Pandemia dispara venta mundial de tequila, ¿ganancia para los agricultores del agave?
Los Zeferino González y Oscar González no ven reflejado en sus bolsillos esa "fiebre del tequila" por efecto del coronavirus
MEXICO.- Es verano en El Arenal y Zeferino González sabe que es el tiempo más duro para el cultivo del agave, la planta que después de siete años de cuidados tras la siembra servirá para hacer el tequila. En Jalisco es ahora “El temporal”, cuando llueve, tiempo de abundancia y de apuesta, hay que limpiar la yerba, poner abono fertilizante, insecticidas, vitaminas.
Al mando de un grupo de trabajadores, Zeferino está pendiente día y noche de que todo marche como se debe porque un descuido desemboca en plagas y falta de calidad del agave Tequilana weber, variedad azul, la única que se permite para la producción de tequila de acuerdo a la Norma Oficial Mexicana.
En poco más de 10 hectáreas con 30,000 plantas, Zeferino mantiene viva la tradición de tres generaciones de agricultores de agave que comenzó su abuelo hace décadas cuando tuvo buen ojo para apostar a un cultivo a pesar de que él sólo era un arriero que sacaba las canastas con las pencas de otros campesinos.
—Yo no fui bueno para los estudios y lo que me quedó fue seguir haciendo lo que también hacía mi padre— cuenta Zeferino en entrevista con este diario.
Como buen conocedor del mercado sabe que es una buena época para el tequila a pesar de la pandemia por el COVID-19. Se escuchó en las noticias desde el pasado 24 de julio, cuando se conmemora el Día Internacional del Tequila porque en 2006 la UNESCO reconoció ese día que el paisaje agavero de Tequila, Jalisco, sería Patrimonio Mundial.
Se sabe que este año las ventas romperán récords en todo el mundo en toda la cadena de producción, desde los surcos a las empresas de exportación, pasando por las 700,000 familias que viven de esta actividad y no les resta más que hacer hipótesis.
“Beben para olvidar el encierro”, dicen algunos. “Para alegrarse la vida entre tantas tristezas”, dicen otros.
En todo caso, pese a la crisis, la producción de tequila en México fue de 128 millones de litros en el primer semestre de este 2020, un 4% más que el mismo periodo de 2019, con un aumento de 3.6% en las exportaciones.
El incremento del consumo mundial de tequila no es algo nuevo. La producción crece a un promedio de entre 5 % y 7 % anual desde hace 15 años, con un récord de 330 millones de litros en 2019.
De este total, el principal comprador es Estados Unidos con más de 88% de las ventas desde México, seguido con Alemania, España, Canadá, Francia, Australia, Reino Unido, Letonia, Japón e Italia. En tiempos recientes, Australia está creciendo de manera importante y actualmente tiene una demanda de casi 2.5 millones de litros al año, según datos de la Secretaría de Economía.
“La fiebre internacional” —como la llama el Consejo Regulador del Tequila que fomenta el respeto a la denominación de origen en los casi 70 países donde se vende— contrasta con la baja en el interés en México donde el consumo está descendiendo en competencia con la cerveza que hoy le lleva la delantera: el 52 % de los mexicanos la prefieren frente al 26 % el tequila.
Pero eso es otro asunto.
Marginados del boom
Las cadenas de producción y exportación han hecho que el comercio vaya mucho más allá de lo nacional. Actualmente algunos agricultores que sólo hacían siembras de temporal como maíz y frijol están mutando al agave azul en los municipios que tienen la denominación de origen: todos los de Jalisco y algunos de Guanajuato, Michoacán, Nayarit y Tamaulipas.
Oscar González, de 29 años, campesino de Ciudad Guzmán, Jalisco, cuenta que él estaba enfocado en esos productos tradicionales hasta que hace dos años asistió una expo feria de oportunidades agrícolas en Guadalajara y, entre foro y foro, lo convencieron de las bondades del agave.
Que no necesita mucha agua, que se da mejor en tierra caliente y que hay escasez de la planta debido a la sed voraz de tequila en el mundo frente al cultivo que necesita paciencia: para que una planta llegue a la madurez precisa que da la exquisitez se requieren siete años y, hoy por hoy, la están cortando apenas llega a los cuatro años dada la urgencia.
“Esto es lo mío”, se dijo.
Comenzó a plantar dos hectáreas para probar pero, al ver la calidad, se puso una meta para el 2020: sembrar entre 300 y 400 hectáreas. El primer año cumplió el plan a pedir de boca y logró casi la mitad del reto con 120 hectáreas así como una primera ganancia con la venta de hijuelos para reproducción.
Se frotaba las manos para alcanzar el resto del plan cuando llegó la pandemia y las plántulas subieron de precio en los invernaderos… ¡al doble! De 12 pesos que valían como máximo pasaron a 22 pesos y eso hizo imposible la compra para traspasarse al terreno. Le dijeron que por el flete, el transporte, las casetas, la pandemia…
El coronavirus ha sido un pretexto perfecto para ganar en el río revuelto de la oferta y la demanda del tequila, explica Oscar González, en Ciudad Guzmán, y así coincide Zeferino González en El Arenal.
“A nosotros nos bajaron el precio del mezcal (piña) del maguey, de 29 pesos que valía en enero a 21 actualmente a pesar del incremento de la demanda”, lamenta Zeferino.
Los “coyotes” o intermediarios entre los agricultores y los destiladores están haciendo su agosto en estos días porque saben que al campesino le urge el dinero: en la temporada de lluvias hay que abonar, limpiar e invertir para que el agave azul se desarrolle de la manera más sana. “Lo aceptamos porque no nos queda de otra”, advierte.
En algunas ocasiones han intentado vender directamente a las destiladoras y han sido muy problemático porque la mayoría —principalmente las más grandes— prefieren comprar grandes cantidades como ocurre con los intermediarios. Otro reto es darle el proceso adecuado para que tenga los estándares de la destiladora.
“Al final se vuelve tan trabajoso que preferimos dársela al coyote”, concluye.
Aún así, con la venta por debajo del año pasado, Zeferino González reconoce que los 21 pesos por kilo no está mal. Recuerda tiempos durísimos, en que la piña valía tan poco que preferían que se echara a perder, que se pudriera, a cubrir los costos de cosecha.
“Fue muy difícil”, recuerda a sus 31 años y convencido de que la agricultura es una actividad de alto riesgo, de altibajos. “Ahora estamos arriba”.
Si le gustaría o no que sus hijos se dedicaran a ello, no lo tiene muy claro. “A menos que no les guste el estudio como a mi”, dice. “Pero no nos adelantemos demasiado que ahora sólo tengo una niña de tres meses”.
El futuro
Al Consejo Regulador del Tequila le ha costado mantener a raya todos los intentos de producción o venta de bebidas que buscan promoverse como tequila, una bebida que nació en tiempos de la Colonia española, cuando se fusionó el uso prehispánico de jugos de agave con el proceso de fermentación implementado por los españoles.
En los últimos días, denunció ante la Comisión Europea a la multinacional cervecera Heineken porque ésta promueve una bebida con “saborizante” 75 % de tequila, y el CRT quiere que no utilice su nombre como reclamo comercial.
Con demandas similares se ha hecho de un nombre que defiende un proceso desde la plantación hasta la comercialización, pero mantiene el reto de que se consuma más en su propia tierra.
Jorge Retes, ejecutivo bancario, considera que prefiere la cerveza por dos motivos: no se emborracha tan fácil y el costo en un bar es mucho más barato. “Con lo que gasto en un shot de tequila, puedo tomarme dos cervezas y puedo pasar más tiempo socializando”.
Para los agricultores, el negocio es el mismo aquí o más allá, pero siempre aspiran a que sea más equitativa la ganancia. “Sería una manera de promoverlo: un producto con justicia social”, dicen.