La música cambia la vida de joven autista en Los Ángeles
Su madre luchó hasta encontrar la escuela que pudiera ayudar a su hijo a avanzar, aún con su condición de salud
Hace cuatro años, Enrique Duarte IV era un joven solitario del Este de Los Ángeles; no tenía amigos, ni sabía cómo comunicarse ni socializar.
Su madre Lisette Duarte había recorrido escuelas, buscado todo tipo de terapias. Por un tiempo, se convirtió en su maestra en su propio hogar.
Todo para lograr que su hijo diagnosticado con autismo a la edad de 10 años encontrara el mejor ambiente educativo que lo ayudara a sacar su potencial, sin importar su condición.
A los 14 años, la vida de Enrique cambió, cuando entró a la secundaria Sotomayor Learning Academies.
“Antes me sentía muy solo. No me gustaba la escuela. Me la pasaba en los videojuegos. No hacía nada”, reconoce el muchacho.
Inspirado por sus maestros
Fue el doctor Andrew Jorgensen, quien era el director musical de Sotomayor Learning Academies, y el maestro de música Aaron Smith quienes lo animaron a tomar clases de música. Empezó con la guitarra en el noveno grado, pero en el décimo grado la cambió por el bajo cuando se dio cuenta que le gustaba más.
“La música me ayudó a ser más sociable. Aprendí a platicar con otras personas de manera normal y a comunicarme mejor.La música me ayudó a encontrar amigos y el amor. En una escuela de verano, conocí a mi novia”, dice.
En la actualidad, toca el contrabajo y el bajo eléctrico. “Descubrí también que la música me ayudó a mejorar mis calificaciones en matemáticas, y con los números”.
Comenzó tocando rock. “Adoraba a Led Zeppelin, pero ahora mis gustos se han cambiado al jazz”, reconoce.
Y admite que para él, la música no es un hobbie sino su vida. “En diez años me veo componiendo y tocando en conciertos”, dice sin dejar de rascar las cuerdas de su bajo.
Enrique se graduará este mes de la secundaria. Fue aceptado para estudiar música en el Instituto de Artes de California (CalArts) en la ciudad de Valencia, pero por falta de recursos, ha decidido aplazar por dos años su ingreso.
“Me ofrecieron una beca mínima, pero no es suficiente para pagar las colegiaturas. Así que primero voy a ir por dos años al Colegio Comunitario de Los Ángeles. Ellos tienen un programa muy bueno de música que quiero aprovechar”, cuenta.
Cada año, CalArts acepta solo al 25% de los estudiantes que solicitan su ingreso.
“Nos sentimos muy felices y orgullosos de que Enrique haya sido elegido dentro de ese pequeño grupo, pero es una institución privada muy cara. Necesitamos tiempo para conseguir más becas”, explica su madre.
Lucha por el mejor ambiente educativo
La madre dejó su empleo como secretaria legal para enfocarse en sus hijos. “Faltaba mucho al trabajo. Y terminé dejándolo para enfocarme en mis hijos”, comenta.
Sus dos hijos, Enrique de 18 años y Elise de 13, tienen autismo. El de su hija menor es más severo, dice.
En el preescolar, a su hijo mayor le diagnosticaron el Desorden de Hiperactividad y Déficit de Atención (ADHD). El diagnóstico del autismo vendría cinco años más tarde.
“Enrique era muy impulsivo. Le afectaban mucho los sonidos fuertes como el de las ambulancias. Los cambios de rutina le provocaban mucha ansiedad. No toleraba la textura de ciertas telas. No podía usar pantalones de mezclilla. No se podía sentar por mucho tiempo. Las maestras le decían que era malo y que no se sabía comportar”, recuerda.
Después de probar muchas terapias, escuelas y grupos de ayuda, y lograr ciertos avances, encontraron la escuela Sotomayor Learning Academies.
“Es una escuela chárter pública. Dicen que este tipo de escuelas no son buenas para la educación especial, pero nuestra experiencia es diferente. Por el contrario, en las escuelas públicas del distrito fue muy duro. Simplemente los salones de clase son muy grandes. Los niños especiales no pueden recibir la atención que necesitan”, comenta.
Encuentra apoyo
Enrique admite que cuando llegó a esta escuela, por primera vez en sus años escolares, se sintió estimulado.
“Él ha puesto mucho de su parte para mejorar su vida, pero la lucha de los padres con autismo es encontrar qué les funciona, y un buen ambiente escolar. Muchos de los niños con autismo vienen con regalos escondidos. Mi hijo ha sido calificado como doblemente excepcional. Por ejemplo, tiene una gran memoria y es muy brillante en muchas áreas”, comenta su madre.
“Desde luego, las terapias le han ayudado a superar sus dificultades para socializar y entender las emociones. Antes no le gustaba que lo tocaran o abrazaran. No entendía el significado de llorar. Una vez me preguntó, ¿mamá por qué te sale agua de la cara?”.
Sin embargo, considera que estar a un paso de graduarse de la secundaria ha sido posible porque lograron rodearse de gente que los animó y les dió una oportunidad.
“Estoy emocionada de que se vaya a graduar. Para mí es un principio de todas las posibilidades que están por venir en el futuro. Quisiera que un día tocara en un concierto grande”, confía la madre.
Su recomendación a otros padres de hijos con autismo es obtener el diagnóstico apropiado y buscar agencias que los asesoren, pero sobre todo, encontrar un ambiente educativo favorable.
No menos importante es dar esperanza a los hijos.
“Siempre hay que decirles que las terapias van a tomar tiempo, pero los van a ayudar a mejorar”, dice.
En al actualidad, Enrique toca en una banda de música. En dos años consecutivos, ha sido nombrado el músico del año de su escuela conocida por sus siglas como eCals. Es miembro de la Junta Directiva de la Sociedad de Autismo de Los Ángeles. El año pasado fue parte del Consejo de Jóvenes del alcalde de Los Ángeles.
Su madre Lisette Duarte trabaja como especialista de apoyo familiar en la organización no lucrativa TASK que ayuda a educar y empoderar a las personas con discapacidades y a sus familias.