Cajera de farmacia: “Estamos en alto riesgo de contagiarnos del coronavirus”
Pero aún así, ya les quieren quitar los dos dólares que les pagan extra por trabajar en lugares llenos de gente
No hay día que Laura Orantes no agradezca por su vida y por estar libre del coronavirus, ya que a diario durante ocho horas, da la cara a la pandemia en su trabajo como cajera de una farmacia Rite-Aid en Los Ángeles.
“Estamos muy expuestos ya que entramos en contacto con mucha gente. El virus no perdona, y aunque uno se proteja no está exento de enfermarse. El peligro es permanente”, dice.
Como cajera de farmacia, Laura es parte del grupo de trabajadores esenciales que se ponen en riesgo para que el país marche a través de las órdenes de quedarse en casa.
De 51 años de edad, es originaria de El Salvador, madre de dos hijos adultos y un nieto. Lleva 32 años de trabajar como cajera de farmacia de la Rite-Aid.
Al principio de la pandemia, reconoce que tenían mucho miedo, porque nunca se había vivido una crisis de salud de esta magnitud, y no sabían cómo reaccionar.
Desafortunadamente – dice – muchos clientes no quieren usar las mascarillas. “Le dicen a uno de cosas, no creen en el virus o se sienten inmunes. Solo necesitamos uno solo para contagiarnos”.
Su empleador les puso una barrera de plástico en las cajas, pero como no están atornilladas, se caen a cada rato.
“Sí nos dieron mascarillas y guantes, y paso lavándome las manos; pero también pidiéndole a Dios que no nos contagiemos”.
Si bien no sufre de ninguna enfermedad crónica, se preocupa porque antes del coronavirus, padecía con frecuencia de infecciones en la garganta.
Laura confía que al llegar a su casa lleva a cabo toda una rutina para protegerse del COVID-19 y minimizar el riesgo, me quito los zapatos, los rocío con cloro, lavo mi ropa inmediatamente y me baño.
Pero a ella le impresiona como los clientes buscan maneras de evadir la orden Quédate en Casa. “Hay gente que viene todos los días a comprar una cosita. ¿Cómo es posible? Ellos mismos se pueden infectar por venir a comprar algo que no es importante”.
En especial, dice que ha notado que los latinos son los que menos quieren quedarse en la casa.
“Es bien difícil. Uno va el trabajo implorando en nombre de Dios no enfermarse, y hay gente que va todos los días a la farmacia, y lleva a todos los familiares”.
Lo peor ocurre cuando algunos clientes quieren entablar largas conversación con los cajeros, como si no hubiera una contingencia sanitaria. “Están hable y hable, pregunte y pregunte. No entienden que deben minimizar su tiempo en la tienda y no andar tocando todo”.
Por otro lado, Laura dice que las ventas en las farmacias están al doble. “Lo que nunca se vendía antes, se vende ahora”,
Pero a pesar de este incremento, lamenta que a muchos trabajadores les hayan recortado las horas de trabajo.
“Gracias a que yo soy de tiempo completo y que llevo tantos años como cajera, no me las han cortado”.
Sin embargo, no echa las campanas al vuelo.
El aumento de dos dólares por hora que les dieron desde que comenzó el coronavirus podrían perderlo en cualquier momento. “Ya no los quieren quitar”, se lamenta.
Algunos trabajadores esenciales de hospitales, supermercados y farmacias como Laura recibieron en EEUU, un bono o un alza al salario para compensar el riesgo de trabajar en espacios laborales atiborrados de personas durante la pandemia.
Ahora muchas compañías quieren eliminarlo, aún cuando la amenaza del COVID-19 no se ha ido.
Al tiempo que lucha por un salario digno acorde al riesgo de vida que enfrenta, esta cajera suplica a los consumidores que “por favor, se queden en su casa y respeten las reglas que da el gobierno para protegerse del COVID-19”.
Dice que ellos son los expertos, y que “si nos ayudamos unos a los otros, puede que haya menos riesgo de contagio”.