El compás de espera más angustioso de los Dreamers
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice
Cuando el Senado abra este lunes un extraño debate migratorio en el que cualquier cosa puede presentarse y cualquier cosa puede pasar, la pregunta que muchos nos hacemos es qué papel jugará y qué hará el voluble presidente Donald Trump, quien ya ha rechazado repetidamente propuestas que incluso incluyen fondos para el muro que prometió a su base.
La otra gran interrogante es qué emergerá del Senado y, más aún, qué hará la Cámara de Representantes presidida por el republicano de Wisconsin, Paul Ryan, quien no se ha comprometido a un debate similar. Ryan dice que llevará una solución al pleno cameral, “una que el presidente Donald Trump” pueda promulgar, lo cual implica que sólo medidas restriccionistas emergerán de ese debate.
De este modo las vidas de cientos de miles de Dreamers y de sus familiares, muchos de ellos ciudadanos y residentes permanentes, vuelven a colocarse sobre el tapete. Una vez más se generan expectativas de una posible solución en puerta. Una vez más los Dreamers están al centro del ajedrez político con republicanos y demócratas culpándose mutuamente de la inacción.
He repetido muchas veces que he sido testigo de este debate migratorio desde hace casi tres décadas, primero como reportera en Los Ángeles un par de años después que Ronald Reagan promulgara la amnistía de 1986; luego como corresponsal en Washington, D.C., cubriendo los debates en el Congreso; y ahora como activista de una organización pro reforma migratoria.
Sin temor a equivocarme puedo decir que nadie es inocente en este debate; nadie tiene las manos totalmente limpias; y todos, en mayor o menor grado, han explotadp el tema políticamente hablando. Con excepción de los más extremistas, caso todos los legisaldores aseguran querer una solución legislativa para los Dreamers; han formulado promesas cuando han estado en mayoría y en minoría en el Congreso.
Hay varias constantes en este debate. Las promesas incumplidas y la inacción son dos de ellas. Pero también lo es la constancia de los Dreamers en buscar una resolución para sus vidas, así ello suponga enfrentarse a los políticos que les son adversos e incluso a los que dicen ser sus defensores, aunque luego se rajen ante la presión.
Desconozco en qué terminará este debate. Si habrá una vía a la ciudadanía para los Dreamers a cambio de un muro y de históricas reducciones en la inmigración documentada y la reunificación familiar. O si sólo les ofrecerán legalización sin ciudadanía.
Lo que sí sé es que la urgencia de una solución para los Dreamers es extrema porque independientemente de lo que diga el gobierno de Trump de que no serán prioridad de deportación, ésta es una de las administraciones más antiinmigrantes.
Sí, ciertamente el gobierno de Barack Obama superó récords de deportaciones, pero al menos en sus últimos años aplicó discreción procesal para centrar las repatraciones en verdaderos delincuentes, algo que con Trump ha desaparecido. Sí, Obama dijo muchas veces que no podía girar DACA, pero al final lo hizo en 2012 y es precisamente porque Obama lo hizo que Trump lo revocó.
Con el gobierno de Obama podía apelarse al argumento moral y había algún tipo de respuesta. Con el gobierno de Trump no hay compás moral ni en inmigración ni en ningún otro asunto.
Queda por ver qué emerge del caótico Congreso que hasta ahora ha sido un sello de goma del extremismo del caótico presidente.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice