¿Hay discriminación contra refugiados latinos en la frontera?
Los solicitantes de asilo blancos pasan sin contratiempos, las personas de color a cuenta gotas
Fermín ni siquiera toma tiempo para pensarlo. “Sí, en Michoacán hay guerra”.
Acaba de cumplir 14 años, pero cuando “todavía tenía 12, una noche nos llegaron a golpear bien fuerte la puerta. Mi mamá abrió y encontró un mensaje, de que teníamos 24 horas para irnos de Apatzingán, o nos iban a balear la casa”.
En un albergue en Tijuana, Fermín platicó a La Opinión que el menaje lo dejaron una tarde, y su mamá no esperó a que amaneciera. “salimos bien de madrugada, y ya no regresamos, ni creo que vayamos a regresar”.
El vecindario donde vivía la familia de Fermín quedó en medio de enfrentamientos entre dos carteles de las drogas que se diputaban la zona.
Para las fechas en que la familia tuvo que huir “ya nos habían matado familiares, además mis tíos y tías ya se habían ido”.
Dijo que su mamá lo vio “como que ya estaba casi en edad de que me llevaran para pelear”, es decir obligarlo a reclutarse como parte de alguno de los bandos, “y por eso también solo nos fuimos, dejamos todo”.
La familia ha estado en Tijuana desde hace unos cinco meses y se ha acercado a los oficiales en la garita de San Ysidro a que la mamá informe que buscan asilo, que le han enviado mensajes en los que le dicen que ya saben que están en Tijuana y que no se siente segura, pero la han ignorado.
Fermín sabe que los migrantes ucranianos han cruzado “a montones todos los días” y que eso se debe a que vienen de un país en guerra, “pero si fueran a Michoacán, verían que las balaceras comienzan a cada rato; yo digo que es guerra”, dijo.
Luis Guillermo, un padre de familia salvadoreño, ha estado en el mismo albergue en Tijuana más de once meses. Dice que la brutalidad de las pandillas en su país también equivale a una zona de guerra.
Vivía con su familia cerca de la frontera con Guatemala, donde tenía un negocio familiar de pupusas, pero “las pandillas nos exigían que les diéramos dinero, un impuestos de guerra, decían”.
Cuando el negocio empezó a prosperar, pese a esa extorsión o cobro de piso, como se conoce, los pandilleros aumentaron las presiones, exigían cada vez más dinero. “Llegamos a un punto en que ya no ganábamos lo que nos estaban exigiendo y decidimos cerrar”.
Pero entonces “las maras” o pandillas los amenazaron de muerte si no abrían de nuevo el negocio y les daban dinero. “Tres veces nos amenazaron y nos hicieron volver a abrir”, pero, luego de la tercera ocasión, el padre de familia decidió poner una denuncia ante la policía.
Los pandilleros se enteraron que había dado parte a las autoridades y en represalia le dieron a elegir “porque decían que eso se paga con alguien de la familia, o sea que teníamos que decidir a quién iban a matar”.
La familia abandonó El Salvador, “porque las pandillas están en todas partes allá”, y llegó a Tijuana donde ha tratado de solicitar asilo, pero los oficiales fronterizos le han respondido que “el proceso de asilo está cerrado” por la medida sanitaria Título 42, que presuntamente previene potenciales contagios de Covid que supuestamente pudieran portar los migrantes.
Luis Guillermo sabe que, Título 42 está por expirar. La administración del presidente Joe Biden anunció que el 23 de mayo terminará oficialmente, y con el anuncio llegan nuevas preocupaciones para el padre de familia salvadoreño.
“Estamos viendo que a diario pasan cientos de ucranianos sin ningún problema, y está bien, pero si quieren aceptarnos por venir de una guerra, los invito a que vayan a vivir unas semanas a El Salvador, para que vean la guerra”, dijo.
El Departamento de Seguridad ha informado extraoficialmente que anticipa que “hasta 18,000 migrantes” tratarán de cruzar la frontera diariamente cuando pierda vigor Título 42.
El pastor Gustavo Banda, director del albergue Templo Caballeros de Jesús, con unos 1,200 migrantes, reflexionó para La Opinión que “Estados Unidos está propiciando la migración ilegal, al no dejarles otra opción a tanta gente que espera asilo, que ya está desesperada”.
“Que han pasado 9,000 ucranianos y cada día pasan más, pues qué bueno; pero aquí en el albergue tenemos familias que han estado 14 meses, 15 meses, algunas que siguen recibiendo amenazas en sus celulares, otras desesperadas por asuntos de salud, ya graves”, dijo el pastor.
“Tenemos padres de familia a quienes les mataron la esposa, esposas viudas con sus hijos, familias que abandonaron sus lugares de origen nada más con la ropa que traían puesta con tal de salvar su vida, tenemos muchos huérfanos pro la violencia, perseguidos”, abundó el pastor Banda.
“El sufrimiento humano es el mismo para los de Michoacán, Honduras, Guerrero, Haití a Ucrania”, exclamó, pero dijo que en su albergue, donde “las familias ya se sienten desesperadas”, “aquí nada más tenemos familias de raza negra, los haitianos, y todos los demás somos morenos; pero el sufrimiento humano es el mismo”.
Doña Leticia no quiere que La Opinión le tome foto, ni siquiera para hacer su rostro difuso.
“Es que, mire, hace apenas dos semanas cerquita de donde nosotros vivíamos, de donde tuvimos que salir huyendo, mataron a 20 personas”, comentó.
Dijo que hace unos días cuando se enteró por un noticiero que un atentado en Ucrania dejó una docena de muertos se puso a pensar “pues si esto es lo mismo que en Michoacán; tal vez no las mismas armas, pero el resultado y las muertes son igualitos”.
“A la mejor el gobierno no le quiere llamar guerra pero sí es. Yo creo que eso lo deberían de tener en consideración aquí en la línea (en la frontera) cuando vamos a pedir asilo, así como hacen con los ucranianos”, opinó doña Leticia.
Los refugiados que huyen de la invasión rusa llegan a la frontera entre México y EU
La creciente oleada de refugiados ucranianos que huyen de la invasión rusa también se expande rápidamente en Tijuana, al norte de México, desde donde estas personas buscan cruzar a los Estados Unidos en busca de asilo.
Actualmente en Tijuana hay 2 mil refugiados ucranianos esperando entrar a los Estados Unidos, sostiene Enrique Lucero Vázquez, director municipal de Atención al Migrante del Ayuntamiento de esta ciudad.
Mazur quiere llegar a Massachusetts porque tiene familiares allá. Es originaria de Odesa, una ciudad portuaria al sur de Ucrania que, según reportes de medios locales, ha sido blanco de fuertes ataques aéreos por parte de las tropas del Presidente ruso Vladimir Putin.
La llegada de ucranianos a Tijuana se disparó a mediados de marzo, luego de que el Secretario de Seguridad Nacional estadounidense, Alejandro Mayorkas, anunciara la creación del Estatus de Protección Temporal (TPS) por 18 meses para ucranianos. A esto se sumó el anuncio de la Casa Blanca, días después de que Estados Unidos recibiría a 100 mil refugiados de Ucrania.
De acuerdo con Lucero, los ucranianos, en su mayoría mujeres niños y adultos mayores, ingresan a México en calidad de turistas en vuelos a Cancún y la Ciudad de México procedentes de países europeos como Alemania e Italia. Según el funcionario, a Tijuana también están llegando rusos que buscan pedir asilo en los Estados Unidos, pero en menor escala y éstos se hospedan en hoteles, no en el albergue.
Una vez en Tijuana, las familias ucranianas tardan 35 horas en promedio para poder cruzar a los Estados Unidos, en donde entran 400 ucranianos al día.
Trato desigual
Si bien la apertura hacia los ucranianos ha sido aplaudida por activistas proinmigrantes de la Unión Americana, también ha puesto de manifiesto las enormes diferencias en el trato a refugiados de otras nacionalidades, como los centroamericanos y haitianos, que tanto en México como en los Estados Unidos han denunciado maltrato por parte de las autoridades migratorias.
Desde el 6 de marzo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió que el éxodo de ucranianos sería “la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.
Actualmente, según la ACNUR, hay 4 millones de refugiados ucranianos, por lo que calificó el caso como emergencia de nivel 3, el más alto de esta institución.
Los datos de la ACNUR indican que el 60 por ciento de los refugiados ucranianos se dirige a Polonia, mientras que un tercio se va a países vecinos, como Rumanía, Moldavia, Hungría y Eslovaquia. Alrededor del 7 por ciento de los que huyen de Ucrania van a Rusia y Bielorrusia.
Aunado, más de 6.48 millones de personas han sido desplazadas de manera interna en Ucrania, según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones.
Una gran parte de los refugiados ucranianos son mujeres, niños y adultos mayores, ya que los hombres entre los 18 y 60 años deben quedarse en el país. Por ello, son comunes en Ucrania las emotivas despedidas familiares en las estaciones de transporte.
Es el caso de Larysa Koltsova y su hijo André, de 10 años, quienes se despiden, entre caricias y apretujados abrazos de su esposo y padre, Konstantino Makruha, en la estación principal de autobuses de Lviv, Ucrania. Larysa y André se van a Polonia. Konstantino se queda para defender a su país.
En sus últimos momentos juntos Konstantino acaricia suavemente el rostro de Larysa, se comunican con una mirada lo que nadie se atreve a decir en voz alta: no saben si volverán a verse. André se aferra a Konstantino en un largo abrazo mientras la expresión de Larysa indica que contiene el llanto.
La mayoría de los refugiados ucranianos con quienes se conversó en Ucrania, Polonia y Tijuana para este trabajo periodístico, no desea vivir en los Estados Unidos, prefiere permanecer en países europeos y regresar a su país cuando se termine la guerra.
Sin embargo, “en términos de refugiados la situación no va a mejorar”, de acuerdo con Octavio González Segovia, investigador del Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
González, quien realizó estudios en Ucrania, apunta que la guerra está entrando a “una segunda etapa en donde Moscú redefine sus objetivos a raíz de la dura resistencia ucraniana que ha encontrado en el terreno, sobre todo en Kiev”.
Las tropas de Putin, según González, se concentrarán en el corredor que va de Crimea a la región del Donbás, pero sin olvidar a Kiev, la capital del país, “porque es un elemento de presión”.
En este contexto, afirma el académico, se podría alcanzar la cifra de 10 millones de refugiados ucranianos. “La sangre continuará corriendo y, creo, lo peor todavía está por venir”.