La doble batalla de Gustavo Trejo

Un hombre revela que tuvo cáncer de testículo y enfrenta a su pueblo a un tabú y otros dramas por la contaminación ambiental

Gustavo Trejo

Gustavo Trejo Crédito: Gardenia Mendoza | Cortesía

ZIMAPAN, México – Hace menos de un mes, a Gustavo Trejo le quitaron un testículo en la mejor etapa de su juventud y su virilidad. Con 33 años y sin hijos quedó expuesto al escarnio público en un pueblo  donde la  hombría se mide con frases tales como “yo tengo muchos huevos”.

Frente a esta condición, cualquiera en  su lugar hubiera preferido esconderse; él, decidió hablar de su suerte.

“Para controlar el cáncer testicular, me quitaron uno”, explicó a todo aquel que lo cuestionaba días después de la  operación, cuando lo vieron andar con bastón por las calles en un intento por llevar la vida siempre.

Después hizo mucho más para quitarse el tabú y para ayudar a otros. No se deprimió. No se sintió menos hombre por la creencia errónea de que perder un testículo es perder el apetito sexual, la fertilidad o el valor. Simplemente se lo  tomó a broma.

“Yo sabía que después de la operación, cuando me vieran, se iban a imaginar y a molestar. Por eso mejor empecé a hacer bromas, por ejemplo: aquí, en el rancho, hay animales capados a los  que le dicen capones y entonces yo voy bromeando que soy el capón de capones o digo que  ‘a mi pistola le falta  un cargador’”, detalla en entrevista con este diario.

“Así rompo el hielo del tema”.

Gustavo Trejo sabe que debajo de esa capa de hielo hay mucho dolor en Zimapán, una población enclavada en la Sierra Madre Oriental de alrededor de 20,000 habitantes que se benefician económicamente por la minería, la plata, el cobre, el zing y otros minerales y  se perjudican en la salud por la falta de regulaciones rigurosas que traen consigo otra realidad: el cáncer.

No existe un cifra actualizada sobre el número de personas enfermas en el municipio y sus alrededores. En 2011, en el contexto del Día Mundial contra el Cáncer, el gobierno del estado reconoció que  Zimapán reportaban los índices más altos de esta enfermedad en Hidalgo con 108 menores de edad que tenían leucemia y 117 con cáncer de mama.

Antonia García vende barbacoa para solventar los gastos del cáncer de su hijo.
Antonia García vende barbacoa para solventar los gastos del cáncer de su hijo.

Gustavo Trejo sabe ahora que una tía murió porque lo tenía en el cerebro; otra, tiene leucemia; a su abuela, la atacó en el estómago; que uno de sus ex profesores y amigo de paseos en motocicleta, está peleando también contra la enfermedad igual que muchos otros muchachos que, entre el dolor y las sombras, se complican más aún con el cáncer de testículo.

El cáncer testicular no es tan agresivo como algunos otros tipos y tiene hasta un 95% de posibilidades de controlarse a tiempo, según información del Instituto Nacional contra el Cáncer en Estados Unidos. El problema es que la mayoría de quienes lo padecen son jóvenes —entre 20 y 35 años de edad — y son incrédulos o negacionistas o tienen vergüenza.

Cuando Gustavo Trejo empezó a hablar  de la enfermedad que padecía, supo, que muchos se habían callado por  temor a ser señalados como incompletos, poco hombres y hasta homosexuales por falta de un testículo: el control de la expansión del cáncer implica la extirpación en la mayoría de los casos.

Erick, un músico de profesión de 22 años fue uno de ellos. Más grave aún, se aguantó el dolor y no fue al médico para que lo revisara hasta que tenía que dormir apoyado de una almohada entre las piernas y hasta que sus padres le recordaron que tenía una hija chiquita que lo necesita.

— Prolongar el diagnóstico puede provocarte la muerte —advierte.

 Gustavo Trejo supo pronto que algo extraño ocurría en su cuerpo cuando sintió un montículo en el testículo derecho, como una canica ovalada. Al día siguiente fue a ver al médico. Y no  a cualquier doctor sino a Gabino Zúñiga, un amigo cercano con quien a veces bebe cervezas y echa relajo.

“Tenía pena pero me tuve que aguantar y aceptar la auscultación en una camilla”.

Desde entonces Gustavo no se calla. Habla del tema en todos sus círculos sociales sin la carga de creencias negativas relacionadas a la virilidad y la vergüenza porque lo que hace falta es cuidar  la salud, evitar que el cáncer se  expanda y crezca el  riesgo de quedar estéril.

A él no le han dicho si necesitará quimioterapia o radiación pero los médicos le han sugerido congelar su semen por si algún día quiere tener hijos. El se lo están pensando. “Aún quiero viajar, conocer otros lugares, ya empecé a estudiar derecho en la universidad y… ¡también puedo enseñar mucho a un hijo!”.

ENTRE LA GLORIA Y EL INFIERNO

Cuando Gustavo Trejo fue deportado, hace cinco años, no dudó ni un segundo en que se quedaría a vivir en su lugar de origen. En Estados Unidos hizo dinero, compró casas, invirtió en la bolsa y hoy vive literalmente de sus rentas. Así que tiene tiempo de hacer deporte en Hidalgo.

El municipio de Zimapan ha  hecho del ecoturismo un negocio. Ahí se hace motocicleta y bicicleta de montaña; se acampa, se explora entre ríos sulfurosos de aguas calientes. Hacen torneos nacionales que se llenan de aventureros que saltan entre las pendientes montañosas y el flujo de dinero para los locales.

De eso se sabe mucho, que hay un club de bicicleteros llamado Vanadio (por el elemento químico número 23 de la tabla periódica que se descubrió ahí) y un Club Mineros de cuatrimotos.

En cambio, se sabe menos del lado negativo de la minería que mantiene la  economía de la región aunque desde principios de los noventa se han encontrado pozos con concentraciones de arsénico 100 veces mayores de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud  y se dice que Zimapán tiene el agua más contaminada del mundo después de Bangladesh.

En tiempos recientes, el diputado local Víctor Guerrero denunció directamente a algunas empresas por su nombre: el Espíritu, la Purísima, Minera Sago, Carrizal Mining y algunos molinos de procesamiento de carbonato de calcio porque “generan polvos” con su actividad extractiva o porque están a cielo abierto.

“Actualmente hay entre cinco y seis montañas de jales”, dijo. “Tienen plomo, arsénico y cianuro al aire libre que, con el viento, se van sobre las cabezas de los zimapenses y contaminan el agua”.

Las consecuencias de este medio ambiente contaminado se mide en dificultades para respirar, dolores de cabeza y de ojos, leucemia y  cáncer de todo tipo tanto en la cabecera municipal como en las comunidades de San Miguel, la Lincera, la Sabina, Santiago, El calvario, la Alberca y Nueva Reforma.

Al borde de la carretera, justo en la salida norte de Zimapán, puede medirse de otra manera, con otro tipo de víctimas.

Detrás de una mesa plástica sobre la que reposan unas ollas humeantes de barbacoa de borrego, Antonia García, madre de un joven de 28 años con cáncer de pulmón, vende tacos y caldos para enfrentar la enfermedad de su hijo porque aunque éste tiene seguro social por trabajar en las minas hay gastos paralelos: transportación, medicamentos…

Venta de barbacoa a favor de personas enfermas de cáncer
Venta de barbacoa a favor de personas enfermas de cáncer

“Tenemos una fundación de ayuda porque hay muchas familias que no tienen seguro social y se están muriendo”, advierte.

Gustavo Trejo no tiene seguridad social y ha enfrentado la enfermedad con sus propios ingresos pero no todos pueden hacerlo. Esta vulnerabilidad se acentúa más si los enfermos se callan, si no quieren hablar del tema como es el cáncer de testículo.

 “Zimapan no existiría sin las minas, las necesita, pero la regulación ambiental no es buena, entonces, lo poco que podemos hacer por ahora es detectar la enfermedad a tiempo y perder la pena de decirle al mundo que tenemos un problema”.

 

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