57 años después del asesinato de Kennedy, las pistas en México se agotan
Varios expertos en el asesinato de JFK ven a México como el mejor lugar para encontrar respuestas sobre una posible conspiración y quién estuvo detrás de ella. Pero las pistas se agotan
La mayoría de las teorías de conspiración que rodean el asesinato del expresidente estadounidense John F. Kennedy han sido refutadas. Kennedy no fue asesinado por un dispositivo de gas activado por extraterrestres o por el padre del actor Woody Harrelson.
Pero la especulación sobre el asesinato de Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas, continúa, alimentada por documentos clasificados como confidenciales, balística extraña y la afirmación del asesino Lee Harvey Oswald -quien luego fue asesinado en la televisión en vivo mientras estaba bajo custodia policial- de que él era “solo un chivo expiatorio” .
Varios expertos en el asesinato de JFK, como el exreportero de investigación del New York Times Phillip Shenon, ven a México como el mejor lugar para encontrar respuestas sobre una posible conspiración y quién estuvo detrás de ella.
Poco más de un mes antes del asesinato de Kennedy, Oswald tomó un autobús de Texas a Ciudad de México. Llegó el viernes 27 de septiembre de 1963 por la mañana y se fue muy temprano el miércoles 2 de octubre, según la inteligencia estadounidense y mexicana.
¿Fue Oswald una especie de James Bond rebelde que se fue al sur de la frontera para asociarse con comunistas, revolucionarios cubanos y espías, o simplemente un asesino trastornado?
Investigué esa pregunta mientras revisaba mi libro sobre teorías de conspiración en México, y creo que encontré algo que todos los demás pasaron por alto: un agujero en la historia del mismo hombre que inició una tenaz teoría de la conspiración sobre el viaje de Oswald a México.
Ciudad de México comunista
México fue un punto caliente de la Guerra Fría a mediados del siglo XX, un refugio para exiliados soviéticos, izquierdistas estadounidenses que huían de la persecución anticomunista del macartismo y simpatizantes del régimen de Castro en Cuba. Todos los países comunistas y democráticos tenían una embajada en la Ciudad de México, el único lugar del hemisferio occidental donde estos enemigos coexistían más o menos abiertamente.
Según testigos de las misiones diplomáticas cubana y soviética, Oswald visitó repetidamente sus embajadas el viernes y sábado. Buscaba desesperadamente visas para esos países, que los estadounidenses tenían restringido visitar.
Cuando le dijeron que tales documentos tardarían meses en procesarse, Oswald tuvo una acalorada discusión con el cónsul cubano, Emilio Azcué. Oswald también obligó a cancelar un partido de voleibol de la KGB el sábado por la mañana cuando blandió un arma en el consulado soviético, antes de romper a llorar y marcharse.
Esos eventos están bien documentados por la CIA, que en la década de 1960 había intensificado sus operaciones en México para monitorear la actividad comunista, incluso contratando a 200 agentes mexicanos para ayudar. El Servicio Secreto Mexicano, cuyos archivos de la década de 1960 México ha comenzado a desclasificar recientemente, también rastreó los pasos de Oswald tras el magnicidio.
Sin embargo, se desconoce el paradero de Oswald durante tres días y medio de su viaje.
Nace una teoría de la conspiración
Una conspiración sobre el tiempo indocumentado de Oswald en la Ciudad de México lo pone en contacto con personajes peligrosos del lado izquierdo de la Guerra Fría.
Esta historia se originó en marzo de 1967, cuando el cónsul estadounidense en la ciudad costera mexicana de Tampico, Benjamin Ruyle, estaba comprando bebidas para periodistas locales.
Uno de esos periodistas -Óscar Contreras Lartigue, un reportero de 28 años de El Sol de Tampico- le dijo a Ruyle que había conocido a Oswald en 1963 cuando era estudiante de derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Contreras dijo que había estado en un grupo universitario pro-Castro y que Oswald le había rogado a este grupo que lo ayudara a obtener una visa cubana. Según Contreras, Oswald pasó dos días con estos estudiantes de la UNAM, luego se reencontró con ellos unos días después en la Embajada de Cuba.
Evidentemente temiendo por su vida, Contreras no le diría mucho más a Ruyle. Dijo que él mismo había viajado a Cuba, conocía a personas del régimen de Castro y había volado la estatua de un expresidente mexicano en el campus de la Ciudad de México. Contreras temía persecución por sus actividades políticas.
Sin embargo, Contreras dijo que esta no era la primera vez que compartía su historia. Después de que dispararan a JFK, Contreras le dijo a Ruyle que le había comentado a su editor que había conocido a Oswald recientemente.
La cuestión de Contreras
El relato de Contreras insinuaba conexiones sospechosas y previamente desconocidas entre Oswald y la Cuba comunista que se hicieron poco antes del asesinato de JFK.
Su historia fue, según un memorando enviado posteriormente desde la sede de la CIA, “la primera pista sólida de investigación que tenemos sobre las actividades de Oswald en México“. Los funcionarios del Gobierno de EU necesitaban averiguar si Contreras era una fuente confiable.
Tres meses después de la happy hour de Ruyle, un funcionario de la CIA de la Ciudad de México fue a Tampico para interrogar a Contreras. Durante el interrogatorio de seis horas, Contreras todavía se negó a entrar en detalles, pero dijo que aunque Oswald nunca mencionó el asesinato – repetidamente dijo que “debía llegar a Cuba”.
En 1978, un investigador de la Comisión Selecta de Asesinatos de la Cámara de Representantes de Estados Unidos llamado Dan Hardway fue a México para investigar el asesinato de JFK. No pudo entrevistar a Contreras a pesar de varios intentos, pero en un influyente informe advirtió que su relato no debía ser descartado.
El reportero del New York Times Shenon, que entrevistó a Oscar Contreras para un libro de 2013 sobre el asesinato de JFK, también encontró la historia de Contreras creíble. Shenon escribió que Contreras -a quien llama un “periodista prominente”- “fue mucho más lejos” en su entrevista que con la CIA, alegando “contactos mucho más extensos entre Oswald y agentes cubanos en México”.
Dan Hardway, que ahora es abogado en West Virginia, todavía cree en Contreras. Después de leer el libro de Shenon, reiteró en 2015 que Lee Harvey Oswald podría haber sido parte de una red de inteligencia cubana más amplia.
El agujero en la historia
Óscar Contreras murió en 2016, por lo que no pude entrevistarlo.
Pero en mi investigación, un pequeño detalle de su biografía me llamó la atención, una contradicción aparentemente pasada por alto que podría socavar toda su historia.
Según el relato de Contreras, huyó del campus de la UNAM y se mudó a Tampico alrededor de 1964. Sin embargo, Contreras también le contó a su editor sobre su encuentro con Oswald después del asesinato de Kennedy en 1963.
Los periódicos estudiantiles no son comunes en México y Contreras estaba matriculado en derecho. ¿Cómo pudo haber tenido un editor en 1963?
El periódico de su ciudad natal, El Sol de Tampico, podría tener la respuesta. Buscando en sus archivos, descubrí que el periódico publicó una columna dominical de cotilleos a principios de la década de 1960 llamada “Crisol”.
Óscar Contreras comenzó a firmar la columna el 6 de junio de 1963 y lo hizo cada semana de septiembre y octubre de ese año.
Mientras Lee Harvey Oswald estaba en la Ciudad de México, Contreras estaba a 500 kilómetors de distancia en Tampico. En los ejemplares descoloridos de ese año se puede leer la prosa llena de merengue con que relató suntuosas recepciones de bodas, fiestas de XV años y paseos en yate de la alta sociedad de Tampico. Todo esto mientras presumía ser un estudiante revolucionario en la capital del país.
Tres días oscuros
Creo que los archivos de El Sol de Tampico desacreditan el relato de Contreras.
Un corresponsal político puede vivir lejos de donde se publica su periódico. Pero para un columnista de chismes, eso sería un abandono del deber.
Esta revelación sumerge el viaje de Oswald a México en el otoño de 1963 en la oscuridad.
Hay otras teorías de la conspiración, entre ellas que Oswald tenía una amante mexicana que lo llevó a una fiesta de comunistas y espías.
Pero es más probable que México no tenga más pistas ocultas sobre el asesinato de JFK.
Las teorías de la conspiración ofrecen promesas de profundidad y cierre, de solucionar el mayor enigma del siglo XX. Pero por lo que sabemos sobre lo que hizo y no hizo Oswald en la Ciudad de México, era un solitario volátil y desorganizado que ni siquiera podía manejar sus solicitudes de visas.
El asesinato de JFK es un caso cada vez más frío. Y en México, solo quedan pistas agotadas.
* Gonzalo Soltero es profesor de análisis narrativo en la Escuela de Estudios Superiores de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.
Este artículo apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons. Lee el artículo original en inglés aquí.
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