Empresaria mexicoamericana crea calzado a la medida de la comunidad LGBTQ
Su negocio nace en plena pandemia y está dirigido para los pies difíciles de calzar por ser pequeños, muy grandes o muy anchos
Cuando Lidia Talavera se cansó de no encontrar zapatos del pequeño número que calza, se le prendió la idea de hacer negocio con la creación y venta de calzado no solo para quienes tienen pie chico como ella sino para las personas de pie grande y ancho como muchos miembros de la comunidad LGBTQ.
Así fue como en plena pandemia, nació la marca de calzado que lleva su propio nombre.
Lidia nació en Guadalajara, México, pero a los 12 años vino con su familia al sur de California; y actualmente vive en la ciudad de Chino Hills en el condado de San Bernardino.
La fascinación que siempre ha sentido por los zapatos, la trae en los genes.
Su propio padre Viviano Talavera- dice – siempre ha trabajado en el calzado y la piel.
“Él tenía una fábrica para productos de piel”.
Y ya era una agente inmobiliaria exitosa en el campo de los centros comerciales, cuando en 2017, durante un viaje a Guadalajara, convenció a su padre de hacerle un par de zapatos, después de no encontrar del número 4 americano que calza.
En ese momento, se le vino a la cabeza, el tema de abrir una zapatería enfocada en calzado hecho a mano, a la medida, en todos los estilos y modernos, para esos números difíciles de encontrar.
“Me di cuenta que no solo escaseaban las tallas pequeñas sino que la mayoría de los números son del 6 al 10, y para personas del 11 para arriba, es muy difícil encontrar”.
Más tarde descubrió que el número promedio para las personas de la comunidad LGBTQ es el 12, y encontrar zapatillas o botas de esos números es casi una tarea imposible.
“Usan zapatos demasiado ajustados o largos”.
Lidia compartió con su padre, sus planes por emprender un negocio con calzado a la medida.
“En 2018, empezamos a buscar zapateros mexicanos en Guadalajara con quienes pudiéramos trabajar. La mayoría me dijo que no, que estaba loca. Querían pedidos mínimos de 5,000 unidades. Antes de regresar, llegamos con un señor zapatero que tenía una pequeña fábrica, y me dijo que lo platicáramos; y finalmente él fue quien aceptó nuestra propuesta”.
A Lidia le tomó dos años y medio, armar su negocio y superar los muchos problemas que se le presentaron para crear el innovador proyecto.
“Lo que hicimos fue tomar las hormas de los zapatos de hombres y las hicimos zapatillas.El hormero se nos quedó viendo muy raro cuando mandamos a hacer los moldes de las máquinas”.
Pero venciendo toda clase de obstáculos, arrancaron en junio de 2020 con muy pocas ganancias.
“Las ventas eran muy bajas, y tuvimos que hacer ajustes a varias cosas. La piel para zapatos de hombre es muy buena en México, pero para zapatillas de mujer tuvimos que ir a España e Italia a comprarla”.
Sin embargo, poco a poco, el negocio se fue dando; y cada vez, va mejor.
“El número promedio de zapatillas que más nos piden es de 15 y medio; y nos están solicitando hasta del número 18”.
Lidia dice que el 50% de sus clientes son de la comunidad LGBTQ; y el otro 50%, mujeres de pie chico.
“El calzado que yo vendo no existe en el mercado. Los únicos pares son sintéticos y no son anchos”.
Explica que la manera cómo funciona su zapatería Lidia Talavera es a través de pedidos a su página donde los clientes pueden tomar la medida de su pie, y escoger entre 50 colores.
“Todo lo mandamos hacer a México. Entre la hechura y el envío se tarda en promedio dos semanas en llegar a la casa del cliente”.
En promedio, dice, el costo de sus zapatillas es de $365, pero hay botas de hasta $480; y dice que tienen unas zapatillas de cristal por $550.
“Mi negocio tiene mucho futuro; y la comunidad LGBTQ está muy agradecida porque nadie les ofrece este tipo de calzado. Ellos son mis clientes, pero también las personas con pies anchos que no encuentran zapatos por ningún lado”.
Lidia dice que la mayoría de la gente se sorprendió cuando les dijo que iba a emprender un negocio de zapatos a la medida, porque ni siquiera había estudiado diseño.
“Todo surgió por mi papá, y mi amor a las zapatillas. La idea vino de un día para otra”.
Ahora – dice – va a ir a Oaxaca porque quiere empezar a buscar materiales, que pueda incorporar en algunos diseños.
Y al hacer un recuento, confiesa sentirse muy orgullosa de sus logros sobre todo porque tuvo una adolescencia difícil.
“A los 14 años huí de mi casa. A los 15 años fui homeless (persona sin hogar). Me salí de la escuela por un año y medio. Mi primer hijo nació cuando tenía 16 años”.
Cuando tomó consciencia de que ya era responsable de otra persona, volvió a la escuela, y a los 31 años se graduó de la carrera de negocios y administración.
Hoy, dice, está muy contenta de luchar por hacer crecer su pequeña empresa de diseño y venta de calzado cómodo y sexi para los números demasiados pequeños como el suyo y para los pies grandes de la comunidad LGBTQ.