Así es como el exceso de carne, grasas y azúcar daña a tu cerebro
La investigación estudió a jóvenes de entre 20 y 23 años con una alimentación alta en procesados
Una dieta basada sobre alimentos procesados, altos contenidos de azúcares, sal, grasas y carnes rojas podría afectar el funcionamiento del cerebro. La conclusión fue obtenida por un grupo de investigación de la Universidad Macquarie de Sydney, Australia.
Los investigadores descubrieron que después de una semana con una dieta alta en grasas y en azúcares, los voluntarios del estudio obtuvieron peores resultados en las pruebas de memoria y se sintieron atraídos por comida chatarra inmediatamente después de haber terminado una comida.
Los datos obtenidos parecen sugerir que una dieta occidental -tal como se la denomina al tipo de régimen de procesados, azúcares y grasas- puede provocar que sea más difícil para las personas regular su apetito. De acuerdo con los investigadores, se produciría una interrupción en las funciones de un área del cerebro llamada hipocampo.
“Después de una semana con una dieta de estilo occidental, la comida sabrosa, el chocolate y los dulces, se vuelve más deseables cuando estás satisfecho”, aseguró Richard Stevenson, profesor de psicología en la Universidad Macquarie de Sydney. “Esto hará que sea más difícil resistirse, lo que lleva a comer más, lo que a su vez genera más daño al hipocampo y un círculo vicioso de comer en exceso”.
El hipocampo está involucrado en el control de la memoria y el apetito. Hay estudios previos realizados en animales que aseguran que la comida chatarra perjudica esta región del cerebro. Si bien no se ha avanzado sobre razones certeras, una hipótesis es que el hipocampo tiende a bloquear o debilitar los recuerdos sobre la comida cuando estamos llenos. “Cuando el hipocampo funciona de manera menos eficiente, los recuerdos no se inhiben sino que llegan como en avalancha por lo que la comida se vuelve más atractiva”, explicó Stevenson.
Para investigar cómo la dieta occidental afecta a los humanos, los científicos reclutaron a 110 estudiantes saludables, de entre 20 y 23 años que, generalmente, comían una buena dieta. La mitad fueron asignados aleatoriamente a un grupo de control que comió su dieta normal durante una semana. El resto recibió un régimen de alta energía al estilo occidental, que incluía una ingesta generosa de golosinas y comida rápida.