Madre se reúne con su familia después de casi dos años de separación

La falta de atención de un abogado sobre la solicitud de residencia de su madre, los hace pasar por una dolorosa pesadilla

Aurelia Oropeza (d), junto a su esposo Raúl y su hija Karla, muestra su tarjeta de residencia. / foto: Aurelia Ventura.

Aurelia Oropeza (d), junto a su esposo Raúl y su hija Karla, muestra su tarjeta de residencia. / foto: Aurelia Ventura. Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

Aurelia Oropeza viajó a Ciudad Juárez para arreglar su residencia y se presentó confiada a su cita con las autoridades de Migración.

Lejos estaba de imaginar que la pesadilla estaba por comenzar y tendría que permanecer en México por un año y siete meses, alejada de su familia. Peor aún, a causa del alto nivel de estrés al que se vio sometida por la separación familiar, sufrió en México una embolia de la que aún se recupera.

Aurelia Oropeza emigró con su esposo Raúl Oropeza cuando tenía 19 años. En Estados Unidos tuvieron a su única hija, Karla Granados quien tiene ahora 26 años y es maestra de secundaria de la clase de historia.

La hija solicitó la residencia de su madre y junto a sus abuelos maternos —que son residentes de EEUU— pidieron el perdón para Aurelia por haber entrado ilegalmente al país y haber vivido más de un año sin documentos.

Para que una persona indocumentada pueda calificar para la residencia, necesita que la pidan dos personas residentes o ciudadanos, que pueden ser un padre y un hijo.

“La paralegal de mi abogado me dijo que tenía que viajar a Ciudad Juárez por el perdón y tendría que pasar allá entre tres y seis meses”, recuerda Aurelia.

Terminó la pesadilla.Aurelia Oropeza pudo regresar a su casa con su esposo Raúl Oropeza y su hija Karla. (Aurelia Ventura/La Opinion)Ê

Falta de atención

Sin embargo, las autoridades consulares en Juárez le dijeron que no podían proceder con su trámite de residencia porque no habían recibido el perdón de parte de su abogado.

La paralegal prometió mandar el perdón en un par de días que se convirtieron en meses. Aurelia decidió irse a Tijuana para estar más cerca de su hija y su esposo.

Yo me la pasaba llorando. Me preguntaba qué estoy haciendo aquí. ¿Cuándo me voy a ir? Quiero estar en mi casa”, recuerda. Para entonces llevaba 28 años de vivir en Los Ángeles.

“Toda mi familia, mis padres, mis hermanos, mi esposo y mi hija estaban en Los Ángeles”, observa.

Karla dice que ella viajaba cada fin de semana a ver a su mamá a Tijuana. Regresaba muy preocupada de verla cada vez más triste.

Karla le muestra a su madre las fotos de su boda a su madre Aurelia. Ella se casó con su prometido Francisco Granados cuando su mamá estaba retenida en México. (Aurelia Ventura/La Opinion)

Salud en peligro

Un año después de estar en Tijuana, fue asaltada cuando venía de comprar leche. “Yo lo único que pensaba era que todo lo malo me estaba pasando”, dice.

Un día después del asalto, su hija Karla recuerda que recibió una llamada telefónica de Tijuana para informarle que su madre se había puesto mal.

“Cuando fui a verla estaba como ida, no me reconocía y no podía hablar bien”, dice. Un neurólogo en Tijuana le dijo que era un tumor en el cerebro y había que operarla. Karla no quedó conforme con el diagnóstico y por consejo de una amiga en Los Ángeles, su madre viajó a Ciudad Juárez a ver a otro especialista quien le diagnosticó que había sufrido una embolia. Otro neurólogo en Tijuana confirmó también que no era un tumor sino una embolia, y que estaba viva de milagro.

Desesperada, Karla comenzó a presionar más a la paralegal del abogado que habían contratado. “Tuvimos varios altercados. Yo le pedía que incluyera en la petición de residencia, los reportes médicos de la embolia para apresurar el caso, pero me decía que eso no le importaba a las autoridades de migración”, recuerda.

La hija dice que de no haber sido porque ella empezó a llamar directamente a las autoridades de migración y a poner mucha presión al abogado, que consiguió acelerar el caso y que le dieran otra cita a su madre.

El defensor les dio 400 dólares para tratar de calmarla, pero ellos ya le habían pagado más de 6,000 dólares.

Vuelve a la vida

Finalmente, toda nerviosa la madre se presentó a una cita con las autoridades de migración el 6 de febrero de 2018.

“Su caso ha sido aprobado, me dijo el oficial. En ese momento sentí la vida. Yo sabía que me iban a aprobar la visa, pero no sabía cuando”, dice Aurelia emocionada hasta las lágrimas.

Al salir hubiera querido tener a quien abrazar dice, pero no había nadie por lo que decidió abrazarse a sí misma. “¡Ya puedo regresar con mi familia!”, recuerda que exclamó.

Cuenta que el mismo día que le dieron la visa cruzó la frontera y tomó un autobús con destino a Los Ángeles. “Mi hija me decía que me esperara a que me compraran un boleto de avión. Yo le dije que ya habían gastado mucho y que no quería esperar un minuto más”, dice.

Doce horas después, Aurelia llegó a Los Ángeles. “Desde que comencé a ver por las ventanas del autobús que estábamos entrando al condado de Los Ángeles, dije ahora sí se respira a casa”, recuerda mientras su esposo Raúl no la suelta de la mano.

“Fue muy triste estar separado de mi esposa. Llegar a la casa y no verla y ver que el tiempo pasaba y no veíamos para cuándo iba a regresar. Mi hija y yo nos hacíamos los fuertes. Es mentira que los hombres seamos muy fuertes, en realidad somos muy débiles”, admite el esposo.

“La separación nos desgastó mucho y estamos tratando de ubicarnos de nuevos, pero estamos muy agradecidos con Dios”, confiesa Raúl Oropeza.

Aurelia Oropeza está muy feliz de estar de regreso con su hija Karla Granados y su esposo Raúl Oropeza. Además ya es residente permanente. (Aurelia Ventura/La Opinion)Ê

En recuperación tras la separación

Karla Granados revela que cuando vio que su madre descendió del autobús, pudo soltar el cuerpo y el llanto contenido. “Mientras ella estaba en Tijuana, era muy difícil para mi llorar. Estaba muy ocupada trabajando, peleando con el abogado porque atendieran el caso de mi madre, hablando a migración, y al mismo tiempo estaba haciendo mi maestría”, dice.

Menciona que estuvo a punto de abandonar la maestría cuando su madre sufrió la embolia para dedicarse a cuidarla. “No la dejé porque empecé a ver que mejoraba muy rápido. Hasta los propios médicos estaban sorprendidos”, indica.

Karla dice que ella sufre de ansiedad, pero durante la separación de su madre, estaba tan ocupada viendo cómo ayudarla, que los ataques de pánico desaparecieron. “Meses después de que ella regresó, volvieron. Ese tiempo que estuvimos separadas, fue muy difícil porque sientes que aunque tú has contribuido mucho por este país, no tienes nada cuando estás peleando ante migración y con un abogado”, dice.

Aurelia muestra su tarjeta de residente permanente y dice que se siente “muy bonito” tenerla y estar al lado de su esposo, de su hija y en su casa en Los Ángeles. La pesadilla terminó.

Karla externa que no fue hasta que su madre regresó que se dio cuenta que el abogado tenía muy malas calificaciones de parte de sus clientes. “Esto es algo que debí haber revisado desde el principio”, se lamenta.

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