Te apuesto a que en tu país todo sabe mejor…

Si los que se quedan supieran todo lo que extrañamos

Estoy escribiendo esta columna frente al Mar de Santa Marta, en Colombia. Yo nací aquí cerca, en Cartagena, de donde salí hace 35 años cargada de miedos, dudas y sueños.

Me fui a Estados Unidos, seguramente como usted que me está leyendo, con la ilusión de alcanzar el éxito.

Ya hoy a mis 52 años estoy segura de lo que es el éxito. Mi definición personal de exito es hacer y vivir todo lo que me haga feliz. Y esto se los cuento porque usted y yo sabemos que a los que nos fuimos a luchar a Estados Unidos nos miran con cierta admiración en nuestros países. Si los que se quedan supieran que…

Que los inmigrantes vivimos con una nostalgia eterna por la tierra y que volver a nuestro país es la única manera de hacer las paces con esa nostalgia.

Que desde lejos todo lo vemos más bonito. Más grande.

Lalo, el esposo de mi amiga Evelyn Betancourt, me contaba con su gran sentido del humor que Eve siempre le hablaba de lo grande que era la 5ta Avenida de Miramar en La Habana y que cuando la fue a ver, grande, lo que se dice grande no era precisamente la descripción correcta.

Evelyn, que sueña nostálgica con su Cuba desde Santo Domingo, se defiende así de su exageración nostálgica:

“Mí memoria selectiva que es tremenda ha archivado los mejores recuerdos y los repite solo para mí”.

Así nos consolamos los que vivimos lejos… Y los que tenemos el enorme privilegio de regresar reconstruimos recuerdos a punto de sabores y sonidos.

Aquí en las playas de Colombia me he recargado de paz. Y no de esa paz que ocupan los titulares de la prensa sino de esa paz que te regala la alegría de la gente, la divertida creatividad de ese vendedor ambulante que va gritando: “Llegooooo Larry!!!!”

Y después de una pausa completa la frase: “Llegó la Ricura” y comienza a enumerar el sabor de sus sabrosas paletas. O del otro que te invita a “despelucarte las cejas” ofreciéndote el alquiler de una moto de agua.

Cualquier inmigrante me dirá que sí cuando yo le apueste a que en su país todo sabe mejor…

Lo puedo comprobar porque aquí en Colombia la arepa con suero, el queso costeño, y el jugo de corozo me supieron a gloria.

Y Aquí Carlos Vives me sonó más bonito.

Y es que cuando regresamos a nuestra tierra sus olores, sabores, olores y paisajes definitivamente nos hacen recuperar nuestra verdadera esencia.

Sobre la autora

Luz María Doria es inmigrante colombiana, periodista, productora ejecutiva de Despierta América y autora del libro “La Mujer de mis Sueños”. Podrán encontrar su columna cada lunes en nuestro diario impreso y en este sitio web.

En esta nota

Despierta Améria Univision

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