La fascinante vida de Anne Lister, la “primera lesbiana moderna”

Anne Lister fue empresaria, entró en política y escalaba montañas. Además, se enamoró de varias mujeres e incluso llegó a "casarse" con una

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Crédito: BBC

Arrodilladas una al lado de otra bajo los arcos medievales de una pequeña iglesia, dos mujeres inclinan sus cabezas y se ponen a orar. Con velas que parpadean a su alrededor, reciben el sacramento en el altar. Aunque no era un servicio eclesiástico normal, a los ojos de las enamoradas, su “matrimonio” había sido sellado.

Era 1834. Los actos homosexuales eran ilegales y las relaciones sexuales entre mujeres no eran reconocidas. La palabra lesbiana ni siquiera había sido acuñada.

Pero Anne Lister no tenía nada que ver con las convenciones misóginas de la Inglaterra del siglo XIX. Fue empresaria, entró en política y escalaba montañas.

Y adoraba a las mujeres, de las que se enamoraba apasionadamente una y otra vez.

Los detalles explícitos de sus asuntos, registrados en código, conmocionaron a quienes los descifraban. Y cambiaron la forma en la que se vio la historia del lesbianismo para siempre.

El diario

Vestida, incluso en verano, con gruesas ropas y botas negras, el aspecto de muchacho de la joven era motivo de burlas y susurros en las calles de su ciudad natal, Halifax, en Inglaterra.

“¡Eso es un hombre!”, se burló una voz, algo a lo que se había acostumbrado.

Anne Lister de joven.

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Anne Lister de joven.

Anne Lister, con un pequeño sombrero, también negro, caminaba, aparentemente imperturbable.

Educada y confiada, en una época en que las mujeres rara vez lo eran, atraía la atención dondequiera que iba.

“La gente generalmente comenta, cuando paso, cuánto me parezco a un hombre”, escribió en su diario, un ritual que hacía cada día.

Desde pequeña había sido diferente. Nacida en 1791, Anne era una “marimacho inmanejable” cuya exasperada madre la envió a un internado cuando tenía siete años.

Las maestras temían que influyera en las otras chicas con su comportamiento rebelde y, en su adolescencia, la confinaron a un dormitorio en el ático, donde vivía en una reclusión virtual.

Su diario se convirtió en su confidente. Al sentirse sola en un mundo en el que no encajaba, vertió sus pensamientos más profundos en sus páginas.

Tan obsesiva era su personalidad que no dejaba de lado los detalles: la hora en que se despertaba y cuántas horas dormía, las cartas que recibía y su contenido, el clima del día, qué comía…

Ilustración de Anne Lister en Halifax.

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Las mofas sobre Anne eran comunes en las calles de Halifax.

Todo lo que había aprendido ese día también se registraba: griego, álgebra, francés, matemáticas, geología, astronomía y filosofía.

Anne poseía una inteligencia voraz y, en un momento en que las mujeres estaban excluidas de las universidades, estaba decidida a aprender todo lo que un hombre podía aprender.

Pero había algo más que Anne escribía en las páginas de su diario: le gustaban las mujeres.

La invención del código

Su primera experiencia sexual la tuvo con una compañera, Eliza Raine, que fue enviada a vivir con ella en el ático de la escuela.

Hija ilegítima de un cirujano inglés, Eliza era otra paria. Juntas, las dos jóvenes de 15 años se habían embarcado en una apasionada aventura frente a las narices de sus maestros.

En sus diarios, ambas chicas escribían “felix”, que significa feliz en latín, para registrar sus encuentros sexuales.

Pero Anne quería registrar más detalles, así que ideó un código con elementos del griego y el latín, símbolos matemáticos, puntuación y el zodíaco para disimular sus pensamientos más íntimos. Era, creía, completamente indescifrable.

Aunque Anne era una amante apasionada, también tenía un lado calculador y despiadado. Soñaba con ser rica y Eliza iba a heredar una suma sustancial. El dinero le permitiría a Anne disfrutar del estilo de vida de la alta sociedad que ansiaba sin casarse con un hombre.

Así, mientras a Eliza le entusiasmaba el afecto y las atenciones de Anne, las intenciones de Anne estaban más vinculadas a los negocios.

Pero a medida que Anne se sentía más segura de su sexualidad, su “rareza”, como lo describía, también decidió que también quería más mujeres. Rechazó a Eliza, lo que le costó una profunda depresión a su examante.

“Apenas sabes el dolor que me has causado”, escribió la joven desconsolada.

De hecho, Eliza nunca se recuperó y terminó en un manicomio.

Diario.

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Anne Lister ideó un código con elementos del griego y el latín, símbolos matemáticos, puntuación y el zodíaco.

Anne, aunque arrepentida, tenía una nueva obsesión: Mariana Belcombe, la encantadora hija de un médico local. Ella sería el amor de la vida de Anne, manteniéndola en sus manos durante casi 20 años, rompiendo su corazón una y otra vez.

Múltiples aventuras

A primera vista, Anne era una joven respetable e inteligente que pasaba gran parte de su tiempo estudiando.

Lejos de sus libros, disfrutaba de los paseos y las tardes de té con sus amigas adineradas. Ellas eran la tapadera ideal para Anne, que las usaba para explorar su apetito sexual.

La “rareza” de Anne la intrigaba: rastreaba libros sobre anatomía para comprender de dónde venían sus sentimientos, en vano. Pero cuando asumió su sexualidad, no sintió aversión por sí misma. Creía que sus sentimientos eran completamente naturales, su derecho divino.

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Cuando asumió su sexualidad, no sintió aversión por sí misma.

Las mujeres, aunque normalmente estaban confundidas sobre sus sentimientos por Anne, quedaban cautivadas por ella. Anne era promiscua, se movía eficientemente de una amante a otra, sin que ninguna llegara a su corazón.

La “dulce apariencia” de Mariana Belcombe, sin embargo, era diferente.

Su gran amor

Con Mariana, Anne se enamoró vertiginosamente. La joven de 21 años era parte de la gentil sociedad de York.

Durante años, viajaban decenas de kilómetros a caballo y en carruaje entre York y Halifax para verse. Cuando estaban separadas, se escribían cada pocos días. Las jóvenes amantes incluso intercambiaron anillos como símbolo de su compromiso.

Por supuesto, todo esto tuvo lugar a escondidas.

Las amistades románticas entre mujeres solteras no eran inusuales. Los padres, temerosos de un embarazo, animaban a las mujeres jóvenes a establecer relaciones cercanas entre sí antes de casarse.

Sin embargo, a Anne no le interesaban en absoluto las expectativas de la sociedad. Quería todo lo que un hombre podía tener, y eso incluía una esposa. A pesar del escándalo que crearía, comenzó a albergar esperanzas de que ella y Mariana se establecieran juntas en una casa.

Ilustración de Anne y Mariana.

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Anne y Mariana mantuvieron una relación durante años.

Pero en 1815, Mariana hizo un anuncio dramático: había aceptado casarse con un viudo adinerado. Anne asistió a la boda, angustiada, en una iglesia de York. Pero había aún algo peor por llegar.

Era costumbre que las amigas acompañaran a los novios en su luna de miel, y fue Anne, junto con una de las hermanas de Mariana, quienes soportaron la experiencia.

A su regreso, reanudó sus aventuras con mujeres de Yorkshire, entre ellas la hermana mayor de Mariana. Pero le confió a su diario el dolor causado por Mariana.

Un año después, Anne y Mariana se encontraron nuevamente en la casa de sus padres en York. Mariana estaba en cama con dolor de muelas y metió a Anne en su habitación.

Reiniciaron su aventura, que durante años continuó mediante reuniones clandestinas y decenas de cartas.

Anne estaba con otras mujeres, mientras Mariana se refugiaba en su mansión de Cheshire.

Diario de 1827.

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Anne plasmó en sus diarios sus múltiples aventuras amorosas.

“Hicimos el amor”, escribió Anne después de una noche con Mariana. “Ella me pidió que fuera fiel, que me considerara casada”.

“Ahora comenzaré a pensar y actuar (como) si fuera mi esposa”.

Pero las esperanzas de Anne se vieron frustradas de nuevo.

Los viajes: su otra pasión

Mientras huía de Yorkshire y de la sombra de Mariana, en 1824 Anne decide irse a París, donde tenía la intención de aprender el idioma, sumergirse en la cultura y, con suerte, conocer a una mujer rica y sofisticada.

Se sentía como en casa en la capital francesa. El ambiente relajado la animó a ser más abierta con su sexualidad, y no perdió el tiempo.

Si bien Maria Barlow, una viuda de Guernsey, no era exactamente la señorita titulada que había imaginado, se enamoró de su nueva amiga a pesar de todo.

Los diarios codificados de Anne describían sus relaciones sexuales con más detalle que antes.

“Me temblaban las rodillas y los muslos, mi respiración”, se lee en uno de los pasajes.

Las mujeres disfrutaron de un ardiente romance antes de que Anne se cansara del estado de ánimo de María. Dejó a su amante y regresó a Yorkshire sin mirar atrás.

La estadía de ocho meses de Anne en París, sin embargo, había encendido en ella la pasión por los viajes y continuaría explorando más de una decena de países durante los siguientes 15 años.

Los viajes de Anne satisfacían una ambición que había tenido desde la infancia: ver con sus ojos los lugares sobre los que había leído.

Ni la muerte de su amado tío James, que la llevó a heredar su casa de Shibden, pudo retenerla.

Shibden: su hogar

Anne siempre había sentido que la alta sociedad era su hogar natural, un mundo sofisticado hecho para alguien de su ingenio, sabiduría y estatus social.

A pesar de que los Lister eran de clase alta, su familia directa era relativamente pobre. Pero la herencia de Shibden le dio los medios para mantener un estilo de vida más lujoso.

Shibden en 1880.

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Vista de Shibden en 1880.

Una vieja amiga de su época en la escena social de York la presentó a un grupo de mujeres aristocráticas. Pronto empezaron a llegar invitaciones a eventos elegantes.

Viajó a París con la seductora Vere Hobart, hermana del conde de Buckinghamshire. Anne estaba fascinada por su joven y elegante amiga, pero también lo estaban muchos hombres.

Cuando Vere propuso a sus amigas hacer un viaje prolongado a la ciudad costera de Hastings, en el sur de Inglaterra, Anne aceptó.

Durante los siguientes cinco meses disfrutaron de la escena social de este lugar de vacaciones y Anne, tal vez engañándose a sí misma, comenzó a creer que podría haber encontrado a la mujer que cumpliría sus sueños románticos.

Vere tenía la apariencia, la cuna y la riqueza que Anne había deseado durante años. Pero la sociedad y sus expectativas una vez más prevalecieron: Vere aceptó casarse con un oficial del ejército. Con el corazón roto y avergonzada, Anne lloró durante días.

Su dinero también se estaba acabando.

“Mis planes de alta sociedad fracasan”, escribió en su diario. “He tenido mi capricho, lo he intentado, y me ha costado bastante”.

Decidió volver a Halifax y a Shibden y, por primera vez en años, quedarse allí.

Ilustración de Anne Lister.

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Anne descubrió en París su pasión por viajar.

“Aquí estoy a los 41 años, con un corazón por buscar. ¿Cuál será el final?”

Empresaria

Shibden Hall había pertenecido a la familia Lister durante más de 200 años. Una casa señorial medieval escondida detrás de una colina, con su fachada en blanco y negro que escondía una red de habitaciones oscuras en su interior.

Anne canalizó su ira mediante su rechazo a vivir en el hogar de su familia. Pensaba que Shibden estaba en mal estado: después de pasar gran parte de la década anterior en una sucesión de elegantes complejos, ahora codiciaba una casa más grande y jardines cuidados.

También revolucionó las finanzas de la finca. El reciente auge industrial de Halifax había producido una enorme demanda de carbón. Anne vio la oportunidad y rápidamente expandió las minas de Shibden.

Vista de Halifax.

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El auge industrial de Halifax produjo una enorme demanda de carbón y Anne Lister lo aprovechó.

Su determinación de ser práctica la diferenciaba de otras mujeres con bienes. Se enfrentó a los hombres que dirigían la industria del carbón local, quienes pronto se dieron cuenta de que poseía un cerebro empresarial astuto.

Entonces, Anne empezó a sentirse más a gusto en Shibden.

“He sido más feliz aquí que en cualquier otro lugar”, escribió. Su diario también empezó a llenarse de detalles del negocio de la propiedad.

Y, en medio de referencias de horticultura y paisajismo, también comenzó a aparecer un nuevo nombre.

Un nuevo amor

Ann Walker era una tímida y amable heredera de 29 años de una finca vecina más grande. Las dos mujeres se conocían desde hacía años, cuando Anne tenía 20 años y Ann era una adolescente.

Quince años después, la recatada señorita Walker causó una impresión mucho mayor en su vecina.

Una semana después de volver a encontrarse, Anne se las imaginaba a las dos juntas. Al igual que con sus anteriores amantes potenciales, la fortuna de la joven heredera era parte de la atracción.

Anne esperaba que sus riquezas combinadas le permitieran completar sus ambiciones para Shibden, dejando lo suficiente para seguir viajando.

El enamoramiento de Anne con su nueva amiga se aceleró.

Smagen actual de Shibden.

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Anne quería vivir con Ann Walker en Shibden.

Comenzaron a pasar tiempo en una casita aislada en los terrenos de Shibden que Anne había construido para su propia privacidad. A las pocas semanas de encontrarse, su relación se volvió íntima. Ann respondió con entusiasmo a los avances sexuales de Anne.

“Realmente me sentí bastante enamorada de ella en la cabaña”, escribió Anne en su diario. “Quizás después de todo, ella me hará realmente más feliz que cualquiera de mis amores antiguas”.

A lo largo de sus relaciones, Anne había estado en colisión con la sociedad en la que habitaba. Buscaba una mujer con quien vivir abiertamente cuando tales arreglos no tenían precedentes.

Mariana y Vere habían decidido casarse con hombres, pero estas decisiones tenían más que ver tanto con satisfacer las expectativas de la sociedad como con un rechazo a Anne. Pero mientras muchas mujeres se inclinaban ante lo inevitable, Anne se negaba constantemente a conformarse.

Después de solo dos meses, dejó claras sus intenciones a su joven amante. Quería que vivieran juntas en Shibden, como una pareja casada, y que compartieran su riqueza y sus propiedades.

Pero Ann, confundida por su cercanía con otra mujer y todavía afligida por la muerte de su prometido y sus padres, pidió seis meses para tomar una decisión.

Cuando llegó el día, le envió una carta a Anne. “Me resulta imposible decidirme”, decía.

Irritada y dudando de que su relación tuviera futuro, Anne se fue a París y luego a Copenhague.

Retrato de Anne Lister en un cuadro.

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Anne le propuso a Ann Walker que vivieran juntas, como una pareja casada.

Cuando regresó a Halifax varios meses después, Ann la estaba esperando. Había rechazado una oferta de matrimonio. Era el mensaje más claro.

A los 42 años y después de tanto tiempo buscando una compañera, Anne finalmente estaba a punto de obtener lo que quería. Ambas mujeres cambiaron sus testamentos, convirtiendo a la otra en inquilina vitalicia de sus bienes.

Anne también decidió contarle a su familia sobre sus planes. Se lo contó a una tía anciana, a su padre y a su hermana, quienes no se sorprendieron en absoluto: todos habían sido testigos de su cercanía con las mujeres a lo largo de su vida y Anne sintió que apoyaban su elección.

Anne anotó en su diario que se habían intercambiado anillos “como muestra de nuestra unión”.

Un “matrimonio”

La “boda” de Anne Lister con Ann Walker tuvo lugar en la iglesia Holy Trinity en York el domingo de Pascua de 1834.

El evento fue puramente simbólico: asistir a la iglesia con otra mujer y tomar la comunión era suficiente ceremonia para Anne. Ella se tomaba en serio los valores de una unión tradicional. Sus días promiscuos habían terminado.

Interior de la iglesia Holy Trinity en York.

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Anne Lister se “casó” con Ann Walker en la iglesia Holy Trinity en York en 1834.

Mariana, que había continuado siendo parte de la vida de Anne en todos sus viajes al extranjero y sus planes de la alta sociedad, admitió la derrota.

Las “recién casadas” se embarcaron en una luna de miel: tres meses de viaje por Francia y Suiza. A su regreso, Anne instaló a su “esposa” en Shibden. Carros cargados de muebles retumbaban por el camino entre sus casas.

El escándalo pronto fue la comidilla de Yorkshire. Anne Lister, que había recibido las burlas por parecer un hombre durante tantos años, ahora estaba actuando como tal.

Un anuncio burlón apareció en el diario Leeds Mercury anunciando el matrimonio del “Capitán Tom Lister de Shibden Hall con la señorita Ann Walker”. También llegaron cartas anónimas dirigidas al “Capitán Lister” felicitando a la pareja “por su feliz unión”.

“Probablemente tenían la intención de molestar, pero, si es así, fracasaron”, escribió Anne en su diario.

La convivencia no fue fácil. Las mujeres tenían personalidades completamente diferentes: Anne gobernaba su patrimonio y se involucró en la política local, mientras que su nueva esposa a menudo se sentía descuidada, y sufría episodios regulares de tristeza.

Uno de los cuartos de Shibden

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Aunque fueron la comidilla de Yyorkshire, Anne Lister y Ann Walker se instalaron en Shibden.

Un viaje final

Ambas se embarcaron en otros viajes que las llevaron a recorrer Francia hasta los Pirineos -Anne practicaba alpinismo-, Rusia y el Cáucaso.

Fue en esta región del este de Europa, en 1840, a los 49 años, donde Anne murió. Se cree que una picadura de insecto condujo a la fiebre que la mató.

Ann quedó varada a miles de kilómetros de su casa. Le tomó ocho largos e insoportables meses llevar el cuerpo de Anne a Halifax, viajando por el norte de Europa con el ataúd a su lado.

Como se decretó en el testamento de su pareja, Ann heredó el patrimonio de Shibden.

Sin embargo, esto no duró mucho.

Sus familiares, creyendo que ella tenía problemas de salud mental, consiguieron que un médico, un abogado y la policía entraran en la casa.

Ann fue encontrada encogida detrás de una puerta cerrada, rodeada de papeles y con un par de pistolas cargadas.

La llevaron al mismo asilo de York que todavía albergaba a Eliza Raine, la primera aventura de Anne.

Decodificando los diarios

La conservación de los diarios de Anne Lister se debe en parte a Ann, quien se aseguró de que los volúmenes finales regresaran sanos y salvos del Cáucaso. Pero tuvieron que pasar casi 150 años antes de que se revelaran sus contenidos.

Uno de los diarios de Anne Lister.

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Los diarios tardaron decenas de años en poder ser decodificados.

Todo comenzó alrededor de 1890, cuando leyendo a la luz de las velas en una de las muchas habitaciones oscuras de Shibden, John Lister contemplaba las filas de garabatos ininteligibles que se extendían sobre el libro encuadernado en cuero que tenía ante él.

El extraño código de los diarios de su antepasada Anne Lister lo había disuadido durante años. Esa noche estaba resuelto a romperlo.

Había requerido la ayuda de un amigo, el profesor Arthur Burrell. Después de tomar prestados algunos de los diarios, confiaba en que había resuelto dos letras codificadas: h y e.

Unas horas más tarde, ambos se enteraron de lo que Anne Lister había estado escondiendo al mundo: sus detallados y abundantes relatos sobre el sexo con sus amigas.

“Casi ninguna se le había escapado”, recordó Arthur.

Él le imploró a su amigo que quemara los diarios para evitar provocar un escándalo al orgulloso linaje Lister. Pero aunque estaba consternado por el contenido, que humillaría a su familia si se publicara, John no pudo destruirlo.

Así que escondió los 26 volúmenes en estantes ocultos en Shibden, donde permanecieron hasta su muerte en 1933.

John Lister y Arthur Burrell

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John Lister y Arthur Burrell fueron los primeros que decodificaron los diarios de Anne Lister.

En los años siguientes -la casa pasó a propiedad pública-, los diarios de Anne fueron descubiertos y regalados a la Biblioteca de Halifax. El renuente Arthur Burrell decidió que estaba obligado a dar detalles del código al consejo.

Después, un pequeño número de investigadores estudió las cartas y diarios de Anne. Sin embargo, un comité del consejo exigió ver su trabajo primero para eliminar cualquier “material inadecuado”.

Los académicos accedieron al encubrimiento, dejando el secreto oculto.

Décadas después, en 1982, Helena Whitbread, una profesora de 52 años que acababa de completar sus estudios de Historia, buscaba el tema para un libro y le intrigó la historia de Anne.

Se encontró con el material en la biblioteca, incapaz de descifrar los diminutos e insondables símbolos, hasta que una empleada le dio una fotocopia del código de Arthur.

Esta vez, nadie pidió analizar lo que Helena podría descubrir. Se llevó a casa el diario de Anne de 1817 para comenzar a desentrañar el misterio.

¿La primera “lesbiana moderna”?

La comprensión moderna de la historia del lesbianismo, y las siguientes cuatro décadas de la vida de Helena, estaría determinada por lo que descubrió.

El trabajo fue laborioso. En 34 años, Anne había escrito cinco millones de palabras en 26 volúmenes, con otros 14 diarios de viaje. Alrededor de una sexta parte del material estaba escrito en clave.

Helena Whitbread.

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El trabajo de Helena fue crucial para entender la vida de Anne Lister y la historia del lesbianismo.

Helena se dio cuenta de que “beso” era en realidad un código para el sexo, mientras que una Q con un bucle denotaba una experiencia sexual.

Después de pasar cinco años estudiando minuciosamente los diarios escritos entre 1817 y 1824, Helena publicó un libro en el que detallaba la intensa relación con Mariana y la red de amantes de Anne en todo Yorkshire.

Cuando I Know My Own Heart (Conozco Mi Propio Corazón) se publicó en 1988, causó sensación.

Hasta entonces, no había evidencia de sexo entre mujeres en el registro histórico. Los diarios de Anne detallaban un estilo de vida que muchos pensaban que no existía en el pasado.

Su promiscuidad demostró no solo que las mujeres la encontraban atractiva, sino que el deseo sexual lésbico era mucho más común de lo que se pensaba. Los diarios de Anne y sus detalles sexuales explícitos fueron tan impactantes que algunos incluso creyeron que eran mentira.

“Anne nos deja este registro voluminoso con el que es bastante difícil trabajar, pero nos dice mucho sobre la vida lesbiana en el siglo XIX”, dice la profesora Caroline Gonda, de la Universidad de Cambridge.

“Nos habla de relaciones que no encajan con la idea de la amistad romántica de la década de 1800”.

Pero lo que también es crucial en la historia de Anne es que no estaba sola. “La gente dice que ella era una excepción, pero ella no es la única lesbiana en el pueblo”, dice Gonda.

Placa a Anne Lister.

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En Halifax y York recuerdan a Anne Lister como la “primera lesbiana moderna”.

Hoy en día, una placa colocada en su memoria en la iglesia de Holy Trinity en York, escena de su matrimonio con Ann Walker, describe a Anne como la “primera lesbiana moderna”.

Mientras se debate esta definición, la importancia de Anne para la historia del lesbianismo no está en disputa.


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