Ángeles Mastretta: “¿Cómo sobrevives a la idea de que hay un chamaco capaz de disolver en ácido a otros?
La escritora mexicana habla de su obra, que mezcla historia, ficción y autobiografía.
Ángeles Mastretta (Puebla, México, 1949) es una prolífica escritora, autora de libros como Mal de amores, Mujeres de ojos grandes o La emoción de las cosas. Su primera novela, Arráncame la vida, que escribió mientras criaba a sus dos hijos pequeños, le valió el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en 1997.
Fue la primera mujer en 30 años en recibir ese galardón, uniéndose a nombres como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Carlos Fuentes o Roberto Bolaño.
Mastretta es especialmente reconocida por sus personajes femeninos: mujeres fuertes y valientes que toman las riendas de su vida en sus manos, casi heroínas, pero también muy humanas.
La escritora recibe a BBC Mundo en su casa en el barrio de San Miguel Chapultepec en la Ciudad de México. Su jardín, lleno de bambúes y helechos, es un oasis que hace olvidar que está en medio de una de las ciudades más grandes del mundo.
No repara en hablar de sus miedos y cuenta intimidades de su vida y de su obra, en la que mezcla con especial destreza y en diferentes medidas la ficción, la historia y la autobiografía. También habla del horror que le produce la violencia en que está sumido México.
Sin embargo, defiende la inocencia y dice que nunca nadie, pero en especial un escritor, debe perder la curiosidad: “en el momento que la pierdes, entre otras cosas pierdes también las ganas de seguir vivo”.
Se le iluminan los ojos cuando recuerda que Joaquín Sabina la invitó a cantar Arráncame la vida, en un concierto en el Auditorio Nacional en 2011. “Fui y lo hice ante el horror de toda mi familia“, cuenta entre risas, como recordando una travesura.
“Si no la quieren es porque no la conocen. Los ojos más brillantes, la mujer más valiente. Que no canta profesionalmente, pero que, en noches de antros y cantinas a mí me ha puesto un nudo en la garganta cantando el título de una de sus novelas”, la presentó Sabina.
Ficción, autobiografía, historia, parece que fluyen tan libremente en tu cabeza, como en tu obra...
Sin duda, están dando vueltas. Es lo que soy yo. Aunque ahora estoy teniendo más trabajo con la ficción. No sé si me he vuelto menos inocente para imaginar. Para hacer ficción, tienes que tener un grado, no sé si de soberbia, pero sí de autoestima, para pensar que a alguien le va a interesar lo que a ti se te ocurre inventar.
Muchas veces me digo: ¿para qué me cuento esa historia, si estoy muy contenta con las que me sé? Es muy raro, te estoy contando mi más tremendas dudas porque estoy pasando por ellas… Tengo como 3 libros empezados, los tres son muy distintos y los tres me divierten, pero ninguno camina.
¿En lo que llaman “un bloqueo“?
Lo llamarían bloqueo, pero tal vez es que el mundo de fuera me está comiendo demasiado. Mi hijo Mateo tuvo dos hijos al mismo tiempo, unos cuates que me fascinan y que llevo año y medio contemplándolos todo el tiempo. Voy a su casa, o vienen a la mía. Me distraen muchísimo y un cúmulo de la energía creativa la pongo ahí. Al mismo tiempo en mis hijos, mis amigos, mi cónyuge.
Se van los días más rápido porque supongo que lo hago todo más despacio. Pierdo el teléfono y pierdo tiempo buscándolo.
¿Estás volcada más en lo que pasa fuera que dentro de ti?
Ahora mismo estoy muy volcada hacia fuera. Y cuando estoy en la parte íntima estoy más contenta leyendo, oyendo música y pensando. Eso es peligrosísimo: ¡sin publicar, voy a caer en la miseria! (se ríe).
¿Estás feliz?
Eso sí. Se me ve, ¿verdad? Estoy en paz. Pero quiero vivir 20 años más y para eso necesito tener dinero. Pero quien sabe si viva 20 años más. Tengo 68 y mi mama murió de 84. Me faltarían 16 años. De repente me digo: No me puedo perder la vida porque estoy inventando la vida de no se quién.
Hago mucho eso. Me acuerdo y lo lamento. Por ejemplo, una vez que fui a dar una conferencia a Guanajuato y me acompañó mi mamá. Pasamos a San Miguel de Allende y mi mamá quería comprar un espejo y unos cojines. No sabes la lata que le di. Yo me quería regresar porque había dejado en la novela a Emilia Sauri en una tina con Daniel Cuenca y me quería regresar a ver qué pasaba.
Pobrecita de mi mamá. Ahorita digo, ¿cómo no la disfruté más? ¡nos hubiéramos quedado a dormir ahí!
En una entrevista dijiste que tu destino era ser una mujer calladita…
En mi infancia, lo que estaba previsto para mí, una niña que nació en Puebla en 1949, era casarse. Según ese mundo ya fue raro que estudiara la preparatoria. Muchas de las niñas acababan la secundaría y estudiaban comercio, muy sofisticadamente comercio en inglés. Yo de niña quería ser maestra.
Me decían “maestra liendre” porque era muy pequeña. Quería eso porque las únicas mujeres que yo veía libres eran las profesoras de mi colegio. La directora, una solterona en sus 50 a la larga se volvió un ejemplo de vida, porque hacía lo que quería, aunque eso fuera muy aburrido, atender un colegio.
Luego estudié la prepa y quise ser periodista.
Hablas de la inocencia como un mérito, cuando algunos lo consideran algo estúpido...
Mi familia era la inocencia misma. En mi familia no existía ni el desamor, ni el pleito, ni lo desagradable, ni la muerte misma. Si se moría un gallo, o si mataban al guajolote (pavo) de la navidad, eso pasaba quien sabe donde.
Yo no tuve mayor contacto con la muerte, sino hasta grande. El mundo era muy bonito y yo creo que eso con la edad te vuelve a salir. A pesar de que el mundo esté tan horrible y que se meta a mi recámara en las noches, me tenga que ver a los muertos y a los desaparecidos, yo de todas maneras amanece y canto. Algo de la inocencia primera está recuperado.
La familia de mi mamá se llamaba a sí misma “el Circo Guzmán” porque nos la pasábamos organizando espectáculos para nosotros mismos: el día de la madre los 20 nietos teníamos que representar varios papeles. Yo cantaba, bailaba o recitaba con la prima que me tocara.
Ese circo era muy exitoso y estaba regido por la inocencia. Ese mundo ya no va a volver a existir. Y no lo añoro, pero si lo venero. Sí me parece digno de reverencia. Me ayudó a ser fuerte. Una infancia feliz es muy buena para todo el mundo.
https://twitter.com/magamastretta/status/989652943774208000
¿Como intelectual, crees que tienes una responsabilidad de denunciar la injusticia o usar tus plataformas para cambiar las cosas que están mal?
Arráncame la vida no es más que criticar lo que había sido hasta entonces el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México. Habla de la manera de hacer política, de los caciques en los gobiernos y de la gente que los padecía.
Yo quería contar la vida de este cacique y terminé contando la vida de su mujer. Me comprometí a entender la vida de las mujeres. Y sin duda la vida política. En Mal de amores también.
Yo me dije que no puedo salvar al mundo, pero en realidad no he hecho otra cosa que tratar. Escribo sobre eso, argumento sobre eso y vivo entre gente que hace eso. Toda mi vida he vivido con un señor que a eso se dedica, igual que mis amigos.
¿Escribirías de los problemas actuales de México como narco y la violencia?
Mi certidumbre es que ahorita yo no puedo hacer nada más que decir “¡qué horror!”.
Lo digo en el twitter, a los que me rodean. Nada más “¡qué horror!” y no sé qué hacer con eso. No sé qué hacer con mi espanto. Y al mismo tiempo se que a mis 68 años no me voy a lanzar a Durango o a Colima para ver cómo pasa esto. El narco y la violencia es lo que a mí y a buena parte de la gente de este país, lo que más nos aflige.
Los candidatos están peleando por la democracia y sobre todo por quién manda, quien prevalece. Y nadie, ninguno, dice qué va a hacer para acabar con el crimen y la inseguridad. No hablan de eso, les da miedo.
¿Fuiste siempre consciente de tu feminismo?
Toda mujer que quiera ser dueña de su vida y mover o conmover la vida de otros, tiene que serlo. Viviendo en Puebla la consciencia feminista solo fue decidir irme de ahí porque en ese tiempo mi destino sería solo encontrarme a un hombre que me mantuviera y obedecerlo.
Pero cuando entro a la UNAM me doy cuenta que existe el feminismo y digo, “¡claro, pero qué cosa más obvia he tenido enfrente sin verla!”. Y empecé a escribir sobre aborto y violación en una época que escribir de eso era peligroso, te ganabas odios.
Ahora hay una parte de la sociedad que está en esto, pero cuando yo era chica no.
¿Qué piensas de las nuevas generaciones de escritoras en América Latina? ¿Qué te llama la atención?
Lo que veo, de los libros que he leído, las mujeres se están contando a sí mismas. Están como queriendo ver quien son. Las mujeres están indagando en sí mismas.
Mujeres después de mí, como unos 10 años, como Mónica Lavín o Sandra Lorenzano, están haciendo cosas que tienen que ver consigo mismas. También en el periodismo o en el cine, veo muchas mujeres contándose a sí mismas, contando lo peor que les pasa a las mujeres, dando testimonio. Lo celebro y me parece urgente.
Yo también lo hice un poco. Pero no vayas a creer que pensaba que estaba siendo una pionera. Ni se me ocurría pensar que estaba contando las grandes verdades. O siendo muy valiente.
Ahora, también me doy cuenta que muchas de las cosas que me urgía decir las están diciendo ya. A lo mejor ya no es tan urgente que las diga yo porque las están diciendo otras y otros. Antes si sentía la urgencia porque sentía que había muy poca gente defendiendo la libertad, las cosas importantes.
¿Cuál es la relación con los personajes y las historias de tus libros pasados? ¿Siguen viviendo en tu cabeza?
Los Sauri, de “Mal de Amores” sin duda. Inventé ese mundo con muchísimo amor y todavía lo extraño. Se me antojaría visitar a los Sauri y ver cómo están.
Tardé 4 años en escribir ese libro. No había internet y tuve que leer una buena cantidad de libros para entender la época, de hierbas, cosas como dónde se estudiaba medicina o dónde compraba sus camisas un hombre elegante. Fue muy divertido.
Los Sauri todavía andan por mi vida. En algunas cosas están mezclados con mis parientes o con las ideas de que fueron mis parientes.
Empecé el libro diciendo: voy a inventar a una mujer que esté enamorada de dos hombres al mismo tiempo. La primera vez que imaginé a Emilia Sauri estaba en su casa dándole de comer a unas gallinas. Luego nunca hubo gallinas en su casa. Me la imaginé pensando: “¿cómo es posible que yo esté enamorada de dos hombres que son tan distintos al mismo tiempo?”.
Emilia nace en 1893, el mismo año que mi abuela, pero es todo lo contrario. Mi abuela era pacífica y conservadora. Yo quería hacer una mujer completamente distinta, pero que naciera al mismo tiempo. Quería ver cómo yo hubiera querido que fuera mi vida si hubiera nacido en 1893. Me encanta hablar de ese libro. Ten cuidado porque me sigo.
Y ¿cuál es tu relación con Arráncame la vida?
Pasan cosas muy raras. Cuando hicieron la película, yo volví a descubrir cuánto quería a Catalina. También, lo complicado que puede ser el mundo que tú inventas en dos renglones. Por ejemplo, al principio de la novela dice: “mi papá, un hombre que dejó de ordeñar vacas porque aprendió a hacer quesos”. Eso sugiere que venden quesos en Puebla.
Cuando estaban haciendo la película me dijeron: “ven a ver la quesería de don Marcos”. Esa quesería sólo existía en dos renglones del libro. Pero, en la película, para que su hija lo visitara, tuvieron que hacer una tiendita de 1935, una época que yo nunca conocí.
La botica de Diego Sauri está todo el tiempo presente en el libro, pero la quesería solo estaba en dos renglones.
Y también has dicho que te emociona cómo tus lectores van interpretando tus historias…
Sí, mucha gente que viene a que le dedique un libro me habla de su versión de la historia. Me han dicho: “yo estoy enamorada de uno que es como Daniel Cuenca” o “yo también estoy enamorada de dos hombres al mismo tiempo”. Cada quien hace su lectura del libro.
Hace poco alguien me puso en un tuit: “estoy en la cuarta parte de Arráncame la vida. Como es posible que usted esté jugando así con mis sentimientos”. Yo creo que porque se muere uno de los personajes.
¿De qué se tratan los textos que escribes en estos momentos?
Uno es sobre mi papá, qué hacía en Italia, cómo volvió a México. Me he empezado a imaginar que hacía mi padre en la Segunda Guerra Mundial en Italia. Fui a visitar a su novia de esas épocas. Resultó ser una mujer encantadora, pero las cosas que me dijo no servían de nada.
Hay muchas cosas que no sé y que tendría que inventar porque mi papa murió cuando tenía 20 años. Entonces, a veces no sé como seguir y paro. El otro libro va sobre tres mujeres, una de 80, otra de 50 y otra 25, que viven en el mismo edificio en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Las tres tienen vidas muy distintas, pero son amigas.
Cuando empecé la que mandaba era la mujer de 80 años. Yo empecé a escribirlo a los 50. Pero ahora que tengo 68, ya estoy más cercana a ella y ya no sé qué hacer. A veces cuento a una o a otra. No sé si soy yo en diferentes épocas o si trato de adivinar quienes son las mujeres que ahorita tienen 25.
¿Qué piensas de las próximas elecciones en México?
Siempre he sido anti priista. El PRI no va a repuntar y qué bueno. Ya no queremos que gobierne. Pero tampoco sé muy bien lo que va a pasar y tal vez hablo tan poco de eso.
Morena (el partido del candidato puntero Andrés Manuel López Obrador) se parece al PRI en algunas cosas. Quieren a un México como era en los 80. Donde mande un hombre por encima de los demás. Hay sin duda un culto a la personalidad, y quieren un regreso a como era la economía, aunque no era perfecta.
Esta gente tiene nostalgia de esa época, aunque había una brutal inflación. No me parece que sea el mejor de los mundos. Ahora, si era un mundo más inocente y en el que la delincuencia organizada no era tan bárbara.
¿Ves alguna salida a estos problemas de México actual?
Yo no se quien de estos candidatos la pueda resolver. Yo escribo poco sobre eso porque me abruma, me hace llorar. ¿Cómo es posible que uno sobreviva a la idea de que hay un chamaco (muchacho) capaz de disolver en ácido a otros? ¿Cómo vives con eso, cómo lo cuentas?
Yo cuando oigo estas terribles historias en los noticieros y luego que son capaces de decir: “y vamos a otras cosas”, yo digo “¡qué horror! Yo me voy a quedar los siguientes días pensando solo en esto”. Asusta muchísimo.
Provoca miedo y horror. La otra cosa que provoca horror es que yo no sé como resolverla, pero tampoco los que nos van a gobernar. O al menos no nos han dicho cómo.