El juez Clarence Thomas ha vivido durante décadas rodeado de lujos brindados por republicanos, revela informe
En 1991, George H. W. Bush al nombró a Clarence Thomas juez de la Corte Suprema y partir de ese momento su vida cambio de la mano de la generosidad de algunos multimillonarios con quienes cultiva excelentes relaciones
Los costosos obsequios, la lujosa transportación y la generosa hospitalidad de su circulo de amigos, le han permitido al juez Clarence Thomas darse una vida de magnate sin llegar a serlo, pero lo más interesante es que muchas de las cosas obtenidas durante los últimos años no están declaradas de manera debida, por lo menos así lo reveló un informe de ProPublica.
De manera detallada, la agencia noticiosa da cuenta de la atmosfera que gira alrededor de un impartidor de justicia para quien se le ha vuelto común recibir de gente poderosa múltiples vuelos en aviones privados, accesos exclusivos eventos deportivos con ubicaciones privilegiadas, vacaciones en resorts donde sólo asisten las personas de alto nivel e incluso hasta una invitación permanente para jugar en un club de golf privado de alto nivel en Florida.
Al parecer nada de esto sucedía previo a que el impartidor de justicia originario de Georgia fuera nombrado juez de la Corte Suprema, en 1991.
Aunque quizá, el juez afroamericano podrá agregar —si las autoridades lo creen conveniente —, toda la información que se requiera para transparentar los obsequios que durante años ha recibido, en sus formularios de divulgación financiera de la justicia la mayoría de los datos señalados no aparecen.
Otro punto importante que se aborda en el informe de Propublica es que Harlan Crow, un importante donador del Partido Republicano, no sólo invitó a invitado al juez Thomas y a su esposa a disfrutar de varias vacaciones de ensueño, sino que además patrocinó la matrícula de un miembro de su familia y también le ayudó a pagar una deuda inmobiliaria relacionada con la casa de su madre.
Al parecer, los nombres de los magnates David Sokol, Paul Novelly y hasta el del fallecido Wayne Huizenga, también figuran entre los generosos amigos que le han hecho más amena al miembro distinguido de la Corte Suprema quien en su momento gozó de la confianza del presidente George H. W. Bush al nombrarlo en el cargo que desmpeña.
Sin embargo, mientras hay evidencias de otros jueces de la Corte Suprema que han roto las reglas éticas al aceptar obsequios, en el caso de Clarence Thomas no hay nada que cuestionarle más allá que las buenas relaciones sociales cultivadas a lo largo de su estancia en la Corte Suprema.
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