Editorial: No somos una carga

Los inmigrantes comparten junto a los demócratas y los medios esa lista de enemigos que a Trump le gusta ondear ante sus simpatizantes

La gente que emigra, aspira encontrar mejores oportunidades laborales, educativas, salariales.

La gente que emigra, aspira encontrar mejores oportunidades laborales, educativas, salariales. Crédito: archivo

Cuando el presidente Donald Trump quiere enfervorizar una multitud recurre al tema de cómo los inmigrantes perjudican al estadounidense medio. No tiene siquiera vergüenza en prometer leyes que ya existen. La cuestión es explotar el chivo expiatorio para disfrutar de los aplausos y promover la agenda del resentimiento.

El mandatario hizo esto recientemente en Iowa durante un mitin. Allí dijo que iba a preservar la asistencia social de los estadounidenses que realmente lo necesitan. No habló de los continuos ataques conservadores a  estos programas.

“Pero otros no nos tratan bien. Por eso llegó la hora de hacer cambios con la reglas de inmigración”, dijo Trump para luego anunciar que los inmigrantes tendré que demostrar que pueden mantenerse ellos mismos y que los nuevos residentes legales no tendrán acceso a la ayuda pública.

La ovación no se hizo esperar. No importó que desde hace 20 años ya existe una ley que impone esta restricción y que es muy difícil emigrar a este país si no se demuestra que se será autosuficiente.

En ambos casos hay excepciones. Por ejemplo, hay categorías de inmigrantes refugiados que reciben ayuda y exclusiones en la reforma del welfare de 1996. A lo largo de los años los Estados también se les ha permitido elaborar sus propias normas para decidir cómo manejar su asistencia social.

La Casa Blanca dice querer eliminar todo eso. Es irónico que en momentos que se promueve la libertad de acción de los Estados, por ejemplo en la reforma de salud, se las quiera quitar en otras. Es un  limitado federalismo ideológico.

La administración Trump citó un estudio del Center for Immigration Studies (CIS) de 2015, en donde se dice que el 51% de los hogares encabezados por un inmigrante recibe ayuda pública en comparación al 30% de los no inmigrantes.

Este análisis fue criticado en su momento porque, por ejemplo, si la cabeza del hogar es un inmigrante y su cónyuge es un ciudadano en asistencia pública, se cuenta como si el inmigrante fuera el beneficiario.  El CIS fue creado como una organización anti inmigrante para proveer estudios con ese fin.

En cambio, la Cámara de Comercio en el reporte “Immigration: Myths and Facts” de 2013 no solo desmiente la afirmación del CIS sino citando numerosos estudios muestra que los inmigrantes aportan mucho más a la red de protección social de lo que reciben.

Los inmigrantes comparten junto a los demócratas y los medios esa lista de enemigos que a Trump le gusta ondear ante sus simpatizantes. A los demócratas los culpa de bloquear una agenda que está detenida por las diferencias entre los republicanos, a los comunicadores por informar las incongruencias presidenciales y a los inmigrantes, por todo lo demás.

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