Editorial: La violencia en la política

Nada justifica el tiroteo ocurrido esta semana

El FBI lidera las investigaciones.

El FBI lidera las investigaciones. Crédito: Alex Wong/Getty Images

El tiroteo contra legisladores republicanos que practicaban béisbol refleja dos males que aquejan a nuestra sociedad. Uno es un viejo conocido como la facilidad para obtener las armas de fuego. El segundo más nuevo, un desgaste del discurso político que lleva a la violencia.

El autor del incidente, James T. Hodgkinson, era un ferviente seguidor del excandidato presidencial demócrata, Bernie Sanders, que estaba muy enojado con la política del presidente Trump. Hodgkinson ya había tenido sus problemas con la ley y llevaba tres semanas viviendo en su vehículo alrededor del parque donde causó la balacera.

Esta acción criminal que dejó varios heridos, entre ellos al congresista Steve Scalise, es un hecho repugnante que no tiene cabida ni justificación. Es un atentado con un motivo político realizado por un desequilibrado armado.

Creemos que el problema central no es la ideología ni la política, sino un demente con un fusil y un revólver.

Pero esto ocurre en medio de un clima hostil en que las diferencias políticas se han polarizado de tal manera que la rivalidad se expresa con violencia.

Hay dos hechos de características muy distintas que sólo son comparables por lo que dicen del tono actual discurso político. Uno es la balacera en el parque de béisbol, el otro es la reciente agresión de un candidato republicano hacia un periodista.

En ambos hubieron reacciones deplorables. En el primero no faltaron las bromas sobre el ataque a los republicanos, en el segundo se celebró el maltrato físico. Parecería que en el fondo hay una justificación perversa de esto.

Hay un camino que llevó a la situación actual.

Desde hace un tiempo que en el Congreso durante el debate normal sobre diferencia de ideas se desemboca en calificativos de “enemigos” y “traidores”.

La introducción de la religión en el discurso político condujo también a un nuevo nivel de intolerancia.

Mientras que la elección de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, dio pie a un racismo y un odio visceral nunca visto en los últimos tiempos. Allí se construyó un nivel de rencor que fue capitalizado por el candidato Donald Trump.

Esto dio cabida a que la intransigencia borre por completo la colaboración política necesaria para enfrentar los problemas nacionales.

El incidente en el parque de béisbol parece haber creado un momento de reflexión en el Congreso sobre la necesidad de bajar el tono agresivo y deshumanizador hacia el rival. Esperemos que este sentir no se deshaga en el próxima discusión legislativa.

En ambos lados del espectro político hay quienes confunden defender una posición con la destrucción del opositor a toda costa. Los legisladores políticos no pueden caer en esa tentación, a ellos les toca dar el ejemplo de civilidad y respeto en el debate de ideas.

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