¿Qué gana México como mediador de la guerrilla y el gobierno colombiano?

El gobierno de México ha dicho a través de su canciller Marcelo Ebrard que busca apoyar “de manera confiable” a concluir el conflicto armado

Petro demanda tregua a grupos armados en Colombia

El presidente colombiano, Gustavo Petro. (Foto: 07.08.2022) Crédito: JUAN BARRETO | AFP / Getty Images

MEXICO.- En la era de “los abrazos no balazos” que promueve el presidente Andrés Manuel López Obrador y en la víspera del Día del Amor y la Amistad, México abrió sus puertas a un peculiar grupo de colombianos, representantes de gobierno del presidente Gustavo Petro y de guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que buscan “la paz total”.

Un cese al fuego, una tregua inmediata, la entrega de armamento, la renuncia de la guerrilla a hacer labores de Estado, de juez y parte en ciertas regiones de Colombia, es el ideal oficial frente a la petición de “igualdad social” que solicita la organización insurgente presente en el país desde los años 60 del siglo pasado.

El gobierno de México ha dicho a través de su canciller Marcelo Ebrard que busca apoyar “de manera confiable” a concluir el conflicto armado y que su papel se resume a facilitar la sede para coadyuvar en lo que sea necesario.

“Nuestra participación se limita a proporcionar las condiciones para que pueda haber un diálogo y garantizar su seguridad”, afirmó recientemente. 

Pero hay quienes ven mucho más sobre el papel que quiere jugar México en el telón político latinoamericano. “Una vez que el presidente López Obrador tomó el poder dijo que tiene como una de sus prioridades en la política exterior la atención a la región”, recordó Jacaranda Guillén, integrante de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales.

Para Joel Péña, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, México se involucró como mediador básicamente porque no representa un peligro serlo y porque así mantiene su fama como país neutral, buena onda.

“Al final de cuentas México solo está siendo sede de los diálogos a favor de la paz y le corresponde al Gobierno de Colombia y al ELN garantizar que los acuerdos se alcancen y se traduzcan en acciones concretas”. 

En el pasado, México apoyó a los diálogos Colombia y Venezuela en 1983; al Grupo Contadora para promover la paz en Centroamérica, en 1990; las negociaciones para el acuerdo de paz de Guatemala, y en 1992 la firma del acuerdo entre el Gobierno de El Salvador y la guerrilla.

Los diálogos entre el Estado colombiano y el ELN se habían interrumpido durante cuatro años y se reanudaron el 22 de noviembre pasado en Caracas con el auspicio de Cuba, Noruega y Venezuela como países garantes tras la llegada de Petro, un exguerrillero urbano que, por su pasado, goza de cierta confianza entre los insurgentes.

CANDIL DE LA CALLE…

Para algunos observadores políticos locales, el gobierno mexicano debería enfocarse principalmente en sus propios problemas o, en todo caso,  pedir ayuda para resolver lo que justamente se ha llamado “la colombianización” de México.

“México no es la mejor sede para un diálogo porque no es ejemplo de país en donde haya paz, institucionalidad e imparcialidad internacional y está plagado de acusaciones vínculos con el narcotráfico que no ha querido combatir, aunque ciertamente no tiene problemas de guerrilla”, señaló José Fernández Santillán, investigador del  del Colegio de Jalisco y profesor visitante de la Universidad de Harvard.

“Más bien este país necesitaría aprender de Colombia, de cómo ha combatido a los cárteles de la droga y otras organizaciones porque aquí la extorsiones, las desapariciones y secuestros están a la orden del día y cuando se le pregunta al presidente por qué no hace nada, lo toma como una afrenta, entonces… ¡cuáles lecciones de diplomacia!”.

AQUÍ Y AHORA

El proceso de paz, de cualquier forma, no asoma fácil hasta principios de marzo, el tiempo de los diálogos que se suspendieron en 2019 tras el atentado a la Escuela General Santander en el que murieron 22 cadetes.

El viernes 17 de febrero pasado, ya en México, un integrante de la policía y sacerdote, pidió a las delegaciones elevar una oración por las víctimas de la guerra en Colombia, según documentó el gobierno de Petro y particularmente por aquellos cadetes.

En un video aparecen los representantes del ELN orando, guardando un minuto de silencio  y escuchando los nombres de los asesinados; dos días atrás, los representantes de la guerrilla pidieron al Estado que les regrese los restos del cura Camilo Torres, uno de sus principales combatientes, cuyo paradero es un misterio.

Expertos internacionalistas aseguran que lo más complejo de negociar con el ELN es su organización  “horizontal”. Esto implica que, cuando se cree estar avanzando con un grupo, puede haber otro que lo niegue, según la región donde se encuentre.

Antonio García, uno de sus principales líderes guerrilleros, rechaza que se compare al ELN con otros grupos armados organizados debido a su  historia como movimiento social,  católico (con bases jesuitas) que, aunque ha tenido diversas facetas de financiación como el “impuesto de guerra” y el secuestro, ahora niega tener rehenes o vínculos con el narcotráfico.

No obstante, organizaciones internacionales de investigación del crimen como Insight Crime sostienen que, con ayuda del presidente venezolano Nicolás Maduro, el ELN se ha reposicionado en la frontera para manejar corredores para el contrabando de droga y tráfico de personas. 

En los diálogos de México, el negociador de la guerrilla Pablo Beltrán solicitó “un pacto moral” para sacar a flote el daño de la lucha frontal contra la drogas y buscar políticas alternativas.

El líder de la delegación del Gobierno, Otty Patiño, dijo en conferencia de prensa que, además de la disminución de los asesinatos y violencia, el gobierno colombiano busca  que haya un mejora de vida en los territorios en conflicto.

En paralelo a la mesa de negociación con el ELN, el Gobierno está buscando conversaciones con otros grupos como las EMC FARC y la Segunda Marquetalia, el Clan del Golfo, un grupo paramilitar dedicado al narcotráfico, las autodefensas de la Sierra Nevada y grupos urbanos. 

El gobierno mexicano no ha intervenido en ninguno de los discursos, pero en general, los analistas como Guillén insisten que dejan ver la buena relación y simpatías de López Obrador con ciertas causas latinoamericanas y así lo quiere hacer ver. “Es una forma de demostrar que México es un país neutral, que busca la integración latinoamericana y que es un presidente de izquierda, que defiende valores universales”. 

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