El judo y los boleros fueron sus luces en la oscuridad
La música y el deporte fueron puntos de apoyo para un latino cuya ceguera no impide que hoy sea motivación para los demás
Cuando Elizardo del Río tenía 7 años de edad comenzó a tener problemas de la vista, y fue al llegar a los 11 que perdió la visión completamente. El nativo de Guayaquil, Ecuador, desarrolló una condición llamada retinitis pigmentosa —que causa degeneración progresiva de la retina.
Mientras que su madre se preocupó y lloró imaginando un futuro quizás poco alentador para su hijo, Elizardo fue desarrollando fortaleza interna, al punto que él le daba ánimos a su mamá.
“Yo le decía que no llorara, que yo me iba a convertir en el cieguito más chévere”, contó este hombre quien cuenta con un carisma único.
Y así fue. En la actualidad, Elizardo tiene 58 años de edad y platica que la música y el deporte fueron los alicientes que le ayudaron a enfrentar su ceguera sin cura.
Desde muy pequeño aprendió técnicas de defensa personal y lucha libre con la ayuda de su padre y de su hermano mayor. “La defensa personal es importante porque vivimos en un mundo medio loco y también es la prevención a la violencia”, explicó Elizardo.
Posteriormente en la adolescencia, cuando perdió totalmente la vista, comenzó a tomar clases de judo en el Instituto Braille de Los Ángeles donde sobresalió.
“Yo llegué a representar a El Camino College en judo en 1982-1983 y con personas videntes y me retiré invicto”, comentó. “Nunca me metí a un torneo donde había otra persona invidente, a mí me gustaba [participar] solo con aquellos que podían ver”.
Tanta fue su pasión por este deporte que después de aprenderlo se convirtió en instructor por 16 años para que otras personas invidentes aprendieran sobre este deporte.
Su otra pasión ha sido la música. Elizardo recuerda que desde muy joven cantaba boleros y que las melodías y composiciones se convirtieron en una terapia para enfrentar su nuevo mundo de oscuridad.
Posteriormente formó un grupo con un par de amigos y hacían shows cantando en diferentes lugares.Elizardo cuenta que en 1990 se animaron a inscribirse en un concurso de canto y ganaron.
“Después nos fuimos a cantar a Las Vegas y a las peleas de box. Ahí nos daban los mejores asientos. No veíamos nada, ni a las muchachas, pero si escuchábamos los guamazos”, contó Elizardo entre carcajadas.
Motivación que nace de la oscuridad
El ecuatoriano explicó que el perder la vista, originó que sus otros sentidos se afinaran. Desde entonces dice haber aprendido a valorar su vida con lo que tiene.
“Todos los seres humanos tenemos nuestras virtudes, yo no veo pero me siento muy bien”, dijo Elizardo.
Contó que con la llegada de la pandemia por el covid-19 ha sido muy difícil para las personas con discapacidades como él mantener el distanciamiento social.
“Yo sé que nos han dicho que tenemos que distanciarnos para estar bien pero para los que sufrimos de ceguera tenemos bien presente que el contacto con las otras personas es muy importante”, indicó.
En la actualidad, Elizardo se dedica a dar clases de canto, motivación personal, defensa personal y fitness.
Pero aseguró que lo que más le importa al dar sus clases es saber cómo están emocional y físicamente sus estudiantes invidentes.
“Todos somos hechos a la semejanza de Dios. En mi caso yo sé que no veo pero Diosito me ha armado con mi voz, con un gran oído y con mis manos. Se afinan los otros sentidos”, dijo Elizardo. “Yo creo que todo ser humano tiene virtudes y puntos débiles. Algunos son visibles como el mío que no veo, pero a pesar de esto los sentidos de mi corazón y de mi alma ven bien”.
Sara del Río, madre de Elizardo, dijo sentirse orgullosa de su hijo y acepta que después de haber sentido miedo por él ahora solo siente emoción cuando lo ve.
“Uno se adapta a la vida y me da mucho gusto que esté bien”, dijo Sara desde su casa en Gardena, donde vive con su esposo y con Elizardo.
Reconoció que su hijo ha logrado grandes cosas a pesar de su discapacidad y eso la tiene muy contenta. Por su parte, Elizardo dijo que su objetivo es motivar a otras personas con su ejemplo de vida.
“Porque si yo, que no puedo ver a mi mami sonreír y no puedo ver un arcoíris, estoy contento, los que tienen todas sus facultades con más razón deberían estar contentos”, expresó. “Hay problemas más grandes… Hay personas que incluso con problemas más grandes, los terminan enfrentando y sonríen”.
El mensaje de Elizardo es reconocer que la vida es muy corta y que uno nunca debe darse por vencido.
Emocionado cuenta que ahora su madre lo ve muy bien y que no se cansa de darle piropos. “Ahora ella me dice: ‘Estas más guapo que antes’’’, cuenta con una sonrisa.