Hijo en la Fuerza Aérea da la residencia de EE.UU. a sus padres

A través del beneficio del Parole in Place, el padre y la madre que vivieron décadas en las sombras, obtienen alivio migratorio

Javier Morataya López obtiene su residencia permanente, gracias a su hijo en la fuerza aérea. (Cortesía Paulina Herrera)

Javier Morataya López obtiene su residencia permanente, gracias a su hijo en la fuerza aérea. (Cortesía Paulina Herrera) Crédito: Cortesía

Javier Morataya López y su esposa Eva Hernández siempre pensaron que quizá podrían salir de las sombras y obtener un estatus migratorio, cuando alguno de sus tres hijos nacidos en Estados Unidos, crecieran y cumplieran los 21 años. Lo que nunca imaginaron es que el hijo mayor, se uniría a las fuerzas armadas y los haría residentes.

“Mi hijo es entrenador de los francotiradores de la fuerza aérea de Estados Unidos”, dice Javier, orgulloso de que su hijo Maynor de 26 años, haya cumplido su sueño de ser militar.

La historia de Javier se remonta a principios de los 90s cuando dejó su pueblo natal en el Departamento de Izabal en Guatemala. “Salí de mi país en busca de superarme y de una vida mejor”, dice.

Llegó a Estados Unidos el 18 de octubre de 1992, y entró al país por el lado de El Paso, Texas, sorteando toda clase de peligros. Tenía entonces 22 o 23 años.

“No tenía a nadie aquí, pero conseguí trabajo de inmediato en la construcción. Me ha ido bien. Hasta la fecha sigo trabajando en ese campo”.

Javier Morataya, su esposa Eva Hernández y su hijo Maynor Moratamaya. (Cortesía)

En Los Ángeles conoció a Eva Hernández, una inmigrante de Zacatecas, México, quien tampoco tenía papeles. Se casaron y procrearon tres hijos, que ahora tienen 26, 25 y 16 años.

“Vivía preocupado por ser indocumentado sobre todo porque de mi trabajo me mandaban a varias ciudades, pero nunca tuve ningún problema con migración ni con la justicia”.

Fue su hijo mayor Maynor, quien nació en junio de 1995, quien lo ayudó a él y a su esposa a obtener la residencia permanente.

“Cuando él tenía 19 años, me dijo que se quería unir al ejército de Estados Unidos. Nosotros como sus padres lo apoyamos, porque era lo que siempre había querido hacer desde niño. Cuando veía películas de acción, se emocionaba y decía que quería ser soldado”.

Ya en las fuerzas armadas, Javier recuerda que escucharon decir que los padres indocumentados podían arreglar su estatus migratorio, a través de su hijos inscritos en el ejército, sin tener que salir del país.

“A mi hijo le dio mucho gusto saber que nos podía ayudar. ‘Yo hago lo que ustedes me digan, nos dijo’; pero debido al costo del trámite y los abogados, decidimos que mi esposa iniciara primero el proceso de la petición de la residencia”.

Así fue como Eva, la madre, fue la primera en conseguir la residencia hace tres años.

“Inmediatamente después, yo inicié los trámites, pero como vino la pandemia, se tardó todo, y apenas el 21 de abril me llegó la residencia”, dice Javier.

Toda la familia, incluido su hijo Maynor, quien hizo posible que sus padres salieran de las sombras, están felices.

“Mi hijo está muy contento. Él fue parte del equipo de tácticas especiales; y ahora es instructor de los francotiradores de la Fuerza Aérea, y viaja por todo el mundo. Su sueño para cuando se retire del ejército, es ser detective de narcóticos”.

La prioridad principal para Javier, ya como residente de EE UU, es viajar a Guatemala, lo más pronto posible para reunirse con sus padres.

“Hace 29 años que no los veo. Mi papá tiene 78 años, y mi mamá 70”.

Lo segundo que quiere hacer es buscar un empleo en una compañía de construcción donde pueda recibir prestaciones laborales. Toda mi vida en este país, he trabajado en compañías que me pagan muy bien, pero en efectivo, y no tengo ningún beneficio laboral, aunque siempre he pagado impuestos. Tengo 52 años y quiero poner a trabajar mi seguro social”.

Javier Morataya logra salir de las sombras por su hijo militar. (Paulina Herrera/Cortesía)

Parole in place

Fue el abogado en migración Sergio Siderman, quien llevó el caso de la residencia permanente de Javier.

“Los hijos, padres o cónyuges de miembros de las fuerzas armadas estadounidenses pueden beneficiarse del Parole in Place (PIP), un perdón por estadía prolongada. Esto le permitió a Javier asistir a una entrevista con un oficial de Servicios de Inmigración y Ciudadanía (USCIS) en Los Ángeles”.

En español, al PIP se le conoce como entrada legal en su lugar.

La ley de Migración permite que si tienes un hijo en el ejército, en la marina o en la reserva militar puedas pedir ese permiso que funciona como una entrada legal para propósitos de solicitar la residencia.

Javier fue aprobado durante la entrevista para su residencia con USCIS, el 17 de marzo; y el 21 de abril tuvo entre sus manos la tarjeta de la residencia permanente.

El Abogado Siderman afirma que los Morataya son un gran ejemplo de “querer es poder”. 

Por ello, exhortó a todos los inmigrantes sin un estatus migratorio y con hijos nacidos en Estados Unidos, a buscar ayuda para obtener su residencia permanente.

“En el caso de los familiares inmediatos como padre, madre, hijo (a) o cónyuge en las fuerzas armadas, el PIP es una herramienta firme para obtener la residencia sin salir del país. También es importante para comprobar el requisito solvencia económica”. 

El Abogado Siderman también hace hincapié en la importancia de buscar a un experto en leyes migratorias a la hora de tratar de obtener la residencia.

“La ley de inmigración tiene muchos beneficios, pero también requisitos precisos que solo expertos en la materia pueden resolver sin hacer perder tiempo, dinero y esfuerzo a los potenciales beneficiarios”. 

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