Miguel Cristales: 40 años como repartidor de La Opinión

El distribuidor dice tenerle cariño a su oficio y hoy continúa llevando el diario hasta áreas remotas de Ventura y Santa Barbara

El salvadoreño Miguel Cristales junto a sus tres nietos.

El salvadoreño Miguel Cristales junto a sus tres nietos. Crédito: Cortesía

Hay dos anécdotas que Miguel Cristales tiene bien frescas en su memoria: cuando su tío lo mandaba a comprar La Opinión, que entonces costaba cinco centavos, y cuando comenzó a repartir este diario, algo que hacía a pesar de que no tenía licencia de conducir.

“Mi tío me mandaba a la ‘liquor’ y yo corría a llevárselo”, dijo Cristales. “Siempre le preguntaba que qué se necesitaba para ser repartidor, pero me dijo que sin licencia no se podía, y que además se necesitaba un carrito, aunque fuera chiquito”.

Un día, se le ocurrió llamar al diario para preguntar si había una ruta disponible. La suerte estaba de su lado porque le dieron el área de Bell Gardens y de Huntington Park. La licencia fue lo de menos. Lo contrataron –esto pasó hace unos 40 años– aunque no tenía ese documento.

Cristales tenía poco de haber llegado a Estados Unidos de su natal Santa Ana, en El Salvador. Tenía un trabajo en una joyería de donde salía a la 1 de la mañana y de ahí se iba a repartir La Opinión para llevar un poco de dinero extra a casa.

“Era un sacrificio porque era peligroso trabajar de madrugada, y más en esas áreas”, dijo. “Pero ese dinero me servía para los gastos y los estudios de los niños”.

Sin embargo, los planes de Cristales iban más allá de solo repartir periódicos. Un día preguntó en la empresa que cómo se podía hacer distribuidor, un puesto que era mejor remunerado.

“Me dijeron, ‘tienes que buscarte tus propias tiendas, y cuando tengas una buena cantidad vienes y hablamos’; fui a buscar día tras día, hasta que reuní  150”, contó.

En 1978, Cristales se convirtió en distribuidor de La Opinión; comenzó surtiendo tiendas y máquinas en el área de San Fernando y Burbank.

“Ahí empecé a trabajar muy duro”, dijo. “Después, para crecer me fui a [el condado de] Ventura y empecé a llevar poquito, como 200 [ejemplares]”.

Luego, Cristales extendió su cobertura hasta Santa Barbara. Entonces, el diario costaba 25 centavos. En 1982 también comenzó a llevar el diario San Bernardino y a Riverside.

“Fueron los tiempos más buenos de La Opinión”, dijo Cristales, quien recuerda que esa bonanza duró unos diez años.

Todo cambió radicalmente cuando el diario vendió parte de sus acciones y los procesos de distribución se transformaron. Entonces Cristales se quedó con las áreas de Ventura y Santa Barbara, a donde desde entonces maneja todos los días.

Su viaje, de unas cien millas, comienza a la 1 de la mañana y termina a las 2 de la tarde, cuando maneja de regreso. Él está a cargo de repartir los periódicos en 90 de los 180 puntos de venta que tiene su ruta.

En los 40 años que lleva como distribuidor del diario, tarea que le ayudan a realizar dos personas desde hace unos 20 años, Cristales ha visto muchos cambios, entre ellos la dramática reducción en el tiraje de los periódicos.

Pero eso no desmotiva a Cristales, quien está a punto de jubilarse; tiene 68 años. Para él, aunque las ganancias económicas ya no son tan buenas, este es el oficio que sabe hacer y al que le tiene afecto.

“Lo sigo haciendo por lo que algún día me dio”, dijo. “Me dio para poder educar a mis hijos”.

Sus cuatro hijos estudiaron carreras profesionales. Unos son enfermeros, otros asistentes de doctores y uno trabaja para el Banco de la Reserva Federal.

Cristales nunca quiso que sus hijos siguieran sus pasos porque considera que este trabajo es muy estresante.

“Es algo que haces los siete días de la semana, llueve, truene o haya terremotos”, dijo.

A pesar de sus casi 70 años, Cristales se aferra a seguir trabajando, y la  razón que da es tan simple como que se considera una persona responsable. Además, dice que lo motiva ver a personas de su edad o mayores que todavía trabajan y que siguen luchando.

Con esa mentalidad de lucha emigró a este país, cuando vio que había pocas posibilidades para jóvenes como él en El Salvador. Dejó truncada su carrera de contabilidad y emprendió el viaje a Estados Unidos motivado por un tío que ya vivía en este país.

Así que cuando la gente le pregunta que si no se cansa de manejar todos los días hasta Santa Barbara, él les responde que no.

“No me canso, no me aburro”, dijo. “Cuando me levanto me gusta sentir lo fresco de la noche; además, si allá me están esperando [con los periódicos] pues tengo que llegar”.

Miguel Cristales (izq.) con su familia en una celebración de cumpleaños. Foto: Cortesía de Miguel Cristales

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