Editorial: Pozos de petróleo en Wilmington

Todo se disuelve a la hora que se plantea alguna regulación municipal concreta y seria de la industria petrolera en esta ciudad de Los Ángeles

Smoke from the Wilmington refinery, one of the most polluted areas in Southern California. / El humo de las refinería de Wilmington, una de las áreas más contaminadas del sur de California.

Smoke from the Wilmington refinery, one of the most polluted areas in Southern California. / El humo de las refinería de Wilmington, una de las áreas más contaminadas del sur de California. Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

Wilmington fue descrito hace un tiempo como “una isla en un mar de petróleo”. Estos supuestos isleños todavía viven asediados por la marea de contaminación que tiene un serio impacto en su salud.

Esta región con 50,000 habitantes en 10 millas cuadradas es considerada por la Agencia para el Control del Medio Ambiente como la ciudad con la peor calidad de aire en todo el país.

Una y otra vez los habitantes del área pidieron ayuda para enfrentar este problema. Una y otra vez sus peticiones fueron ignoradas. Mientras tanto siguen expuestos a las refinerías, pozos de petróleo, el movimiento de camiones y trenes alrededor de esta industria, además de otras fuentes de polución.

Primero la autoridad estatal, específicamente el South Coast Air Quality Management District, rechazó en abril pasado prohibir el uso de químicos tóxicos en dos refinerías de Torrance y Wilmington. Los reguladores a cargo de proteger el medio ambiente en el Sur de California dijeron que iban a investigar medidas potenciales para evitar la emisión accidental de ácido hidrofluórico. Las preocupaciones por el empleo y la industria predominaron por sobre la salud de los vecinos.

Esta semana le correspondió al Concejo Municipal de Los Angeles estar a cargo de la desilusión. Los concejales aprobaron dos mociones sobre el tema de los pozos de petróleo. Una fue muy acertada al impedir que AllenCo Energy Co. pueda reabrir su explotación petrolera en uno de los terrenos que alquila a la Arquidiócesis de Los Ángeles. La segunda fueron directivas a varios departamentos municipales para centralizar la vigilancia en las industrias de gas y petróleo en la Office of Petroleum and Natural Gas Administration and Safety que está a cargo de la Junta de Trabajos Públicos.

Quedó en el tintero del Concejo, pospuesto por tiempo indefinido, una moción que obligaría a la ciudad a realizar inspecciones anuales de los pozos de petróleo. Todo se disuelve a la hora que se plantea alguna regulación municipal concreta y seria de la industria petrolera.

Los vecinos pidieron a la ciudad zonas de protección de la salud en torno a las operaciones de perforación. Hay demandas para que se construyan barreras a 2,500 pies alrededor de pozos petroleros activos para proteger la salud de los residentes. Un tema que debe ser regulado en vez de quedar a la bondad de la autoridad local.

Hace tres años, el Consejo de Ciencia y Tecnología de California presentó un reporte que establece que la extracción de petróleo es tóxica y que formuló recomendaciones para proteger la salud pública de las prácticas de perforación peligrosas.

Todo parece ser insuficiente para actuar. La fortaleza de la cadena se ve en su eslabón más vulnerable. Los esfuerzos en nuestra ciudad para limpiar el aire se miden por lo que se hace y lo que falta por hacer en las áreas más contaminadas, como Wilmington.

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