¿Le dio Marine Le Pen el “beso de la muerte” a Macron con su apoyo a la nueva ley migratoria del presidente francés?
El Parlamento francés aprobó una nueva ley que endurece la política de inmigración de Francia con los votos del partido de Macron y los del partido de extrema derecha Agrupación Nacional de Marine Le Pen
El Parlamento francés aprobó este martes una controvertida ley que endurece la política de inmigración de Francia con los votos del partido centrista del presidente Emmanuel Macron y los del partido de extrema derecha Agrupación Nacional, encabezado por Marine Le Pen.
Macron logró que su ley se aprobara pero ¿ha vendido su alma?
De eso han acusado al mandatario tras un día dramático en la política francesa en el que el partido presidencial recibió lo que un periódico llamó el “beso de la muerte” por parte de la extrema derecha de Marine Le Pen.
Incapaz de que se aprobara la semana pasada su versión original de la reforma migratoria en el Parlamento, el gobierno tuvo que aceptar una serie de cambios más duros en la legislación que le impuso la derecha.
O aceptaba las demandas de la derecha o debía admitir su incapacidad de legislar en un tema que todos los votantes franceses dicen que les preocupa.
Aceptar la versión más dura de la ley de inmigración fue muy duro para muchos miembros del partido Renacimiento de Macron y sus aliados.
Lo que se volvió insoportable para otros legisladores fue el golpe dado por Le Pen cuando se acercaba la votación en la Asamblea Nacional el martes por la tarde.
Inesperadamente anunció que la versión más estricta de la ley era ahora, gracias, según dijo, a la presión de sus 88 diputados, bastante satisfactoria.
Y afirmó que era una “victoria ideológica” porque por primera vez una ley de inmigración francesa reconocería el principio de “preferencia nacional”, un objetivo largamente acariciado por su partido Agrupación Nacional.
“El beso de la muerte”
Le Pen puede decir esto porque, en algunos aspectos importantes, la nueva ley abre nuevos caminos.
Por ejemplo, condiciona el pago de varias prestaciones a que un extranjero viva en Francia durante al menos cinco años; diluye ligeramente el derecho automático a la ciudadanía para todas las personas nacidas en Francia; y crea la responsabilidad del Parlamento de establecer cuotas anuales para la inmigración.
Le Pen pidió a sus parlamentarios que votaran a favor del nuevo texto que contiene medidas más duras. Ese fue su “beso de la muerte” al presidente Macron.
Ahora bien, esto puede parecer perfectamente banal para personas poco familiarizadas con la política francesa. Después de todo, la ley no fue redactada por Le Pen, sino por el partido de centro del presidente Macron y los republicanos de derecha.
Pero eso es subestimar el simbolismo del nombre de Le Pen en Francia y las asociaciones que evoca en las mentes de sus enemigos.
Aprobar una ley con los votos de la extrema derecha fue una vergüenza que los parlamentarios del partido de Macron encontraron insoportable, y un día después todavía están retorciéndose.
“La ley más xenófoba de la historia de Francia”
Una cuarta parte de los diputados de Renacimiento y sus aliados se negaron a votar a favor del proyecto de ley porque no podían soportar la acusación de que estaban cumpliendo las órdenes de la extrema derecha.
Un ministro dimitió y la primera ministra Elisabeth Borne, que originalmente era socialista, está poniendo cara de valiente, pero evidentemente está profundamente preocupada.
La izquierda y la extrema izquierda se están divirtiendo. Manon Aubry, del partido La Francia Insumisa, calificó la ley como “la más xenófoba de la historia de Francia” y Yannick Jadot, de los Verdes, dijo que marcaba la llegada del “trumpismo” a Francia.
Saben que tienen al presidente Macron y a su partido contra la pared, obligados a admitir que su única esperanza de aprobar leyes es formar una alianza impía con la derecha.
Macron pensó que había inventado un nuevo estilo de política en el que, gracias a su brillantez y encanto, podía elegir entre ambos lados de la política.
Funcionó por un tiempo pero ahora ya no. Su pecado original fue no lograr una mayoría funcional en el Parlamento el año pasado. Ahora, para conseguir algo, ha tenido que elegir un bando. Y ese bando es la derecha.
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