“Me voy a México”: Los autorrepatriados de EEUU en medio de COVID-19
Diariamente llegan a México 600 mexicanos de retorno procedente de EEUU
MÉXICO – Arturo Valdez sabe lo que significa volver a México: Sobrevivir a la ley de la jungla, entre luchadores y tramposos. Lo intentó hace cuatro años, cuando su mamá estaba enferma en la CDMX. Al volver, trabajó en call centers, vendió tacos de canasta, invirtió en un puesto callejero, perdió todo y ¡tuvo que volver a EEUU!
Aún así, quiere intentarlo de nuevo y cada día que pasa la pandemia lo desea con más fuerza. Es un sentimiento que arrastra hace tiempo por la discriminación por las política antiinmigrantes de Donald Trump que se agudizaron en estos tiempos.
Este año, el presidente estadounidense ha declarado una y otra vez contra los indocumentados; ha firmado decretos para deportaciones exprés en la frontera, ha cerrado las posibilidades de asilo, suspendido los procesos de residencia y así desempolva viejos temores sobre una migración que pelea por puestos de trabajo en la era del desempleo. El resultado es la hostilidad.
—Ahora siento desprecio en todos lados. Si no me he ido a México, es por ética profesional y por agradecimiento a los tantos años me han dado de comer aquí y para mi familia de México— detalla Arturo Valdez.
Este mexicano con carrera técnica en enfermería tomó la decisión de auto repatriarse mientras ayuda a salvar vidas y atienda en primera la línea a casos de COVID-19 en la primerísima línea como enfermero en un asilo de ancianos en Illinois, donde día a día muere gente en sus manos mientras él siente una profunda nostalgia familiar.
En Glandele High, un suburbio ubicado a 30 minutos de Chicago, una empresa lo contrató para cuidar a gente de la tercera edad. Ahí estaba desde hace cuatro años, tranquilamente, casi siempre con asuntos administrativos más que de cuidado, cuando cayó el coronavirus a la ciudad y pronto alcanzó la residencia y empezó el desastre.
El virus dejó casi sin personal a la residencia. Antes, había 33 enfermeros en el edificios del complejo y ahora sólo quedan 10 sin contagiarse; él entre ellos. Atienden un área que concentra gente con demencia senil y requieren apoyo total, contacto físico total para realizar todas sus actividades, desde alimentarse, moverse, vestirse, bañarse…
La empresa había tomado algunas previsiones como cancelar las visitas familiares y vestir con trajes especiales a todo el personal de salud, pero bastó que alguien llevara el virus sin saberlo (el coronavirus tarda 15 días en incubarse) para que el asilo se cimbrara a pesar de las mascarillas y caretas.
“El traje es muy caliente y sudas como en un sauna, yo bajé 10 libras en dos semanas y el plástico se empaña y la gente empezó a tocarse y a moverse la mascarilla y así noté que se infectaron y empezaron a morir los viejitos”.
En los peores casos, Arturo Valdez debe llevarlos a los pacientes a las camillas hacia el hospital y el corazón se le comprime. En el día a día de contacto con la demencia , este enfermero es para los abuelitos a veces hijo, esposo, novio, hermano o prometido. “El otro día una mujer anunció ante un grupo que nos íbamos a casar en octubre”.
De modo que les tiene cariño y a la vez piensa que, con sus ahorros, podría abrir un restaurante en la Ciudad de México, no volver a aquel puesto callejero que compró y perdió en 2016 cuando cambió el gobierno de la alcaldía Cuauhtémoc y piensa que bien podría estar cuidando de su madre en lugar de soportar las groserías y malas vistas de los “gringos” de la calle mientras arriesga el pellejo.
“Antes de trabajar en el asilo, en algunos lugares no querían darme trabajo sólo porque soy latino, aunque tengo un permiso y las cosas se van a poner malas nada más incluso para mi”.
Con los pies en Illinois y el alma en México, Arturo Valdez mantiene, mientras tanto, contacto con organizaciones de deportados en su país. “Muchos están tomando la decisión de volver porque ven un panorama difícil allá y nosotros les decimos que aquí no la tendrán fácil y que deben pensarlo, pero noto mucha desesperación”, advierte Israel Concha, fundador de asociación New Comienzos. “Ahora hay muchos problemas de desempleo aquí en México, aunque allá también”
Desempleo
El pasado viernes, el Departamento de Trabajo informó que el 14.7% de la fuerza laboral está desocupada y alcanzó la cifra de 20.5 millones de empleos perdidos, la cifra más baja en 50 años derivado de las medidas de contención para detener al coronavirus que suma más de un millón de contagios.
Para los despedidos, se activaron los seguros de desempleo y apoyos especiales, pero, salvo algunos estados como California, la mayoría excluyó a indocumentados por lo que se prevé un incremento en el retorno a México.
“Es una situación muy complicada sostener una renta, los servicios y todos los costos de vivir en EEUU sin trabajo”, advirtió Carlos Arango presidente del Frente Nacional de Inmigrantes con sede en Chicago, donde la comunidad mexicana comienza a resentirlo. “Pensamos que el último incremento de remesas de este año es porque los migrantes están pensando en volver”.
Diana Sánchez Ledesma, quien ha vivido desde los cuatro años en California, es una de esas personas que tiene las maletas listas. Había estado trabajando en el campo desde que perdió su permiso de trabajo por un incidente automovilístico y entró en una batalla legal que la desestabilizó. “La pandemia complicó los trabajos”, cuenta.
Antes, trabajaba en oficinas y de ahí pasó a los restaurantes y a la pisca de fresas y otros frutos rojos como indocumentada y últimamente el trabajo no va bien, independientemente de que tiene una orden del juez para abandonar el 17 de junio que piensa acatar a pesar de que nunca ha estado en México desde que sus padres la llevaron a EEUU.
En la Ciudad de México, a donde piensa ir, no tiene a nadie. Sólo a una abuela en Ecatepec, la zona conurbada; la otra abuela está en Michoacán con algunos tíos y primos que ha tratado poco. Sus padres están en California, él en Los Angeles y la madre en Tracy.
Pero Diana Sánchez se lo toma con calma, se queda en casa los pocos días que le quedan ahí, dibuja y trata de no gastar mientras piensa en cómo llegará a México si está cerrada desde el 21 de marzo y hasta el 21 de mayo se sabrá si se reabre o no y mientras tanto no hay vuelos, tendría que tomar un autobuses y podría contagiarse de Covid.
En estos días ha estado en contacto con el consulado, pero no tiene una respuesta sobre el tipo de ayuda que pueden darle. Hasta ahora, el canciller Marcelo Ebrard, sólo ha dado cuentas de la ayuda a mexicanos “varados” ante el coronavirus, no de casos relacionados a la autorrepatriación.
Diana Sánchez creía que podría apañársela sola en el retorno. Así lo había preparado: buscaría un lugar para vivir, regresaría a la escuela para mejorar su español, tal vez pensaría en dar clases o trabajar en call centers pero la pandemia arruinó todos los planes y ahora no le queda más que improvisar.
Rentará un Airbnb en lo que se orienta y conoce la ciudad de más de 20 millones de habitantes en medio de la pandemia con todo cerrado. “Que pase lo que tenga que pasar”, dice.
“Hemos tenido este problema por décadas. Pero ahora, con las emergencias nacionales y todas las otras cosas que hemos declarado, podemos realmente hacer algo al respecto”, dijo el mandatario en una conferencia de prensa.
El dato
Las estadísticas de la Secretaría de Gobernación a través de la Unidad de Política Migratoria reconocen que diariamente llegan a México 600 mexicanos de retorno procedente de EEUU, en promedio..