Por qué el hambre es una bomba de tiempo para la salud (también en los países ricos)
¿Qué consecuencias tiene esta situación para su salud, tanto física como mental?
Kerry Wright no tiene hambre. No al menos como uno generalmente entiende esa sensación de querer comer con urgencia.
Su estómago cruje, sí. Ella lo escucha. Pero ya no siente el hambre que genera un estómago vacío.
Kerry, que vive en la ciudad escocesa de Aberdeen, tiene que alimentar a tres niños. Pero los empleos temporarios y mal pagos, la asistencia social insuficiente que recibe del Estado y la falta de ayuda por parte del padre de sus hijos le hacen la tarea difícil.
De a poco comenzó a saltarse comidas para poder darle a sus hijos los pocos alimentos que había en su alacena.
Los efectos se hicieron notar enseguida. Está cansada y débil todo el tiempo, pero no puede dormir. Tiene hambre pero no quiere comer y, cuando lo hace, siente náuseas y mareos.
Wright no quiere mostrarse así de exhausta frente a sus hijos. Pero, a pesar de sus esfuerzos, no puede evitar que ellos le hagan preguntas. “¿Por qué estás fatigada todo el tiempo?”; “¿por qué estás tomando esas pastillas, qué te encontró el médico para recetártelas?”
Hoy su principal preocupación no es su estado físico, sino la salud mental de sus hijos. ¿Qué secuelas dejará el ver que tu madre está sufriendo inanición, aunque ella no lo quiera aceptar?
Lo que le ocurre a la familia de Kerry Wright es más común de lo que se cree en muchos hogares de países desarrollados.
Se conoce como inseguridad alimentaria, o pobreza alimentaria, y afecta a millones en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y otros países ricos en Europa.
Y aunque existen bancos de alimentos que ayudan a paliar esta situación -y que cada día son más numerosos en el mundo desarrollado-, lo cierto es que los investigadores especializados en el tema coinciden en que éstos no pueden ser una solución a largo plazo. En parte porque, por lo general, los víveres que distribuyen son nutricionalmente limitados.
Los científicos han establecido que el hambre no es un problema transitorio.
Las carencias alimentarias durante la infancia tienen consecuencias a largo plazo que recién estamos empezando a comprender. Tienen un impacto físico y psicológico que excede a los individuos que las sufren de manera directa, para impactar en la salud de una sociedad entera.
Y la inseguridad alimentaria puede ser una bomba de tiempo para las generaciones actuales que sufren de hambre.
Pero, ¿qué tan peligrosa es?
Miedo y desconocimiento
Wright sabía de la existencia de los bancos de alimentos, que reparten mercancías regularmente a los más necesitados. Pero había descartado acudir a uno por una sencilla razón: tenía miedo de que, si pedía esta ayuda, el gobierno le pudiese quitar a sus hijos.
Es un miedo que le han transmitido en su casa: cuando era pequeña, y con una situación familiar similar, sus padres le decían a ella y a sus hermanos que “mantuvieran la boca cerrada” cuando recibieran visitas de los asistentes sociales del gobierno.
Ahora, Kerry buscó una estrategia para sortear esos controles: hace algunos meses se ofreció como voluntaria en uno de los bancos de Aberdeen, pensando que así tendría acceso a algunas provisiones.
Aunque al principio fue incómodo, otra de las voluntarias que trabajaban allí, Kelly Donaldson, se convirtió en su protectora. Se enteró de su historia y entonces, cada día, antes de que Wright se fuera a casa, Donaldson le llenaba una bolsa de comida. “Esta es tu cena”, le decía.
El funcionamiento de estos bancos de alimentos en Escocia es bastante básico: se reparten bolsas blancas que contienen comida no perecedera (latas, pasta, salsas, cereales) suficiente para tres días y para una familia promedio de cuatro personas.
En una sola jornada, un banco de Aberdeen ha llegado a repartir unas 180 bolsas. Y hay al menos 20 centros similares en la ciudad.
Pero no solo se trata de distribuir provisiones. En el banco al que asiste Wright -conocido como CFine- también se dan clases de cocina, nutrición y hasta asesoría financiera.
Y el caso de Escocia no es único. Los bancos de alimentos también están en aumento en zonas rurales de Estados Unidos y Canadá.
En un informe entregado hace poco, un enviado especial de Naciones Unidas llamó la atención del gobierno de Reino Unido por las escenas de pobreza y desamparo que había presenciado en una reciente visita al país, a las que calificó de “no solo una desgracia, sino una calamidad social”.
En Estados Unidos, las estadísticas muestran que uno de cada cinco niños va al colegio con el estómago vacío. Y en Canadá, en una visita realizada cinco años atrás, la misma ONU halló que la inseguridad alimentaria era un problema en aumento.
Y las consecuencias son funestas, especialmente para los niños de hogares afectados por la inseguridad alimentaria.
Efecto colateral
“La exposición al hambre deja en los niños una marca imborrable. Es una pésima idea intentar darle largas a este asunto y no intentar resolverlo de alguna manera”, le dijo a la BBC Valerie Tarasuk, experta en nutrición de la Universidad de Toronto.
Estudios de la Universidad de Calgary, en Canadá, señalan que padecer hambre incluso en contadas ocasiones está directamente asociado con un deterioro de la salud física y mental.
Los mismos estudios, liderados por las expertas Sharon Kirkpatrick y Lynn McIntyre, también demuestran que los niños en este tipo de hogares tienen un riesgo mucho mayor de sufrir depresión, así como mayores probabilidades de abandonar sus estudios.
El hambre, indican los estudios, tiene un efecto tóxico: “Se observaron mayores probabilidades de padecer enfermedades crónicas y asma entre jóvenes que experimentaron múltiples episodios de hambre, en comparación con quienes nunca sufrieron de carencia de alimentos”.
El equipo de Kirkpatrick y McIntyre se enfocó primero en estudiar a jóvenes que tenían lo que llamaron “huellas del hambre”: eccema, estreñimiento, asma y epilepsia.
Y en Reino Unido, siguiendo el patrón de estas cuatro “huellas”, un equipo liderado por el King’s College de Londres y por la pediatra Ingrid Wolfe está haciendo un relevamiento del contexto bio-social para determinar las causas de la malnutrición en los hogares, mediante encuestas.
De acuerdo a Wolf, unos 1.000 jóvenes han llenado un cuestionario online donde se les pregunta sobre su ambiente familiar, su alimentación y su vida social.
El programa, llamado Consorcio para la Salud de los Niños y Jóvenes (CYPHP, por sus siglas en inglés), ha logrado determinar inicialmente que la inseguridad alimentaria es un gran factor detrás de sus problemas de salud.
Por ejemplo, entre aquellos que sufren de constipación, el 90% de los casos están relacionados con la pobreza alimentaria en sus hogares.
Una de las conclusiones del CYPHP es que, si se determinan con claridad los factores que afectan el bienestar, éstos pueden ser controlados anticipadamente, en lugar de esperar a que los menores lleguen al punto de necesitar ayuda médica.
Pero más allá de estas cuatro “huellas”, hay ciertas dolencias asociadas a la inseguridad alimentaria que son muy visibles para los médicos.
Por ejemplo, el pediatra británico Ronny Cheung le envió a la BBC un informe que muestra que, en los últimos 20 años, en Reino Unido se ha registrado un serio aumento en los casos de raquitismo que requieren hospitalización.
Y afirma que en la actualidad hay más casos de internación por raquitismo que en cualquier momento de los últimos 50 años.
Aunque el raquitismo se puede dar también por deficiencia de vitamina D -es decir, por falta de exposición suficiente al sol-, lo cierto es que los casos en Reino Unido están relacionados con el “raquitismo alimenticio”, determinado por las carencias en la dieta infantil.
Y los ejemplos abundan.
Cheung le contó a la BBC el caso de un bebé de 18 meses al que había atendido recientemente. En un principio, el caso le llegó porque la madre estaba preocupada al ver que el niño tenía dificultades para aprender a caminar.
Cuando finalmente pudo examinarlo, le bastó mirarlo para darse cuenta del problema: tenía las piernas curvadas, que es un síntoma claro de raquitismo.
“Estos casos solo los ves en los libros de medicina porque son muy raros. Y este niño lo tenía porque su deficiencia alimentaria era muy severa” explicó Cheung.
Finalmente, con los nutrientes adecuados y una serie de suplementos, el bebé se recuperó. Pero su caso no es aislado.
“Cuando vemos un aumento en la incidencia de una enfermedad rara, lo que está pasando es que hay algo de fondo que no estamos analizando o que desconocemos. ¿Esto arroja luz sobre el problema? Sí, efectivamente“, opinó Cheung.
Caso por caso
Pero los expertos también señalan que no solo se trata de falta de alimentos.
Sino también de tener una pésima dieta.
En muchos hogares donde la alimentación se basa en la comida barata, el consumo de azúcares y de grasas aumenta considerablemente.
Y es aquí donde se presentan casos como el de Kerry Wright: estas dietas desbalanceadas reducen la ingesta de micronutrientes y producen, por ejemplo, deficiencia de hierro y vitamina A.
Una de las carencias más evidentes es la de yodo. Este nutriente, que se encuentra especialmente en los pescados y los lácteos, es fundamental para el desarrollo cerebral.
La Asociación Médica Británica señala: “La deficiencia de yodo es la principal causa del retardo mental prevenible y del daño cerebral, y tiene su mayor impacto en el cerebro del feto en desarrollo y en niños durante sus primeros años de vida”.
Y no pasemos por alto la obesidad. Muchas personas escuchan la palabra “malnutrición” y piensan que se trata sólo de cuerpos pálidos y demacrados. Pero, de hecho, la obesidad es otra forma de malnutrición: en el extremo opuesto de la desnutrición, pero igual de mala.
El Colegio de Pediatría y Salud Infantil de Reino Unido dice que la obesidad está correlacionada con la privación de alimentos.
“En Inglaterra se observa que la obesidad decrece en el tiempo entre las personas más favorecidas, pero no entre las más pobres”.
En parte, el incremento en la obesidad se relaciona, según los expertos, con la dependencia de comidas semi-listas o procesadas, baratas y nutricionalmente pobres.
Cuidado en la cocina
Centrestage es un proyecto social que funciona en Kilmarnock, Escocia, que se dedica, entre varias cosas, a dos muy importantes: proveer alimentos frescos y sanos en zonas donde la privación es un problema.
Y dos, dictar cursos comunitarios de cocina saludable.
Pero cuando comenzó, hace 13 años, sus fundadores no tenían la intención de proveer de alimentos a los vecinos. Su idea era crear una compañía de teatro comunitario y presentar producciones un poco más profesionales que las de la escuela de la ciudad.
Pero mientras más trabajaban en los barrios de la zona, más notaban los problemas de seguridad alimentaria.
Y si la gente no comía bien, mal iba a poder ocuparse de actuar en una obra de teatro.
“Nuestra lema es ‘Diversión, comida y folclor’. Intentamos que todos estén bien, que se sientan bienvenidos y no intimidados. Que no se sientan juzgados”, explica Sheena Boyd, una de las líderes del proyecto.
Boyd ha visto con sus propios ojos cómo la falta de comida puede afectar a los jóvenes de maneras drásticas. Los niños pueden sufrir de fatiga crónica debido al hambre, pero también pueden experimentar el efecto contrario.
Para niños con el trastorno de déficit de atención, el hambre puede disparar la hiperactividad.
“Me pasó que estaba dictando un curso y había un chico que estaba corriendo por todo el salón. Entonces les di a todos un par de sándwiches. Una vez comió algo, el niño se calmó”, relata.
Uno de los métodos de reparto de alimentos es un bus de dos pisos, en el que los voluntarios de Centrestage recorren los barrios más pobres para entregar deliciosos platos preparados en la cocina del centro, como pasta con vegetales, sopas de verduras y curry con arroz, todo cocinados por ellos mismos.
Y aunque entregan la comida gratis, siempre piden donaciones -una libra o dos (entre US$1,30 y US$2,50)– para continuar con su labor.
Labor que tiene unos números llamativos: entre julio y septiembre de 2018, entregaron 6.000 platos de comida a personas adultas y unos 2.200 a niños.
La otra parte de la labor de Boyd es enseñarle a cocinar a los beneficiarios de la ayuda, para que puedan valerse por sí mismos.
Otras manos
Boyd y sus compañeros de trabajo, junto con muchos voluntarios, están tratando de abordar la pobreza desde un punto de vista holístico. El bienestar de la gente puede verse afectado muy rápidamente por el hambre, pero eso nunca es toda la historia.
Así que, además de las comidas baratas y los talleres de cocina, el personal y los voluntarios de Centrestage tienen como objetivo ayudar con formularios de beneficios, solicitudes de vivienda o problemas de empleo.
“Podemos decir: ‘Bien, ¿qué está pasando? Podemos ayudarte de cualquier otra manera”, dice Boyd.
Kerry Wright y sus colegas del Banco de Alimentos CFine en Aberdeen también se encuentran brindando una amplia gama de apoyo a la gente local.
El director ejecutivo de CFine, Dave Simmers, quiere que su organización se centra en ayudar a las personas en ayudarse a sí mismas.
“No nos gustan los bancos de alimentos que solo tengan el objetivo de entregar“, dice, mientras los trabajadores reparten los paquetes de alimentos a unos pocos pies de distancia de la puerta de su oficina. “No son útiles, erosionan la dignidad, crean dependencia y no cambian nada.
“Pero, esencialmente, la gente tiene hambre”.
Puede ser que Wright salvara su vida gracias al banco de alimentos de CFine, aunque ella llegó aparentemente como voluntaria en lugar de usuaria.
Y, sin embargo, el punto de vista de Simmers acerca de que los bancos de alimentos no son útiles tiene sentido en el contexto más amplio de una nación hambrienta.
La mejora de la equidad del sistema de beneficios y el monitoreo y la protección de la nutrición infantil serían algunos de los primeros pasos que podrían alejar a las familias de la dependencia de los bancos de alimentos.
Transformando vidas
Wright expresa un verdadero celo por el trabajo que hace.
Ahora trabaja 29 horas por semana en CFine. Tiene un flujo constante de ingresos. Este año, dice, estará libre de deudas por primera vez en mucho tiempo. Sin embargo, está siendo muy cautelosa.
Si hace un poco de frío, trata de no poner dinero extra en calefacción, en caso de que la semana siguiente le pueda quedar poca comida.
Pero la salud física de sus hijos es buena. Se han vuelto más activos. Ahora juegan deportes y uno juega en el equipo de cadetes.
Y al reunirme con ella en CFine, tengo la sensación de que Wright, al igual que su amiga Kelly Donaldson, ha encontrado un papel que no solo la ayuda aquí y ahora, sino que es algo con lo que puede crecer.
“Soy leal a este sitio”, dice ella. “Porque realmente están ayudando a las personas a transformar sus circunstancias. Eso tiene un efecto en la salud física, salud mental y en situaciones de la vida”.
Donaldson habla y señala cómo Wright es claramente más feliz ahora. Se levanta todos los días. Se pone el maquillaje. Va a trabajar. Eso hace una gran diferencia para toda la familia.
“Lo hace”, dice Wright. “Tiene un impacto en tus hijos”.
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