Editorial: Hoteles de corrupción
La reciente visita a Irlanda del vicepresidente Mike Pence es un ejemplo
La corrupción tiene muchas formas. Una de ellas es hacer que las empresas del Presidente lucren dando servicios al gobierno que él mismo dirige. Pero lo que sería un claro conflicto de interés para cualquiera, para Donald Trump y sus fanáticos es algo normal.
El poder y el dinero es el motor que mueve a Trump tanto en vida privada de empresario como en su carrera política. Desde que llegó a la presidencia Trump no siguió los pasos de sus predecesores de colocar sus bienes en un fideicomiso ciego administrado por una persona independiente. En cambio, el Presidente los puso a cargo de sus propios hijos en donde él sigue siendo el principal beneficiario.
Esto es solo el principio. Los hoteles de Trump y otras de sus propiedades, son utilizados por gobiernos extranjeros, autoridades partidarias y funcionarios como una manera de congraciarse con el mandatario. En menos de diez días tenemos tres ejemplos del absoluto descaro con que maneja este conflicto de interés.
La reciente visita a Irlanda del vicepresidente Mike Pence es un ejemplo. Pence estuvo dos días con reuniones en la capital Dublin, en el este del país. Pero se alojó en el campo de golf de Trump en la orilla oeste de la isla, a tres horas de distancia. Los estadounidenses pagaron el alojamiento de Pence, familia, asesores y elementos de seguridad, además del traslado aéreo a las reuniones.Todo eso, dijo, por seguir la “sugerencia” del Presidente.
En la reciente reunión del G-7 Trump propuso su hotel privado de El Doral en Miami para alojar a los jefes de gobierno y sus comitivas en el próximo encuentro anual, que toca en Estados Unidos. Y el mismísimo secretario de Justicia, William Barr, tiene planes de gastar más de $30,000 dólares de su propio bolsillo en una fiesta privada en el hotel Trump en Washington DC.
Es muy fácil hallar otros hoteles de lujo en la capital, pero la decisión de hacerlo en el del Presidente abre muchas dudas. ¿Fue por recomendación de Trump? ¿Querrá Barr quedar bien con el mandatario? ¿Qué pasaría si otro funcionario elige otro hotel? De lo que no hay duda es que el dinero va al bolsillo del Presidente.
El hotel Trump de DC es ahora el sitio ahora preferido para las fiestas de embajadas y de los dignatarios que llegan a Washington.
NBC estimó que Trump pasó 295 días de los primeros 956 de gobierno en su mansión-club-hotel de Mar A Lago. Los contribuyentes pagaron a precio de mercado desde el alojamiento de su entorno hasta los carritos de golf alquilados por el Servicio Secreto para seguirlo.
Trump miente diciendo que perdió $5,000 millones de dólares desde que es presidente. En realidad los documentos financieros muestran que sus empresas ganaron decenas de millones de dólares. Ya estamos acostumbrados a las mentiras, pero nunca lo estaremos a la corrupción. Especialmente cuando es la paga del pueblo.