Editorial: Dejen de jugar con el racismo
Los republicanos llevan mucho tiempo jugando con el fuego del racismo
La insistencia del presidente Donald Trump de poner a un mismo nivel a neonazis y blancos supremacistas con quienes se oponen a ellos es tan repugnante como las idea de estos extremistas.
Es difícil de creer que en pleno siglo 21 el primer mandatario de Estados Unidos diga que hay gente buena entre quienes marchan con antorchas en la noche gritando: “Los judíos no nos reemplazarán”. Que asegure empecinadamente que quienes usaron un auto como una arma mortal sean iguales a la fallecida y los heridos por ese acto.
Pero es así. Esta es una trágica y dolorosa realidad que hoy parece indignar a todos pero que se ha ido cultivando desde hace tiempo dentro del Partido Republicano.
La historia del racismo no es el relato de una organización política. Es la narrativa de un odio visceral que por largo tiempo creció en el Partido Demócrata. Cuando estos se volcaron en favor de los derechos civiles, los Republicanos recibieron a los desencantados, especialmente los sureños. Asi el partido de Lincoln comenzó el camino para ser el de Trump.
Desde entonces comenzaron las malas compañías y el coqueteo con una derecha racista. Durante décadas dentro de la carpa republicana se fue reemplazando a las minorías por gente atraída con un mensaje de resentimiento hacia ellas.
La presidencia de Barack Obama, hijo de padre keniano y madre blanca, fue el acabose para los Republicanos.
Allí se abrió finalmente la Caja de Pandora de un populismo racista con el Tea Party, financiado por intereses económicos como los hermanos Koch, e impulsado por un enojo irracional. Ese fue el momento en que el racismo salió al aire libre. No es casualidad que el presidente Republicano de hoy es quien se hizo célebre ayer diciendo que Obama era un musulmán extranjero. Una parte del establishment lo respaldó y otra parte sonrió callado.
No hubo ningún senador McCain que dijera que Obama era un estadounidense honorable, como cuando lo hizo durante un debate con el expresidente, ante la afirmación de un votante de que el afroamericano era un musulmán.
El Partido Republicano que creó el ambiente para que Trump sea su candidato presidencial es el responsable de hoy. Sus votantes son los cómplices porque sabían a quién elegían.
La campaña presidencial dejó muy claro la poca calidad humana, la falta de empatía y la bajeza de un individuo cuyo valor moral es guiado por su ego.
Las críticas de legisladores Republicanos al presidente ya fueron escuchadas con anterioridad, con una molestia pasajera.
Los republicanos llevan mucho tiempo jugando con el fuego del racismo. Hoy la casa se incendia y todavía se hacen los cálculos que justifican revivir el odio racial a cambio de unos recortes de impuestos. De no querer ofender a sus votantes que hacen el saludo nazi.
El expresidente Ronald Reagan decía que él no había dejado a los Demócratas, sino que ellos lo abandonaron a él. en este momento, la presidencia de Trump amerita una reflexión similar.