¿Cree usted en fantasmas?
Al morir pasamos a ser otro tipo de energía, pero no desaparecemos, estamos en otra dimensión, en otro estado
Nunca olvidaré a un paciente joven sumamente apegado a su madre. Ella enfermó y, la depresión de pensar en perderla, lo llevó a mi consulta. Recuerdo haber presentido que por más que trabajábamos juntos, él no podría seguir viviendo si ella moría… Y así fue. Solo un mes después de ella morir, él falleció súbitamente de un infarto.
La pérdida de un ser querido es algo muy grande, es como si nos quitaran de pronto la alfombra en la que estamos parados, es quedarnos sin saber dónde pisar, dónde ir, qué hacer. Pero cuando quien muere es una persona joven, muere de golpe, sin estar enferma, llena de vida y vitalidad, es sencillamente desastroso.
Superar una pérdida de este tipo es realmente difícil. Sobretodo, si quien muere es la pareja y se ha tenido un vínculo de afecto fuerte con ella, el que queda vivo se desajusta.
Creo firmemente que somos energía. Al morir pasamos a ser otro tipo de energía, pero no desaparecemos, estamos en otra dimensión, en otro estado. Muchas personas afirman poder ver a las personas que se han ido. Yo lo creo posible. Hace solo un mes pude ver a mi padre, que murió hace tres años. Es lo más bello que me ha pasado en la vida. No sentí miedo, sino paz, ternura y un inmenso deseo de abrazarlo. Y que conste: ¡yo siempre temí ver a una persona muerta!
Si él realmente vino o no, si era una creación de mi mente o no, no importa. Aunque no lo creo, pues estaba despierta, tuve esa vivencia, realmente lo vi y hasta me sonrió con mucha ternura.
Los estragos que pueden generarse por una pérdida, sobretodo cuando se tienen hijos, son serios y casi siempre se necesita ayuda de un buen terapeuta experto en duelo para poco a poco superarlo. Aquí funciona lo mismo que en el divorcio: si el padre con que vive el niño lo supera, el niño lo supera también. Pero hay padres que no lo logran, paran su vida, dejan de trabajar y solo lloran. Sumidos en su tristeza, abandonan emocionalmente a sus hijos. No pueden reaccionar por la depresión, necesitan ayuda urgente.
Muchas veces, los familiares no saben dónde deben parar para no ser considerados “metiches”. Pero es muy duro ver a los seres humanos que amamos sufrir, sintiéndonos atados, sin hacer nada. Lealtad, solidaridad, amor, dolor, conflicto… todo esto y mucho más entra en juego en estos momentos.
Si no cree en fantasmas, no se preocupe: analice lo duro que es perder a un ser amado. Lo inesperado del evento puede ser un huracán, que destruye a una persona, a una familia. Si cree como yo en los fantasmas, o sea, en que somos energía y no morimos, entenderá esta relación hermosa y llena de ternura de dos seres humanos separados por la muerte. Yo quiero ver a mi papá otra vez.