Opinión: Argentina en la hoguera y Messi en un laberinto sin salida
La realidad de la Albiceleste en Rusia es una debacle largamente anunciada
Lionel Messi saltó a la cancha de Nizhny Novgorod atribulado, doliente, ausente y sin emoción, e involuntariamente presagió la debacle que 90 minutos después colocaría a Argentina en la peor crisis mundialista desde aquellos ocho años que comenzaron con la expulsión de Rattin en Inglaterra 1966, siguieron con la ausencia en México 1970 y culminaron con la eliminación en segunda fase en Alemania 1974.
Croacia desnudó al exhibicionista, no hizo más que quitar la máscara a un adefesio y agudizó así la crisis de un grupo de futbolistas de élite que jamás han logrado conjuntarse y darle identidad a un doble campeón del mundo que hoy yace al borde del precipicio de la medianía.
Sin importar quién lo dirija, Argentina es un muerto al que nadie le ha avisado de su condición, una pléyade sin alma que reboza soberbia y dependencia de un hombre crucificado por sus propias virtudes y que intenta redimirse atestiguando una verdadera hoguera de vanidades malentendidas.
El ‘mejor jugador del planeta’ yace en el laberinto de sus tribulaciones, con los ojos cerrados y la mente en otro plano, justo como enfrentó hoy las notas del himno de un país que dice sentir suyo sólo cuando se desprende de su verdadera identidad y alimenta con pesadumbre la esperanza malsana de una exigencia imposible de satisfacer.
Pase lo que pase de aquí en adelante en Rusia 2018 no va a cambiar la realidad. En la Albiceleste no hay grandeza, no hay rumbo, no hay forma, no hay fondo… no hay nada.