Deportados enfrentan el peor desempleo en México por COVID-19
La pandemia del COVID-19 agravó la situación de los deportados
MéXICO – A Daniel Ortiz lo deportaron en diciembre pasado. El coronavirus apenas era un problema para China y no la pandemia que se convertiría al poco tiempo en su peor enemigo, un verdugo que lo condenó al desempleo en México después de que el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) lo echó de Estados Unidos.
“Ahora me estoy volviendo loco de la desesperación”, dice en entrevista telefónica con este diario desde la ciudad de Tijuana donde se encuentra por razones del corazón: su esposa, quien es ciudadana estadounidense, vive en San Diego y está embarazada. En medio año nacerá su hijo, el primero.
Hasta finales de marzo pasado todo iba relativamente “bien”con la repatriación. Daniel Ortiz encontró trabajo en un call center y había rentado una casita en una colonia que apenas se está construyendo y carece de algunos servicios como internet. La falta no le pareció importante porque la empresa tenía un buen módem y con los datos del teléfono bastaba para el chat de WhatsApp.
El problema vino días después, mientras estaba en capacitación para dar servicios de atención al cliente para una empresa de renta de autos. Aprendía códigos y sistemas de cómputo cuando el proyecto se suspendió. Los jefes dijeron le daría un nuevos proyecto, que no se preocupara. Pero los días pasaron y la promesa no se cumplió .
Entre el 8 y el 10 de abril, este mexicano bilingüe de 35 años y a punto de ser padre se quedó con una mano adelante y la otra atrás igual que otros recién deportados a la convulsa Tijuana, una de las ciudades más afectadas por el coronavirus.
Daniel Ortiz se sumó a los 20,000 deportados a México cada mes. Peor aún, en medio de la pandemia que provoca pérdida de empleos debido a las políticas de distanciamiento social y freno a las actividades económicas.
Según algunas proyecciones extraoficiales a finales de año podrían sumar tres millones de desempleados del sector formal que se unirían a una economía de 30 millones de informales.
El gobierno federal no tiene una estadística que mida con prontitud y con perfil migratorio al desempleo; por ahora, sólo la organización civil New Comienzos cuenta con datos parciales con base en la gente que se acerca en busca de asesoría.
—Estamos hablando de casi 3,000 repatriados desempleados que llegaron esta semana (la última de abril) más otros sobre los que no tenemos conocimiento—advierte Israel Concha, fundador y director de la asociación que brinda apoyo a mexicanos migrantes retornados de EEUU.— Y no cuentan con ningún tipo de ayuda de las autoridades.
El gobierno federal mexicano eliminó todos los esquemas de ayuda a los deportados desde diciembre de 2018. Reestructuró el programa Somos Mexicanos y lo renombró Procedimiento de Repatriación a través de México (PRIM) para efectos meramente logístico y de asesoría, pero se ha convertido en un elefante blanco porque nadie responde al teléfono.
Activistas de New Comienzos han intentado sin éxito comunicarse desde 20 estados de la República y este diario hizo otras llamadas de corroboración con la misma suerte.
Malos tiempos
La reducción de actividades no esenciales en México dejó sin funcionamiento a la mayor parte de la burocracia. Entre muchos servicios quedaron inoperantes los módulos del Instituto Nacional Electoral (INE) que proporciona la credencial para votar con fotografía, un documento oficial clave para la reintegración de los deportados.
“No contamos con el INE ahora en México”, advirtió Concha. “Y todas las empresas piden ese documento para empleo”.
La edad promedio de los repatriados es productiva: tienen entre 25 y 35 años, la época de mayor fortaleza física y en crecimiento intelectual de las personas. Además son bilingües y tienen habilidades en áreas técnicas muy específicas que se estampan con la pared de una economía complicada desde antes del coronavirus.
De ello habla Eleazar Hernández, fundador de la organización civil de rapatriados Estado 33 Aztlán, quien junto con su equipo ha peleado para sostener un taller de serigrafía que fundaron cuando se cansaron de buscar trabajo bien remunerado o de ser discriminados porque dos de ellos tienen discapacidad física, uno anda con bastón; el otro, en silla de ruedas.
“Me discriminan más aquí que en EEUU allá por cada 10 trabajos me rechazaban en dos, aquí en todos”, lamenta Eleazar.
El coronavirus empeoró todo. Fue poco a poco. Al principio, los miembros buscaron trabajo en restaurantes como cocineros o lavatrastes para completar el sueldo. Cerraron esos negocios para evitar contagios y les cancelaron a la par los pedidos de playeras: sus ventas se redujeron a cero.
Por otro lado, los repatriados empleados en call centers no tienen mejor suerte. Israel Concha, de New Comienzos, denunció que en las últimas semanas estos centros de personal bilingüe a cesado sin miramientos a muchos de sus trabajadores que ya desde antes batallaban para comer y pagar la renta y ahora están en apuros, algunos en la calle.
—Por parte de nuestra comunidad ya les empezamos a dar despensas, aunque no nos alcanza para mucho: empezamos con 10 — detalló. Aquí hay una emergencia.
El gobierno federal no ha lanzado ningún programa de desempleo y la mayoría de los estados del país no contemplan este beneficio o los repatriados no están incluidos. Algunos sobreviven con ayuda de familiares, principalmente de EEUU, aunque saben que es un sustento frágil por el desempleo mundial además de que no se sienten cómodos con esa manutención.
Búsqueda inútil
Daniel Ortiz sabe que tiene en comprar una computadora, la necesitará porque las oportunidades de trabajo de ahora en adelante serán para hacerlo en casa. Pero el presupuesto no le da y no quiere abusar de su esposa. Es ella quien tiene que sostener ahora dos casas con su trabajo en el condado de San Diego. Pagar la hipoteca y una renta; el agua, la luz, el gas, los teléfonos y los alimentos.
“El sueldo apenas alcanza”, lamenta Daniel Ortiz. “Y ya no viene a verme por el embarazo que la hace más vulnerable al coronavirus”.
Por eso él se empeña en encontrar empleo, pero la pandemia no ayuda. Debe estar en casa y al mismo tiempo buscar trabajo. Hace algunas llamadas telefónicas, pero cree que debe salir a buscarlo físicamente y luego se detiene porque el desplazamiento implica gastar gasolina y tampoco está para eso.
“Esta situación es desesperante”, concluye. Acto seguido, se calma. Sale a la tienda y espera que no haya desabasto, el otro día no había agua. Por suerte en los últimos días sí encuentra agua. Compra huevo, arroz, frijoles, atún, pollo. Sólo lo necesario para subsistir.
Piensa en el bebé que viene en camino y sufre, ¡vaya época que le tocó para venir al mundo!, con el padre en México y la madre en Estados Unidos, el coronavirus sin vacuna y el desempleo en su máxima expresión. Hay que esperar, se dice a sí mismo. Vendrán tiempos mejores.
“Dios proveerá”, piensa más al sur Eleazar Hernández, de la organización de deportados Estado Aztlán 33. Por ahora, piensa en buscar un nuevo espacio para el taller que hoy se encuentra dentro de una preparatoria de la CDMX y cuyos directivos ya les pidieron el espacio. Desocuparla en medio de Covid. “Trabajo, trabajo…si al menos hubiera trabajo”, cuenta. Pero no hay.
Cifras
– Alrededor de 610 mexicanos fueron deportados diariamente entre enero y febrero pasados.
– La Secretaría de Gobernación reconoció que para marzo se incrementó un 23%, lo cual implicaría una 670 al día, en su mayoría hombres.
– Los puntos de ingreso de las repatriaciones se concentran en cinco estados de la frontera: Baja California, Chihuahua, Coahuila, Sonora y Tamaulipas.
– Las ciudades de mayor recepción son: Tijuana, Nuevo Laredo, Ciudad Juárez, Matamoros, Nogales y Mexicali
– Las repatriaciones aéreas a la Ciudad de México fueron suspendidas.
Fuente:
Unidad de Política Migratoria.
Ultima fecha de actualización: febrero de 2020