Cómo es la vida en 3 países no reconocidos como estados independientes
Las cosas no siempre son sencillas para los millones de personas que viven en lugares que no se consideran naciones reales
La dirección postal es el identificador inequívoco de dónde está nuestro hogar. La última línea es la que designa el país en el que vivimos, desde Nicaragua hasta Afganistán.
Pero para unos cuantos millones de personas en todo el mundo, el código postal es un verdadero problema.
El servicio postal internacional no reconoce las cartas con destino a Abjasia, Transnistria o la República Turca del Norte de Chipre.
Las misivas encuentran su camino después de ser redirigidas a través de otros países. Es poco probable que esos nombres aparezcan en un formulario en internet.
Este trío de europeos se encuentra entre los pocos territorios del mundo, en su mayoría formados en guerras, que existen en los mapas pero no son estados ni miembros de organizaciones internacionales.
Sin embargo, son autónomos y bastante estables. La vida continúa, se recaudan impuestos y los niños van a la escuela.
Aunque sí es cierto que todo es un poco más complicado que en cualquier otra parte del mundo.
De los estados en disputa del mundo, Taiwán es, con mucho, el más grande. A pesar de ser independiente desde 1949, China lo considera como parte de su propio territorio que “debe y será reunificado”.
Es reconocido por menos de 20 países y no es miembro de la ONU
En el otro extremo de la escala, Estado Islámico proclamó un estado entre Siria e Irak que de facto existió durante tres años, pero nunca fue reconocido por ningún país.
Abjasia, Transnistria o la República Turca del Norte de Chipre se sitúan geográficamente en otro país. Los tres surgieron de los conflictos que siguen sin resolverse.
La región separatista de Abjasia ganó una guerra de secesión a Georgia en 1992-1993 y se declaró independiente del país en 1999.
En 2008, fue reconocida por Rusia, que Georgia considera una fuerza de ocupación, y un puñado de otros estados.
Transnistria también surgió en la caída de la Unión Soviética y se separó de Moldavia después de una breve guerra en 1992.
Los turcochipriotas se declararon un estado independiente incluso antes, en 1983, nueve años después de la crisis política y el conflicto en el que Turquía invadió el norte de la isla del Mediterráneo.
El sur está bajo administración de Grecia.
La ONU continúa patrullando la línea divisoria y las conversaciones de reunificación nunca han tenido éxito.
Cada uno tiene un gobierno y, aunque están lejos de recibir reconocimiento internacional, no hay indicios de que ninguno de los dos vaya a ceder.
Estas características comunes a estos estados los califican como “estados de facto”.
Es decir, lugares que gobiernan su propio territorio, pero que están fuera del sistema internacional.
Es importante destacar que estos tres territorios disidentes tienen un poderoso valedor: Rusia en el caso de Abjasia y Transnistria, y Turquía en el caso del norte de Chipre.
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Este protector los ayuda a sobrevivir, proporcionando respaldo financiero y militar, y desplegando tropas allí.
Pero incluso si Rusia o Turquía redujeran el apoyo, estos territorios disidentes no caerían.
Serían más débiles, pero las regiones seguirían teniendo una fuerte identidad local y tendrían la esperanza de estar independientes.
La comunidad internacional no piensa en estos lugares con mucha frecuencia o en los problemas subyacentes que los mantienen en su extraño limbo.
El interés en los estados de facto a menudo proviene de los amantes de los “lugares que no existen”, particularmente en los casos de Abjasia y Transnistria.
La falta de reconocimiento formal sin duda conduce a una compensación excesiva en la producción de símbolos estatales.
Han desarrollado parafernalia estatal digna de Freedonia, el estado ficticio de los Hermanos Marx en la película “Sopa de ganso” o “Héroes de ocasión” en México y Venezuela.
Abjasia imprime sellos exóticos que hacen las delicias de los coleccionistas de todo el mundo.
Transnistria todavía tiene rastros de la era soviética en sus símbolos, como el martillo y la hoz. Además imprime su propia moneda, el rublo transnistrio, que solo se puede utilizar dentro de sus fronteras.
Es el único país del mundo que imprime monedas de plástico en diferentes formas que las hacen fácilmente identificables para las personas ciegas y que alcanzan altos precios en eBay.
Eso no quiere decir que no tengan problemas. La trata de personas, por ejemplo, es una grave preocupación tanto en el norte de Chipre como en Transnistria.
Sin embargo, la impresión principal que un visitante tendría de estos lugares es la de la cotidianidad.
Todos tienen semáforos, policía de tránsito, hospitales y el resto de servicios que cualquier otro estado “normal”.
La gente se sienta en cafés mirando sus celulares, incluso si el café que beben no está elaborado por una marca global como Starbucks.
Y a pesar de que no tienen casi ninguna posibilidad de lograr un amplio reconocimiento internacional, las personas tienen los mismos objetivos vitales que en cualquier otro lugar del mundo.
Las empresas quieren llevar sus productos al exterior, los estudiantes quieren becas en el extranjero.
Los estados siguen muchas normas europeas voluntariamente.
Ninguno de ellos tiene pena de muerte y todos tienen elecciones abiertas, incluso aunque el número de candidatos es bastante limitado.
Sin embargo, un lugar no puede vivir solo con sellos de correos.
Debe tener un sistema para recaudar impuestos y asegurarse de que la policía y el sistema escolar funcionan.
Eso le da al mundo exterior y a los posibles mediadores de conflictos cierta influencia.
Las ofertas de ayuda con la educación y la salud podrían ir acompañadas de peticiones de ayuda en temas de cooperación en la extradición de fugitivos, por ejemplo.
En cierta forma, esto ya está sucediendo con Transnistria, que suscribió voluntariamente al acuerdo de libre comercio de Moldavia con la Unión Europea.
También llegó a un acuerdo para que los automóviles del país puedan viajar al extranjero con matrículas de aspecto neutral registradas en Moldavia. Y los diplomas de la principal universidad pueden ser validados internacionalmente.
Visualmente, el lugar aún puede parecer un parque temático soviético, con sus estatuas de Lenin y sus martillos y hoces, pero en realidad se está moviendo en otra dirección.
Como me dijo un exfuncionario: “Mi cabeza está en Rusia, pero mis piernas se están moviendo hacia Europa”.
Y aunque la resolución de sus disputas aún está lejos, este modelo de cambio y el compromiso internacional ofrecen un camino alternativo hacia adelante.
Si los tres territorios no se reintegrarán en sus estados de origen, Chipre, Georgia y Moldavia, en un futuro próximo, al menos sus residentes podrían formar parte de la comunidad global.
A largo plazo, los enraizados conflictos que crearon estos estados de facto podrían ser un poco más fáciles de superar.
Sobre este artículo
Este análisis fue encargado por la BBC a un a un experto que trabaja para una organización externa.
Se basa en el libro ‘Uncertain Ground: Engaging With Europe’s De Facto States and Breakaway Territories’, de Thomas de Waal, miembro de Carnegie Europa, especializado en Europa del Este y la región del Cáucaso.
Puedes seguirlo en Twitter en @Tom_deWaal.
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