Raúl Macías cambia la vida de los niños con el fútbol

Empezó como lavaplatos, llegó a tener su propia fábrica y hoy está dedicado a entrenar a los menores en el fútbol

Raúl Macías, fundador de la Anahuak Youth Sports Association. (Cortesía)

Raúl Macías, fundador de la Anahuak Youth Sports Association. (Cortesía) Crédito: Cortesía

Cuando a principios de los 70, la fábrica de costura en la que  trabajaba en Guadalajara, México, se fue a huelga y más tarde cerró, a Raúl Macías, alguien le dijo que en el norte podía ganar buen dinero como cortador industrial.

No se imaginaba que en California, llegaría un día a tener su propia fábrica de ropa y a convertirse en un entrenador de fútbol para niños.

“No la pensé dos veces. Me fui a Tijuana y con la ayuda de un coyote, que me cobró como $350, crucé la frontera. Tras caminar como 6 horas por los llanos y barrancas, salimos de este lado”.

Primero estuvo en San Diego y luego llegó al puerto de Long Beach.

“Yo tenía 28 años. Estaba casado y había dejado en Guadalajara, a mi esposa y a mi hija”, recuerda.

Así que había que ponerse a trabajar cuando antes para mandar dinero a México. 

“Mi primer trabajo fue de lavaplatos en un restaurante de comida china. Me pagaban $3.50 la hora. Por la noche, conseguí un segundo trabajo en el café John ‘s. Ahí limpiaba los salones y baños. Ganaba $2.35 por hora”.

Cuando el Café John’s cerró, se vio obligado a buscar un segundo trabajo. “Supe de una fábrica en Los Ángeles en la que ocupaban un cortador industrial. Después de pasar la prueba, el dueño me preguntó cuánto quería ganar. Usted dígame, se lo dejo a su criterio, le respondí. Está bien, te voy a dar $6.50. Yo me quedé callado, sin poder creer lo que me ofrecía. Como no respondí, el dueño me dijo, te voy a dar $7 por hora y dentro de tres meses, te vamos a aumentar”.

Raúl Macías, una vida lucha y entrega. (Cortesía)

Raúl dice que quería gritar del gusto, pero su alegría se transformó rápidamente en preocupación cuando el propietario de la fábrica le dijo, “mañana comienzas a trabajar y te traes tus papeles”.

Llegó muy angustiado al departamento que compartía con otros 15 paisanos. “Lo bueno que estaba alfombrado. Dormíamos como tamales en el piso”.

Fue uno de sus compañeros de piso, quien por solo $50 le ayudó a conseguir un seguro social con su nombre.

Raúl trabajó por más de 20 años en esa fábrica. 

Una de las anécdotas que más recuerda es cuando los agentes de migración llegaron de improviso a su lugar de trabajo.

“Yo estaba en la máquina, cortando telas, cuando se me acercó ‘un migra’ y me pidió mis papeles; ¿your papers?”.

Lo que lo salvó es que en ese momento, pasaron a un lado de él, un par de agentes corriendo detrás de unos inmigrantes que salieron huyendo. “El agente que me estaba pidiendo los papeles, se unió a sus compañeros para ir tras los trabajadores. Cuando regresó, me volvió a pedir mis documentos, pero otro agente lo interrumpió para decirle, déjalo, así está bien, ya vámonos”.

La verdad, dice Raúl que fue un verdadero golpe de suerte que no se lo hayan llevado detenido. “Éramos como 40 trabajadores indocumentados, quedamos como 8 en la fábrica”.

Y cuenta que está muy agradecido porque siempre tuvo jefes muy buenos. “En el restaurante de comida china, me daban de comer y me permitían que me llevara comida. A las dos semanas de haberme contratado, la dueña me prestó $500 que ocupé de emergencia para mandar a mi familia a México. Los dueños judíos de la fábrica también fueron muy buenas personas”.

El sueldo más alto que alcanzó a tener como cortador de telas fue de $12.50.

Raúl Macías junto a los muchos trofeos que el equipo de niños Anahuak ha conseguido. (Cortesía)

Raúl trabajó como cortador hasta que se aventuró a abrir su propio negocio, una fábrica de manufactura de ropa.

“Llegué a tener 150 empleados. Éramos manufactureros para las firmas más grandes. La empresa tenía 38,000 pies cuadrados”.

Desafortunadamente hace 8 años, en 2012, se vio obligado a cerrar su empresa MGM Apparel, cuando los manufactureros del país comenzaron a mandar toda la producción a China y a México. 

Raúl logró salir de las sombras y hacerse residente de Estados Unidos en 1986 con la Amnistía de Reagan. Años antes había traído a su esposa María Guadalupe Macías y a sus hijas Karina y Diana.

La idea de convertirse en entrenador de fútbol nació primero porque él es un fanático del fútbol y en Guadalajara, antes de emigrar a California, practicaba el balompié de primer nivel.

“En 1994, mis trabajadores me pidieron que los patrocinara para tener un equipo de béisbol, con la compra de bates y guantes”.

Raúl Macías entrena a los niños dos o tres veces por semana. (Cortesía)

Ese proyecto, recuerda, no duró porque no sabían jugar béisbol y llegaban con las cervezas al campo de juego.

“Después me rogaron que los apoyara con un equipo de fútbol. Le quería poner Too Cute, pero yo decidí que se iba a llamar Anahuak, una palabra que quiere decir rodeado de agua y los ancestros así le llamaban a este continente, desde Canadá hasta Nicaragua”.

Pero un día llegaron a su fábrica de ropa, los hijos de sus trabajadores a pedirle que los ayudara a pagar los arbitrajes de la liga de fútbol en la que participaban.

“Pero siempre perdían y cuando fui a verlos entrenar, ahí miré que el entrenador estaba con una cerveza ‘caguama’ en una bolsa. No me gustó que estuviera tomando y ahí fue cuando dije, yo los entreno y empecé a engancharme”.

Dice que el equipo de los niños se llamaba Chapulines, y él le cambió el nombre y lo bautizó como Anahuak.

“Desde 1996, he estado entrenando niños de los 5 a los 18 años”.

Agrega que es una satisfacción que nunca esperó. “A mi edad, 68 años, me siento muy satisfecho, de los niños que hemos ayudado a formar. Muchos de ellos ahora son ingenieros, arquitectos, licenciados, buenos mecánicos, electricistas y fontaneros; y algunos me traen a sus niños a la liga”.

Raúl Macías dice que el fútbol ha alejado a los niños de las pandillas. (Cortesía)

Pero de lo que más se siente orgulloso es de ofrecer una alternativa a niños y jóvenes que ha hecho una diferencia en sus vidas. “El fútbol los ha ayudado a socializar y los ha alejado de la vagancia, las pandillas y las drogas porque muchos vivían en lugares plagados de pandillas peligrosas y tiroteos”.

Me tocó ver a muchachos que aún cuando sus familias estaban en la cárcel y ellos se quedaron al cuidado de la abuelita o el tío, salieron completamente diferentes, gracias al fútbol y a la educación.

“Don Raúl” como muchos lo llaman, dice que seguirá entrenando fútbol hasta que el cuerpo aguante. “Entreno niños de varios barrios: El Sereno, Cypress, Sur centro, Glassell Park, Mac Arthur”.

Cuenta riendo que hace unos días se cayó mientras entrenaba a los chiquillos. “En lugar de ayudarme a levantar, se me fueron todos encima haciéndome bolita”.

Y formó la Anahuak Youth Sports Association como una organización no lucrativa a través de la cual recibe subsidios para programas de concientización y cuidado del medio ambiente, la conservación del río de Los Ángeles, plantación de árboles, limpieza y reciclaje de basura.

“Los niños no solo entrenan y juegan fútbol sino que participan en todas estas campañas y hemos logrado que se comprometan en el cuidado del Río de Los Ángeles, del entorno y de su casa”.

De hecho, dice que entrenan en el River Center y los juegos los hacen en el Parque Estatal del Río de Los Ángeles.

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