Maradona y México, una historia de amor y conveniencia que tuvo final feliz

Los detalles de todas las interacciones que tuvo Maradona con México y el fútbol mexicano

Maradona guió a los Doardos a dos finales de la Liga de Ascenso de México.

Maradona guió a los Doardos a dos finales de la Liga de Ascenso de México. Crédito: Álvaro Paulin | Imago7

Tal vez la imagen más repetida en la historia del fútbol mundial es la de un Diego Armando Maradona pleno, esbelto, jubiloso, con el hambre de triunfo reflejada en el rostro y la convicción en la sangre, desparramando ingleses sobre el verde césped del Estadio Azteca el 22 de junio de 1986, la tarde en que, con sus dos anotaciones, se ganó un lugar en el Olimpo del fútbol.

Porque una semana después, cuando Maradona recibió el trofeo que acreditaba a Argentina como campeón del mundo, el corazón del Diego quedó ligado para siempre a la historia del Estadio Azteca, del fútbol mexicano… de México mismo, en donde, entre miles de futboleros, sigue siendo objeto de culto.

En su biografía publicada en 1999, “Yo soy el Diego”, Maradona dedica un capítulo entero al Mundial México 86 y en éste afirma: “… estaba viviendo el momento más sublime de mi carrera, el más sublime… 29 de junio de 1986, Estadio Azteca, México; esa fecha y ese lugar están marcados en mi piel”. Pese a ello, la relación de Diego con México siempre había sido distante y fría. En el mismo capítulo de su libro, el “Pelusa” hace un reproche del trato que el público mexicano le dio a la selección albiceleste durante la final de aquella Copa del Mundo.

“Si hasta los mexicanos se nos volvieron en contra, gritaron los goles de los alemanes. ¿Latinoamericanismo? ¡Latinoamericanismo las pelotas, los latinoamericanos éramos visitantes, ahí, en el Azteca justamente!”.

Maradona ya descansa en paz junto a sus padres tras fallecer el 25 de noviembre. Esta es la lista en detalle de todas sus visitas e interacciones con México.

Diego en México: “Soy solo Maradona”

La primera vez que Maradona puso las delicadas plantas de sus pies en una ciudad mexicana fue un 12 de noviembre de 1980. Lo hizo para enfrentar a los Tigres, en el Estadio Universitario de Monterrey, cuando él vestía la camiseta de Argentinos Juniors.

Aquella ocasión, precedido ya de esa etiqueta de futuro genio del fútbol tras haber ganado un año antes el Mundial Juvenil de Japón, Maradona anotó el gol del empate 2-2 contra los Tigres, luego de burlar con cierta facilidad a Osvaldo Batocletti y ejecutar, como relatan las crónicas de los diarios deportivos, una hermosa anotación de zurda.

Días después en León, la presencia de Maradona no fue el imán de taquilla que se esperaba, al grado que el juego se retrasó hasta una hora para dar tiempo a que los aficionados llegaran al estadio. Al final asistieron unas 15,000 personas. Argentinos Juniors perdió 3-2. Maradona hizo el segundo gol de su equipo, justamente de penal y en tiempo de reposición.

Unos meses antes del Mundial de España 82, donde fue expulsado en el partido entre Argentina y Brasil por el árbitro mexicano Mario Rubio, de última hora se concertó un partido entre América y Boca Juniors.

Era un 25 de enero de 1982 cuando la joya de Boca Juniors volvió a pisar suelo azteca. El Estadio Azteca se llenó para observar en vivo al habilidoso mediocampista que consiguió esa noche el primer gol de su equipo, quitándose con el cuerpo a Carlos de los Cobos para vencer a Héctor Miguel Zelada. Maradona llevó a Boca a un triunfo de 1-2. Fue él quien además dio el pase para la anotación de Ricardo Gareca.

Horas antes, algo atento y dispuesto, había declarado a la prensa mexicana: “Les pido que no me comparen con nadie. No soy el sustituto de Pelé. Soy Maradona nada más…”.

Pasaron más de tres años para el regreso del “Diez”, que en noviembre de 1985 enfrentó con su selección al Tricolor. El 11 de noviembre de aquel año, en Los Ángeles, México y Argentina igualaron a un gol con anotaciones del propio Diego y de Tomás Boy. Tres días más tarde, en la reinauguración del Estadio Cuauhtémoc de Puebla, aztecas y sudamericanos volvieron a empatar por el mismo marcador, los goles fueron obra de Javier Aguirre y Óscar Ruggeri.

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Diego y su momento supremo: con la Copa del Mundo en México 1986. /Getty Images

Diego en el Mundial de México 1986

De cara al Mundial de México 86, con Maradona como el nuevo capitán de la Albiceleste y una de las figuras a seguir en la Copa del Mundo, la selección argentina hizo su arribo al Distrito Federal el 5 de mayo de 1986.

El 12 de junio, con Argentina ya clasificada a octavos de final y ante la posibilidad de enfrentar más adelante a México, Diego declaró: “Lo lamentaría (enfrentar a México) por ellos porque nosotros vamos a llegar hasta el final, así juguemos en el Azteca con los mexicanos y ante 115,000 personas. Argentina va a llegar a la final”.

El domingo 22 de junio de 1986, pasadas las 13:00 horas, Diego Armando Maradona marcó, con la mano, el primer gol del partido frente a Inglaterra. Cuatro minutos después, luego de dejar regados por el campo a media docena de ingleses, en una absoluta cátedra de picardía, gambetas y magia, el “Diez” anotó el gol que lo catapultó, sin escalas, a la inmortalidad.

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“¿Qué pensé en ese momento? En nada, sólo en definir la jugada. Al principio me parecía mejor tocarla para ‘Burru’ (Jorge Burruchaga) o Valdano, que me habían acompañado jalando rivales. Pero al final me la jugué solo… Qué lindo, por favor…”

Sobre su primera anotación, Diego lanzó una frase que también se volvería inmortal: “Fue un poco con la mano de Dios y otro poco con la cabeza de Maradona…”

Tres días después la indiscutible figura del Mundial brindó una muestra más de su clase al anotarle dos goles a Bélgica en una de las semifinales.

A lo largo del Mundial Maradona percibió, con razón, que su selección nunca figuró entre las favoritas del público mexicano. Quizá por eso el viernes 27, dos días antes del desenlace de la Copa del Mundo, el “Diez” lanzó una frase de esas que lo caracterizan: “Quiero aclarar, los besos que lanzo a la tribuna son para él, para mi viejo (papá). Porque no soy falso, no son besos a los mexicanos, no soy falso. Nunca he dicho, desde que llegué, que los mexicanos son los más lindos o los más amables, respeto a esta gente, a todo México, pero no voy a decir falsedades para comprar sentimientos”.

En la final en el Azteca el público se dividió y una gran parte de los asistentes al Coloso de Santa Úrsula festejó los goles de Rummenigge y Vöeller que le dieron a Alemania el empate parcial en la final. Pero esos mismos también vitorearon a los argentinos, que terminaron imponiéndose con el gol de Burruchaga a pase de, quién si no, Maradona, que abandonó la capital mexicana junto con su selección cerca de la media noche de aquel histórico 29 de junio, después de cumplir con la consigna que se habían impuesto al llegar a México casi dos meses antes: “Somos los primeros en llegar, pero seremos los últimos en irnos”.

Fútbol rápido en Pachuca

Pocos meses después de haber sido suspendido del Mundial de Estados Unidos 94 por haber dado positivo en el control antidoping por consumo de efedrina, Diego fue a México para participar en el Torneo Intercontinental de Fútbol Rápido que se celebró en la ciudad de Pachuca. El ídolo caído en desgracia descendió del avión el día el 12 de diciembre de 1994.

A la exhibición –en la que él y el brasileño Dirceu eran los máximos atractivos-, Diego le dio lujo y proyección internacional. El argentino hizo goles de fantasía, demostró que desconocía las reglas del fútbol rápido y llevó cientos de aficionados a las tribunas de madera. Además, en un gran gesto, Maradona repartió entre sus compañeros de equipo parte de los honorarios que cobró en aquella ocasión.

El “Diez” volvió a México el 7 de junio del 2000 para ver el partido de vuelta de semifinales de la Copa Libertadores entre América y Boca Juniors.

La premura del viaje, la lluvia y el tráfico impidieron que Maradona llegara al Coloso de Santa Úrsula en donde lo esperaban como comentarista de lujo de la cadena PSN, pero un día después, el astro pisó la cancha que 14 años atrás lo viera coronarse y concedió una nota exclusiva a esa televisora.

“Entrar otra vez me hizo vibrar el corazón. Sentí la misma alegría que me da cuando me despiertan mis hijas”, dijo dos días más tarde en una entrevista publicada por un diario capitalino. “Ojalá vuelva al fútbol, pero no le puedo pedir más a Dios, porque me ha ayudado mucho. El tiempo lo dirá…”

A la salida del Coloso de Santa Úrsula a Diego se le ocurrió jugar un partido y el lugar elegido fue el desaparecido Centro Rayo, ubicado sobre Calzada de Tlalpan. Ahí, junto a algunos amigos entre los que se encontraba Ángel “Matute” Morales, y vestido con la camiseta número 10 del jugador del Cruz Azul, Diego se dio el gusto de patear el balón durante algunos minutos, antes de partir rumbo a su hotel.

Diego, fuera de forma, en el homenaje a Carlos Hermosilo en 2002. /F. CASTILLO/AFP-Getty Images

Maradona atormentado y colérico

El astro volvió a México a mediados de marzo del 2002, lo hizo contratado para la despedida de Carlos Hermosillo y visitó el país con ese aire de personaje atormentado por la fama y el mito.

Para evitar el acoso de la prensa y los aficionados, de inmediato encontró refugio y privacidad en un sitio lejano al Distrito Federal. Durante una semana se hospedó en la suite 124 de un hotel en Ixtapan de la Sal, cuyo nombre, por coincidencia, hacía honor a la grandeza del “Diez”: Rancho San Diego.

Esa vez, con su guardaespaldas siempre pendientes de que nadie le sacara imágenes fotográficas y de video, Maradona mostró en los pasillos del hotel y en su propia habitación una conducta que iba súbitamente de las carcajadas a la ira, del aparente rostro tranquilo a la ansiedad.

Explosivo, irascible, sólo atento a sus impulsos, Diego retrasó aproximadamente una hora el arranque del juego de despedida de Hermosillo, debido a que llegó tarde al Estadio Azul. Allí, luego de solicitar un vestidor para él solo, aceptó jugar únicamente si antes le llevaban una pizza de peperoni y una Pepsi. Entonces, miles de aficionados le vieron patear el balón durante 38 minutos del partido.

En esa visita Maradona se mostró huidizo, colérico, perdió el control y estrelló algunos vasos de cristal contra uno de los muros del hotel. Estaba tan gordo, que parecía un buda vestido con uniforme de fútbol. Antes de partir, se quejó de los mosquitos, de la prensa y la gente que aún le adoraba.

Su última visita fue en noviembre de 2006 para jugar un partido de “Showbol” que disputaron los representativos de México y Argentina, en Monterrey y el DF. En un encuentro lleno de patadas, celebrado en el Palacio de los Deportes de la capital, el equipo verde se impuso 3-2 al albiceleste.

La relación de Maradona y México era hasta entonces una de amor y conveniencia.

Maradona en el banquillo al visitar a los Pumas como DT de Dorados. /Imago7

Buenos tiempos en Sinaloa

Pero la relación Maradona-México tuvo un último episodio. Su contratación en el verano de 2018 para ser el director técnico de los Dorados de Sinaloa fue un bombazo en las noticias del fútbol mexicano.

Maradona hizo que de pronto un club modesto de la segunda división y una ciudad sin tradición de fútbol como lo es Culiacán fueran nombres mencionados alrededor del mundo.

Históricamente, Sinaloa ha sido un estado con mucha actividad de narcotráfico, pero pese a las preocupaciones iniciales, en los nueve meses que Maradona habitó allí nunca se vio involucrado en problemas.

Tomó al equipo en septiembre y para sorpresa de muchos lo guió a las finales consecutivas de los torneos Apertura 2018 y Clausura 2019. No pudo obtener el campeonato y obviamente tampoco el ascenso al caer ambas veces contra el Atlético San Luis.

El 13 de junio de 2019, Maradona dejó al equipo citando razones médicas. Una de las últimas frases de Diego en suelo mexicano tras perder su segunda final fue reveladora: “Estaba al borde de la muerte, para mí esto no es nada… Solo estoy triste por los muchachos en el equipo”.

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