Editorial: A un año del desastre del huracán María en Puerto Rico
Se necesita una ayuda mayor, sostenida y coordinada para levantar a Puerto Rico.
Hace un año el huracán María sembró muerte y destrucción en Puerto Rico. Es triste que a esta altura de la tragedia se diga desde la Casa Blanca los miles de muertos a raíz del fenómeno es una fabricación demócrata para hacer quedar mal al Presidente.
El comentario de Donald Trump es un indicio de lo mal que se ha manejado desde Washington la emergencia en la isla. El hecho que el mandatario vea el desastre a través de cómo lo hace lucir refleja el ego personal y el desinterés sobre la situación de estos 3.3 millones de estadounidenses que viven en el Caribe.
Es inevitable comparar la actitud asumida por Trump para atender la situación de los damnificados por el huracanes María y el reciente Florence. No hablemos de la diferencia óptica de jugar al básquetbol alegremente con toallas de papel con la de repartir comida.
Que bueno que Trump no dijo en Carolina del Norte que el desastre no era importante como el de Katrina, porque no murieron cientos y cientos de personas. Era importante decirle a los damnificados que el gobierno federal iba a estar 100% con ellos, que no quedará nada sin hacer y que tendrán todo lo que necesitan.
Eso es lo que se espera de un Presidente en los momentos de necesidad. Seguramente Trump no se quejará en unos días de las autoridades locales por no hacer nada por si mismos, ni perderá la paciencia en tres semanas diciendo que la ayuda no se puede mantener para siempre.
El maltrato se reservó para Puerto Rico, ya sea porque es una isla, porque su gente no es anglosajona, o por la ignorancia -o racismo- de no considerar que son suficientemente estadounidenses por esos motivos.
La destrucción que María causó dejó en Puerto Rico una pérdida inmediata cercana a los $95,000 millones de dólares. El costo creció luego, tanto por el impacto en la economía como por la pérdida de una base impositiva tras el éxodo de más de 135,000 puertorriqueños y el cierre de 8,000 pequeñas empresas de un total de 45,000.
Hasta ahora el Congreso aprobó $30,000 millones de dólares, una cifra grande que palidece en comparación con la asignada a desastres menores en territorio continental. Se necesita una ayuda mayor, sostenida y coordinada para levantar a Puerto Rico.
Los senadores demócratas Kirsten Gillibrand y Robert Menendez -de Nueva York y New Jersey respectivamente- pidieron al Congreso una ayuda integral semejante al Plan Marshall. Este se implementó después de la Segunda Guerra Mundial para reconstruir Europa Occidental. Un esfuerzo coordinado y financiado de este tipo se necesita para recuperar la economía, la infraestructura y los sistemas educativos y de salud, entre otros. La situación es distinta, la conveniencia es similar.
En este aniversario urge tomar en cuenta que esta es una inversión que beneficiará económicamente a todos los estadounidenses; a los de tierra firme y a los de la isla.