‘Pequeños gimnasios sobrevivirán al desastre de COVID-19’, exjugador de fútbol americano colegial
El también entrenador y dueño del gimnasio Think Fit confía en que la pandemia anime a adoptar un cambio de vida saludable
Al menos $100,000 ha perdido Enrique Arnero en su gimnasio Think Fit de la ciudad de Whittier al sur del condado de Los Ángeles, durante el primer año de la pandemia de COVID-19.
“De 150 clientes, me han quedado 4”, dice Arnero, quien debido a que no tiene empleados no recibió ningún préstamo ni ayuda del gobierno durante la crisis de salud provocada por el coronavirus.
“Yo soy todo aquí, entrenador y quien mantiene limpio para que mis clientes no corran ningún peligro”.
A partir del 15 de marzo, debido a que el condado de Los Ángeles entró a la categoría roja de COVID, las prohibiciones puestas en marcha por el gobernador contra algunos negocios, se levantaron y se permitió que los gimnasios reabrieran sus operaciones en sus interiores al 10% de su capacidad.
Las autoridades animaron a los gimnasios a continuar trabajando en los exteriores ya que representan un riesgo menor de contagio. Pero exigieron el uso de mascarillas tanto en interiores como exteriores.
Arnero, un inmigrante mexicano quien lleva 20 años en el negocio del entrenamiento físico, logró sobrevivir gracias a sus ahorros, pero dice que ha sido difícil porque solo de renta paga $40,000 al año.
Pese a todos los desafíos que ha enfrentado durante el año de la pandemia, confía en recuperarse. “Yo traté de abrir durante la crisis de salud porque mi gimnasio funciona por citas personales o de grupo, pero las autoridades de salud no me dejaron”.
La mayoría de sus clientes son policías, enfermeras, maestros y abogados que reciben sesiones de una hora de entrenamiento de alta intensidad en su gimnasio.
Arnero, un exjugador de fútbol americano colegial y psicólogo de profesión, se especializa en pérdida de peso, incremento de la masa muscular, entrenamiento cardiovascular y de cuerpo y mente.
“Espero recuperarme de las pérdidas sufridas con buenas vibras y luchando, siguiendo el ejemplo de mi mamá que siempre estaba trabajando, tomando cualquier oportunidad que se le presentaba de ganar dinero. Además es tiempo de lidiar con el impacto negativo y las dificultades emocionales y físicas que nos ha traído COVID-19, y debemos verlo como un tiempo para cuidar de nuestra mente y cuerpo”.
Agrega que hoy más que nunca la gente necesita ejercitarse porque muchos subieron de peso durante la pandemia, y han pasado por mucho estrés y ansiedad. “El entrenamiento es una terapia emocional y física”.
COVID-19 ha sido un desastre para los gimnasios con las órdenes de mantenerse cerrados durante meses, y se anticipan cierres definitivos debido a que mucha gente ya no va renovar sus membresías, al descubrir que pueden ejercitarse perfectamente desde sus casas de manera online. A eso hay que muchos ven a los grandes gimnasios como focos de gérmenes debido a los cientos de personas que entran y salen.
“Yo creo que mucha gente va a voltear a ver a los pequeños estudios como el mío y van a alejarse de los grandes gimnasios. Espero que consideren Think Fit”, dice.
Una vida de retos
Arnero no teme a los retos ya que desde niño los ha enfrentado.
“Yo nací en Guanajuato, México. Me trajeron a Los Ángeles a lo 4 años de edad. Fui indocumentado hasta los 13 años que mis padres y yo pudimos arreglar nuestro estatus a través de la Amnistia de Reagan”.
Creció en la ciudad de Lynwood, y fue en la Secundaria Lynwood donde se interesó en el fútbol americano. Raro – dice – en un niño mexicano ya que nosotros nos inclinamos por otros deportes, pero no al fútbol americano.
“Fui lanzador – mariscal de campo -, en inglés quarterback en el equipo de fútbol americano de la secundaria Lynwood. En un grupo de afroamericanos y samoanos, había un mexicano”, dice.
Cuando comenzó a jugar no tenía ni para los zapatos del fútbol. “En mi casa, solo había para lo necesario. Mi papá trabajaba como fundidor, mi mamá cuidaba niños y vendía Avon. Me recuerdo que guardaba todo su dinero en sobrecitos. Este sobre para la comida, este sobre para la luz, este sobre para pagar el agua. Su esfuerzo no fue en vano porque pudo comprarse su propia casa”.
Así que cuando le dijo que iba a jugar fútbol, su madre le respondió, “Dios te bendiga”, y le recordó que no había dinero en la casa para financiar su afición.
Eso no lo desanimó y lo que es más, le puso mayor empeño. “Cambié mi dieta: dejé las sodas y empecé a cuidar lo que comía”.
De la secundaria se fue al Colegio Comunitario de Compton donde también siguió en el equipo de fútbol americano. “Tuve mucho apoyo del coach principal Lalo Mendoza”.
Y al terminar, ya estaba decidido a irse a la Marina para a su regreso, hacerse policía en Los Ángeles, cuando se le presentó la oportunidad de una beca completa para estudiar en Greenville University en Illinois, y al mismo tiempo unirse al equipo de fútbol americano de esa universidad.
Con un ‘Dios te bendiga’, y ‘usted puede’ de su progenitora, Arnero se marchó a Illinois a jugar fútbol americano. “ Allá sufrí mucho racismo, como cuando el director técnico no me dejó tomarme una foto con la bandera mexicana. Le dije, que yo estaba muy orgulloso de ser quien era, discutimos y me dijo que hiciera mis maletas porque al día siguiente me regresaría a California. Gracias a que otro entrenador intervino, el director técnico rectificó y me ofreció disculpas”.
Arnero fue el primer inmigrante mexicano en jugar fútbol americano en Compton College y Greenville University en Illinois.
En 1995, Arnero se graduó de psicólogo y regresó a California donde se le presentó la oportunidad de ir a jugar fútbol americano a Alemania. “Debido a que mi padre murió un año después, y necesitaba ayudar a mi madre, no pude aprovechar esa oportunidad”.
Durante 8 años, ejerció su carrera de psicólogo en el Centro Hollygrove que ofrece tratamientos a niños que han sido maltratados y abusados.
“En el año 2000 se animó a participar en un maratón para recaudar fondos privados para Hollygrove, y aún cuando el propio jugador de basketball profesional, Kobe Bryant, le dijo que estaba muy fuerte para la competencia y dudó que la fuera a terminar, yo pensé, qué puedo perder, si me dijeron que no podía jugar fútbol americano y pude, por qué no correr este maratón en beneficio de los niños”.
Decidido a traer dinero para los menores de Hollygrove, el mexicano corrió el maratón en 4.23 horas. A partir de ahí, ya nadie lo detuvo. Hasta la fecha ha participado en 21 maratones, más un maratón en las montañas de Lake Tahoe.
“Con lo recaudado en el primer maratón, pudimos hacer muchos programas físicos para los niños”.
Después de esa experiencia, fue consultor en varios gimnasios hasta que en 2006 decidió dar clases de entrenamiento militar (boot camps) en los parques del condado de Los Ángeles.
En 2009, abrió su gimnasio Think Fit con la idea de funcionar solo por citas con entrenamiento personalizado. “Tengo clientes de todas las razas, pero mi meta sobre todo, en medio de esta pandemia, es educar a los latinos para que cambien de estilo de vida y se enfoquen en mejorar su cuerpo y mente con resultados duraderos”.