Famoso monumento Stonehenge pudo haber sido construido como una puerta para el más allá
Especialistas niegan que este también famoso lugar turístico represente un calendario basado en 365 días al año divididos en 12 meses de 30 días, como sostiene una teoría
El milenario monumento de Stonehenge continúa siendo un misterio para los especialistas y científicos, pero un grupo de expertos sugiere que esta estructura está relacionado con las conexiones con el más allá.
Stonehenge es un monumento asombrosamente complejo, que atrae la atención sobre todo por su espectacular círculo megalítico y su “herradura”, construidos hacia el año 2600 a.C. A lo largo de los años se han propuesto varias teorías sobre el significado y la función de Stonehenge.
Un estudio realizado por los arqueoastrónomos, el español Juan Antonio Belmonte, del Instituto de Astrofísica de Canarias y la Universidad de La Laguna en Tenerife, y del italiano Giulio Magli, de la Universidad Politécnico de Milán, sugiere que era un “lugar para los antepasados”, situado dentro de un complejo paisaje antiguo que incluía varios otros elementos.
De acuerdo con la investigación, la arqueoastronomía desempeña un papel clave en esta interpretación, ya que Stonehenge presenta una alineación astronómica con el sol que, debido a la planitud del horizonte, remite tanto a la salida del sol del solsticio de verano como a la puesta del sol del solsticio de invierno.
Esto explica el interés simbólico de los constructores por el ciclo solar, probablemente relacionado con las conexiones entre el más allá y el solsticio de invierno en las sociedades neolíticas.
Niegan que sea un gran calendario
Una de las partes más importantes del estudio es en la que los especialistas analizan una teoría que sostiene que este lugar fuera como un gigantesco dispositivo calendárico. Según esta teoría, el monumento representa un calendario basado en 365 días al año divididos en 12 meses de 30 días más cinco días epagómenos, con la adición de un año bisiesto cada cuatro.
Esta teoría, ciertamente fascinante, ha sido sometida a una severa prueba de resistencia por los dos expertos en arqueoastronomía antes mencionados, quienes demuestran que la teoría se basa en una serie de interpretaciones forzadas de las conexiones astronómicas del monumento, así como en una numerología discutible y en analogías sin fundamento.
Aunque la alineación solsticial es bastante precisa, Magli y Belmonte demuestran que el lento movimiento del sol en el horizonte en los días cercanos a los solsticios hace imposible controlar el correcto funcionamiento del supuesto calendario, ya que el dispositivo (recordemos: compuesto por enormes piedras) debería ser capaz de distinguir posiciones tan precisas como unos pocos minutos de arco, es decir, menos de 1/10 de grado.
En segundo lugar, está la numerología. Atribuir significados a los “números” de un monumento es siempre un procedimiento arriesgado. En este caso, un “número clave” del supuesto calendario, el 12, no se reconoce en ninguna parte, así como ningún medio de tener en cuenta el día epagómeno adicional cada cuatro años, mientras que otros “números” simplemente se ignoran (por ejemplo, el portal de Stonehenge estaba hecho de dos piedras). Así pues, la teoría adolece también del llamado “efecto de selección”, un procedimiento en el que sólo se extraen de los registros materiales los elementos favorables a una interpretación deseada.
Por último, los parangones culturales. La primera elaboración del calendario de 365 más 1 días está documentada en Egipto sólo dos milenios más tarde que Stonehenge (y entró en uso siglos más tarde). Así pues, aunque los constructores tomaran el calendario de Egipto, lo perfeccionaron por su cuenta. Además, también inventaron por su cuenta un edificio para controlar el tiempo, ya que en el antiguo Egipto no existía nada parecido.
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