Seis años después del Acuerdo de París, las naciones siguen con tareas pendientes para frenar el cambio climático
Valladares explica que a pesar de que el Acuerdo de París fue "esperanzador", el documento no contemplaba repercusiones legales para los países que no cumplieran con sus tareas en pro de mantener el aumento de temperatura mundial en 1.5 grados
El Acuerdo de París fue un pacto “agridulce ya que el cambio climático sigue ahí, tenemos que prepararnos para una carrera de fondo”, ha explicado a EFE el investigador del CSIC Fernando Valladares, en su repaso a los logros y retos de este convenio de cara a la COP26 de Glasgow, Escocia, que arranca el próximo 31 de octubre.
El Acuerdo de París firmado en la COP21 de 2015 fue “esperanzador” porque en primer lugar se estableció que cada país debía auditar los Gases de Efecto Invernadero (GEI) que emite, y por otro lado que los firmantes se comprometían a seguir un calendario de reducción de emisiones en la medida de sus posibilidades.
“Aunque se logró firmar el objetivo de no sobrepasar un ascenso térmico de 1.5 grados, el acuerdo no era vinculante y no contemplaba repercusiones legales para los países que no cumplieran sus promesas”, lamenta Valladares.
Además, la economía más contaminante, China, “se puso de perfil en la COP25 de Madrid, y es posible que su presidente no acuda a la cumbre de Glasgow”, una ausencia que “expresa cómo de prioritario es el cambio climático para sus dirigentes”.
Acuerdo de 1.5 grados y necesaria participación civil
Valladares destaca que “el legado que ha dejado París es una referencia que todo el mundo puede entender, un valor de temperatura que no debemos rebasar”: 1.5 grados.
El investigador del CSIC advierte que quizá no resulte tan obvio por qué un calentamiento superior a 1.5 puede ser tan crítico, pero que ese umbral es una línea roja que “que está muy marcada en las agendas nacionales”.
“Los esfuerzos que hay que hacer a nivel internacional para quedarse en 1.5 grados y no llegar a 2 son gigantescos”, ya que una diferencia de medio grado implica cientos de millones de personas afectadas por la subida del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos, asegura Valladares.
Las COP tienen puesta la mirada en el medio y largo plazo, pero “los ciudadanos tienen que pagar facturas”, señala Valladares, quien advierte que las COP sirven para programar una serie de actuaciones urgentes, incómodas y difíciles que suponen esfuerzos.
Sin embargo, este tipo de reuniones “no sirven para bajar la factura de la luz”, si no para establecer planes para que toda la gente que vive en el planeta pueda seguir viviendo en él.
“No se trata del viejo pretexto del planeta que van a heredar nuestros hijos, sino del planeta que ya tenemos, con temporales como Filomena o Gloria, megaincendios e inundaciones sin precedentes” señala.
Valladares explica que lo que pueden hacer los ciudadanos es comprender la gravedad de la crisis climática y entender que las medidas para resolverla van a ser “incómodas porque habrá que modificar hábitos de consumo”.
“Si todos los países firmantes se comprometen a consolidar las buenas intenciones de París, a hacer auditorías transparentes y se esfuerzan para reducir las emisiones, sería todo un éxito, esperar mucho más no es muy realista”, concluyó Valladares.
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