Regresa como un ‘ángel de la frontera’ para apoyar a los migrantes
Abogada ‘dreamer’ cruza la frontera luego de 30 años de haber llegado con sus padres a Estados Unidos
La abogada ‘dreamer’ Dulce García platicó a La Opinión que sintió una mezcla encontrada de emoción, de alegría y de tristeza en el momento en que cruzó la frontera de California a México para ayudar a los migrantes esperanzados en tener oportunidad de solicitar asilo en Estados Unidos.
Hacía más de 30 años que la abogada de migración había cruzado la frontera a California, a la edad de cuatro años acompañada de sus padres y sus dos hermanos, originarios de Cuernavaca, Morelos; y desde entonces “solo soñaba en que este día llegaría, pero no pensé que fuera tan pronto”, explicó.
García fue la primera persona que demandó a Donald Trump cuando su administración suspendió el programa de Acción Diferida para quienes Arribaron durante la Infancia, o DACA.
La abogada ‘dreamer’ ganó al entonces presidente de Estados Unidos el caso en la Corte Federal en San Francisco, también ganó la apelación de la administración en la corte de Noveno Circuito en la misma ciudad, y finalmente ganó a Trump el caso en la Corte Suprema de Estados Unidos.
Mientras esa batalla avanzaba en tribunales, la abogada García fue nombrada directora ejecutiva de la organización civil Ángeles de la Frontera.
Platicó con La Opinión que cuando la pandemia llegó a la región, la mayoría de las organizaciones que ayudaban a los migrantes tuvieron que suspender su ayuda a los albergues o refugios de Tijuana.
Unos grupos se detuvieron por precaución ante la pandemia y otros porque las autoridades aduanales de México y Estados Unidos dificultaron el paso de ayuda en especie, como alimentos y ropa.
Ángeles de la frontera ideó entonces un proyecto para ayudar directamente a los albergues. Les preguntaba qué necesitaban, y les enviaba fondos para conseguir esos recursos a condición de que los refugios entregaran los recibos o facturas y presentaran fotografías de lo que adquirieran, para operar con transparencia.
Con ese proyecto, los Ángeles de la Frontera ampliaron la ayuda de 7 a 16 albergues durante la pandemia.
Cuando una persona que hacía la labor de campo en los albergues tuvo que ausentarse temporalmente por motivos de salud, aumentaron las necesidades no solo en los refugios, sino también en el campamento “La Esperanza” de migrantes en la explanada de la garita peatonal de El Chaparral en Tijuana.
La abogada solicitó entonces un permiso por motivos humanitarios para cruzar la frontera a Baja California a hacerse cargo directamente de los albergues y para ayudar a los migrantes en El Chaparral.
Su plan, dijo, fue “llegar sin avisar a cada albergue para preguntar si, en ese mismo momento llegaba un migrante en busca de ayuda, cómo le recibirían”.
Las reacciones fueron variadas. Un par de personas derramó lágrimas.
El pastor Humberto Ibarra, de la Casa de Oración del Migrante, dijo que “si no hubiera sido por la ayuda de Ángeles de la Frontera nosotros habríamos tenido que cerrar el albergue desde el inicio de la pandemia, y todas las personas tendrían que estar en la calle, porque los refugios operan a media capacidad para mantener sana distancia”.
En el albergue para migrantes y deportados Volviendo a la Patria, el administrador Raúl López Hernández dijo que a lo largo del año con pandemia “solo ustedes nos ayudaron y su ayuda se volvió expansiva”.
Explicó que de cada migrante y deportado en el albergue depende una familia en Latinoamérica, y la reducción de empleos por la pandemia impacto a todos ellos y sus familias.
“La ayuda de Ángeles de la Frontera les permitió continuar la espera en búsqueda de asilo y persistir en busca de trabajo en Tijuana”, dijo López Hernández.
Las versiones fueron similares en el albergue Pro Amore Dei que tiene casi 200 migrantes pero un centenar son menores de edad, en Roca de Salvación, con una población similar, y en Caballeros de Jesús también con docenas de niños.
Sin embargo, la atención de la directora de Ángeles de la Frontera se enfocó principalmente en las necesidades de entre 1,500 y 2,000 personas en el campamento en El Chaparral.
Cuando la abogada llegó al campamento a fines de marzo se enteró de que toda esa comunidad carecía de servicios higiénicos. La única alternativa para los migrantes, muchos de ellos que huyen de la miseria, era pagar 50 centavos de dólar por cada ocasión que ellos o sus hijos usaran un servicio higiénico privado cercano.
García contrató varios servicios higiénicos para el campamento por contrato diario y a condición de que solo se pagaran luego de que fueran limpiados cada día por la empresa que los contrató.
“Eso le puede dar una idea de la magnitud de la necesidad que tiene toda esa comunidad que está dispuesta a permanecer en El Chaparral hasta encontrar respuesta a su solicitud de información para pedir asilo”, dijo la abogada.
También resolvió con tiendas de campaña la situación de familias, algunas de ellas con bebés de brazos, que permanecían en la calle en la garita, y la necesidad de medicamentos y atención médica durante la semana santa, que dejó de llegar una clínica móvil gubernamental.
El sábado con el apoyo de migrantes del albergue El Puente, la abogada repartió cerca de mil platillos de comida centroamericana en el campamento.
Es la primera vez que cruza a México en más de 30 años y su hermano le pregunta telefónicamente por qué no aprovecha y conoce un poco como visitante o turista.
“Pues sí, la langosta de Pueblo Nuevo está aquí cerca, pero a la mejor al final puedo comprar para llevar; por ahora lo que cuenta es ayudar a todas estas personas a las que el gobierno de México no les ayuda en nada y a quienes el gobierno de Estados Unidos tiene en el olvido, sin siquiera informarles sobre su derecho a pedir asilo”, dijo la abogada.