Viajero de California compara New York y Las Vegas con Los Ángeles en plena pandemia
Tras pasar casi todo el 2020 bajo severas restricciones en Los Ángeles, decidí ir a New York y Las Vegas para comparar la vida y el turismo bajo el COVID-19
Tenía varios meses encerrado en Los Ángeles por las órdenes de cuarentena cuando decidí que iba a visitar alguna otra ciudad turística para comparar cómo se estaba viviendo la pandemia en otras latitudes de los Estados Unidos y cuáles eran las restricciones vigentes.
El primer viaje lo hice en octubre de 2020 a la ciudad de New York. La baja demanda de vuelos y de hospedaje tenían las tarifas de ambas por el piso, por lo que la idea de aprovechar la oportunidad tuvo más peso que el miedo por el virus, así que me embarqué en una travesía de cuatro días.
La primera diferencia que note fue que tanto las atracciones turísticas, como la industria de restaurantes y bares estaban operando casi con total normalidad. Habían algunas restricciones como un límite de comensales por mesa, o tener que consumir alimentos si se consumía alcohol, pero el ambiente se sentía bastante permisivo en comparación a Los Ángeles, que para el momento no permitía sentar comensales al interior de los restaurantes.
La gran mayoría de las atracciones turísticas de la ciudad de New York estaban operando. Los tours de autobuses y cruceros, los paseos en bicicleta, los museos, los miradores de los rascacielos, entre otros, estaban activos aunque con menor capacidad, y los turistas estaban allí para aprovecharlos, algo que no se ha visto en el sur de California en casi un año.
Y aunque la ciudad de New York tuvo unas semanas muy oscuras por el coronavirus, esos días quedaron atrás y sus políticas han logrado mantener la pandemia bajo control, lo que no ha pasado en la costa oeste a pesar de sus severas restricciones.
Tras volver de ese viaje, el estado dorado empezó a relajar un poco sus medidas permitiendo algunas actividades turísticas como la renta de habitaciones de hotel, así como comensales en restaurantes, pero un abrupto incremento de casos desde el mes de noviembre trajo las prohibiciones de vuelta y el fin de año se vio caracterizado por un toque de queda con restricciones indefinidas, por lo que decidí hacer mi segundo viaje y pasar el fin de año en Las Vegas.
Tras la primera travesía y con la vuelta de las prohibiciones, quería constatar si el miedo era el mismo en Sin City, que está a poco más de 250 millas de distancia en auto, y si los bajos precios de las habitaciones en año nuevo tenían algo que ver con eso, pero no, la verdad no había miedo en Las Vegas y realmente parecía que no había virus.
Las calles del Strip estaban repletas de gente. Los ascensores, las mesas de cartas, las maquinitas y los restaurantes estaban abarrotados, muchos de los más populares estaban sin mesas disponibles por varios días.
Además, las recomendaciones de limitar a 4 pasajeros por elevador eran totalmente ignoradas debido a las largas filas de espera que se hacían para subir o bajar de las habitaciones. En la espera muchos alegaban que era ilógico limitar el uso del ascensor a 4 personas, cuando al salir de mismo habían miles bajo el mismo techo del casino usando las maquinitas u ocupando las sillas de las mesas unos tras otros sin ninguna limpieza o desinfección de por medio.
Por su parte, el gran atractivo del fin de año, la cuenta regresiva y el espectáculo de fuegos artificiales en el Strip no se llevó a cabo, pero la Policía cerró el acceso vehicular para permitir que los visitantes, los cuales eran miles, se congregaran al aire libre de forma segura.
Pasada la medianoche, los hoteles impusieron una restricción que solo estuvo vigente esa noche: para ingresar al casino debían ser huéspedes. Pero 1 de enero todo había vuelto a la normalidad y los bares de la ciudad vendían sus populares cócteles en vasos enormes desde muy temprano.
Lo único que le faltó a Las Vegas para estar completamente normal fueron clubes nocturnos y los populares espectáculos musicales, de magia o acrobacia, pero en sus calles sus populares modelos se paseaban con poca ropa y sin mascarilla ofreciendo fotos a miles de turistas.
El regreso estuvo caracterizado por miles de autos volviendo a toda velocidad hacia el sur del estado dorado, donde las autoridades requieren que cualquier viajero permanezca en cuarentena durante 10 días, sin embargo, no hay quien vigile que esto se cumpla y queda de forma voluntaria en cada individuo.
A pesar del arrepentimiento moral que se enfrenta tras viajar por placer en pandemia, actualmente tengo cinco días en aislamiento y no he desarrollado ningún síntoma.
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