dueño que se siente traicionado por su empleado.
La esperanza es que el sucesor de Comey fuera un ejemplo de imparcialidad para sanar heridas. Pero ver para creer.
Es necesario saber qué ocurrió en el despido de Comey y en la investigación del FBI. El camino más viable es una comisión especial del Congreso y el nombramiento de un investigador por parte del Departamento de Justicia. En ambos casos, existirá la amenaza de la obstrucción republicana para llegar a la verdad.
Sería bueno que los republicanos tuvieran la integridad y los principios de quienes legislaban en la era de Nixon. Pero será difícil. Hoy su liderazgo es cómplice de la arrogante estocada a la democracia cometida por la Casa Blanca.